La ladrona, el juez y el panadero
La situaci¨®n de extrema necesidad es un problema social que hay que redefinir y cuyo abordaje implica a todos
Era el a?o 1898. Paul Magnaud, juez de Ch?teau-Tierry, ten¨ªa que juzgar a Louise Menard, joven madre soltera, socialmente rechazada, sin trabajo ni modo de sustento, que sustrajo una barra de pan para su hijo de dos a?os que llevaba dos d¨ªas sin probar bocado. El honrado panadero la denunci¨®. La ley exig¨ªa una pena de cierta severidad. Pero el juez la absolvi¨®. Al honrado panadero, l¨®gicamente, no debi¨® satisfacerle la decisi¨®n. Pero a la gente del pueblo, s¨ª. Desde entonces le llamaron ¡°el buen juez Magnaud¡±, y as¨ª ha pasado a la historia como el m¨¢s famoso impulsor pr¨¢ctico de la eximente de estado de necesidad. Sin embargo, sus colegas de aquel tiempo, devotos de la letra de la ley, le tildaron de heterodoxo y de buscar protagonismo.
Cuando se comete una infracci¨®n, por ejemplo un hurto, en situaci¨®n de extrema necesidad, puede aplicarse esa eximente. Pero han de concurrir ciertos requisitos. Y aqu¨ª aparece la patata caliente para los jueces. En primer lugar tienen que concretar qu¨¦ es una situaci¨®n de extrema necesidad. Los par¨¢metros econ¨®micos y sociales de hoy no pueden ser iguales a los de hace m¨¢s de cien a?os. Hoy no es admisible que haya que llegar casi al desfallecimiento para justificar un hurto de alimentos. En segundo lugar, el perjuicio producido no puede ser mayor que la desdicha evitada. Siempre ser¨¢ problem¨¢tica la comparaci¨®n entre tales perjuicios y desdichas cuando se trata de cosas tan distintas como el valor de un pan y el hambre de un hijo, como ocurr¨ªa en el caso de Magnaud. Y por ¨²ltimo, nunca resultar¨¢ f¨¢cil precisar el momento en que ya se han agotado todas las formas l¨ªcitas de superar la situaci¨®n de necesidad.
Nuestro Tribunal Supremo ha llegado a exigir que el m¨ªsero ladr¨®n pruebe que, antes de decidirse por la ilicitud del hurto, ha acudido ¡°a alguna de las instituciones p¨²blicas o privadas que hay hoy d¨ªa extendidas por todo el territorio nacional¡±.
Ahora estamos en el a?o 2012. Marian Fern¨¢ndez, de 28 a?os, madre de tres hijos, sin trabajo ni recursos, al borde del desahucio, entr¨® el d¨ªa 3 de septiembre en un supermercado de Vilafranca del Pened¨¨s y sustrajo efectos de alimentaci¨®n e higiene por valor de 241 euros. Con los tradicionales argumentos de la pretendida suficiencia, eficiencia y universalidad de las asistencias ben¨¦ficas, ha sido condenada a una multa de 90 euros.
La pena no es severa, pero es una pena. Y adem¨¢s es contradictoria, y en consecuencia in¨²til. No podr¨¢ pagarla si no tiene dinero ni para comer. Puede ser sustituida por trabajos en beneficio de la comunidad, no retribuidos, cuando ni siquiera ha podido encontrar un trabajo retribuido. O por la localizaci¨®n permanente, sin poder salir de su domicilio, cuando, posiblemente, para entonces ya haya sufrido el desahucio.
Los tiempos han cambiado. Aquel panadero franc¨¦s hoy es un rebosante supermercado. Aquel pan, hoy es un carrito del s¨²per con otros alimentos y cosas de higiene. Nuestra Marian de Vilafranca, y tantas y tantos como Marian, acompa?ados de plataformas solidarias, y comprendidos por mucha gente, son las Louise Menard del siglo XXI. Pero no est¨¢ el buen juez Magnaud, sino sus colegas, reacios a la benignidad generalizada porque ¡°dada la continuidad de la necesidad, se estar¨ªa consagrando una impunidad permanente¡±.
Este fatalismo judicial contra la benignidad solo puede conducir a m¨¢s severidad. Y esta solo puede satisfacer a quienes sean como aquel honrado panadero. La situaci¨®n de extrema necesidad es un problema social cuyo abordaje implica a todos. Por eso siempre ser¨¢n aplaudidos los escasos Magnaud heterodoxos, aun con sus discutibles protagonismos. Siempre ser¨¢n necesarios los grupos y corrientes de solidaridad, aun con sus discutibles e inconvenientes excesos, y sus pintorescos coloridos meridionales. Porque, desgraciadamente, mientras haya crisis, siempre habr¨¢ situaciones de necesidad extrema y v¨ªctimas al borde de la desesperaci¨®n y de la ilegalidad.
Jos¨¦ Mar¨ªa Mena es exfiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Catalu?a.
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