Ferias, hogueras y vanidades pol¨ªticas
Feij¨®o pone cara de ganar y de que perder ser¨ªa una anomal¨ªa de la naturaleza
Como si Galicia fuera una especie de La feria de las vanidades en la que compitieran una dulce mujer burguesa de buena familia (Amelia, en la gran novela victoriana de Thackeray) y una peligrosa reencarnaci¨®n de Sat¨¢n (Becky, en la misma novela), la pol¨ªtica gallega narrada por la derecha m¨¢s conservadora (Feij¨®o y su alterRueda) trata de rehacer ese espacio simb¨®lico, algo caduco ya, de la buena y la mala mujer, y dibuja a sus adversarios, incluidos los de su propio campo ideol¨®gico que pueden robarle votos, como micropartidos o como inmensas coaliciones de micropartidos que aspiran a derrotar, sum¨¢ndose unos a otros, al ¨¢ngel bueno y a sus caballeros de guardia.
Aspiran, no nos enga?emos, a ocupar el lugar natural de la derecha, el poder, para alejarlo unos mil¨ªmetros de sus aut¨¦nticos due?os. ?C¨®mo se atreven a violentar la pl¨¢cida vida de la dulce Amelia? Cuando se habla del lugar natural de algo, o locus naturalis en la filosof¨ªa cl¨¢sica, se habla del irremediable lugar de las cosas bien puestas, las cosas como son o como dios manda: Rajoy lo dice mucho en su ret¨®rica del sentido com¨²n con la que quiere llegar a la gente com¨²n, o eso percibimos los dem¨¢s.
La gran pregunta de la pol¨ªtica moderna es ?por qu¨¦, a veces, la derecha pierde el poder pol¨ªtico inmediato si es ella la que tiene en el poder pol¨ªtico y econ¨®mico su lugar natural? No he visto otro pol¨ªtico como Feij¨®o, en el Reino de Espa?a, que emane esa sensaci¨®n de ocupar una plaza porque, sencillamente, es de derecha y la derecha gana por naturaleza. Con esa naturalidad se disponen a repetir el triunfo del 2009. Ponen cara de ganar y cara, por tanto, de que perder ser¨ªa una extraordinaria anomal¨ªa de la naturaleza.
Los argumentos de Amelia comenzaron con la llegada del comunismo de mano de la oposici¨®n (Rueda) y se completaron con la llegada de la atomizaci¨®n de la pol¨ªtica en Galicia de la mano de la misma oposici¨®n (Feij¨®o), una Galicia que, por contra, est¨¢ pidiendo una Amelia dulce y ¨²nica de mano de hierro en guante de seda: el mismo Feij¨®o, digamos.
Siguiendo con las vanidades, La hoguera de las vanidades no solo es la conocida y estimulante novela neoyorkina de Tom Wolfe, sino la hoguera en la que los muchachos de Savonarola, el fan¨¢tico regenaracionista de la ciudad de Florencia, quemaron los objetos de culto al pecado. En esa l¨ªnea original de la hoguera de las vanidades, parece l¨®gico que Amelia no se conforme con ocupar su lugar natural del poder gallego rodeado de sus numerosos fieles: tambi¨¦n debe ir armando la cacharela de las vanidades y empezar (continuar, realmente) a arrojar al fuego los objetos que nos han hecho pecar. Libros, sobre todo: Castelao, B¨®veda, el esc¨¦ptico Francisco S¨¢nchez, Amor Ruibal, Don Ram¨®n, quiz¨¢ la propia Rosal¨ªa, de melancol¨ªa nada triunfal (derrotista, digamos), y tantos otros. Del locus naturalis a la cacharela natural no hay ni un paso, y ese paso puede darlo la propia lengua de Galicia si la empujamos un poco. Puede ser la primera en dar llama y luz a la hoguera de las vanidades y en alegrar la noche de los tiempos con su fulgor final.
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