Dentro de la jaula de los leones
Las manifestaciones en torno al Congreso y el dispositivo para evitarlas dificultan la rutina de comerciantes y vecinos
Noche del mi¨¦rcoles 26, segunda jornada de protestas delante del Congreso. Los alrededores del parlamento est¨¢n cercados. Una multitud abuchea a la polic¨ªa y una chica se baja los pantalones para escandalizar al agente que la graba con una videoc¨¢mara del otro lado de la valla. Entre el gent¨ªo, unos se?ores enchaquetados, uno de ellos oriental, llegan a las barreras.
- Es que nos alojamos dentro- le explica uno a los manifestantes.
- Pues cu¨¦nteselo a la polic¨ªa, que a m¨ª tampoco me dejan pasar.
El caballero pega la cara a las vallas y lo intenta. Un agente de los 1.400 desplegados le dice que no, que d¨¦ una vuelta por Prado a ver si tiene suerte. Los hombres se arreglan la chaqueta muy serios y comienzan a hacerse paso entre los divertidos manifestantes.
Que los alrededores del Congreso est¨¦n cercados ya solo sorprende a quien no vive en Madrid. La presencia policial es constante desde principios del verano. Los vecinos conviven cada d¨ªa con las molestias, y los comercios empiezan a resentirse de su aislamiento. El barrio de Las Letras est¨¢ convirti¨¦ndose en una isla, cerrada de Norte a Sur. La Delegaci¨®n de Gobierno reconoce el problema y mantiene frecuentes contactos con representantes del barrio, pero la incomodidad no tiene visos de remitir.
"Que creen un protest¨®dromo", sugiere uno de los afectados
Mediod¨ªa del mi¨¦rcoles. Jos¨¦ Ram¨®n V¨¢zquez, due?o de La taberna de Jos¨¦, juega a las cartas con dos amigos en su bar, vac¨ªo, en la calle Conde de Medinaceli, con unas vallas policiales justo a la puerta. ¡°Desde que estamos as¨ª, vendemos cero patatero. Los d¨ªas de manifestaci¨®n ni se puede entrar; pero es que, cuando no hay, el dispositivo tambi¨¦n molesta¡±. V¨¢zquez considera que la imagen de la zona va degrad¨¢ndose (¡°los guiris vienen a hacerse fotos en las vallas¡±), y se queja de que la polic¨ªa est¨¦ tensa: ¡°Cada vez que se mensajean 30 t¨ªos [hablando de manifestarse], a nosotros nos cierran el barrio¡±. Un segundo jugador interviene mientras reparte: ¡°Que creen un protest¨®dromo¡±. ¡°O que los que se quejan hubieran votado para que no ganase el PP¡±, dice el tercer jugador. ¡°O que me desgraven lo que dejo de ingresar¡±, pide Jos¨¦ Ram¨®n.
A unos metros, en el vest¨ªbulo del Palace, una elegante portavoz expone la posici¨®n del hotel: ¡°Los agentes son muy correctos, pero en los d¨ªas de manifestaci¨®n es imposible¡±. La mujer reconoce que el 25-S un grupo de hu¨¦spedes se qued¨® aislado al otro lado de la valla. ¡°Les mandamos mensajes de texto para que se sintieran arropados¡±. En el hotel teme que la situaci¨®n les afecte a medio y largo plazo, porque nadie regresa a un establecimiento en el que durmi¨® enjaulado. Seg¨²n la Asociaci¨®n de Hoteleros de Madrid, la imagen de seguridad de la capital es la responsable de una ca¨ªda del 5% en las pernoctaciones.
Los comerciantes no tienen n¨²meros, como los 30 millones que plante¨® el gremio de Sol que le cost¨® la acampada del 15-M. ¡°Cifras a¨²n no hay¡±, explica Andr¨¦s Culebras, presidente de la asociaci¨®n de comerciantes del barrio de Las Letras, ¡°pero claro que nos toca: hay que andar con el carn¨¦ en la boca, y aunque a nosotros ya nos conocen los agentes, el dispositivo le resta flexibilidad y movilidad al barrio¡±. En su opini¨®n, los problemas llegan los d¨ªas de protesta. Por ejemplo, este fin de semana organizan un evento de interiorismo, con mercadillo incluido, y Culebras teme que quede eclipsado por posibles disturbios.
Culebras se queja de que la violencia de una minor¨ªa de manifestantes haya condenado al barrio a vivir entre rejas. ¡°Vale que la gente proteste, pero es que este a?o han sido muchos d¨ªas¡±, suspira: ¡°Somos peque?os comercios al borde del cierre. Tenemos que convivir todos: los que se indignan y los 12.000 empadronados aqu¨ª¡±.
Manuel S¨¢nchez, abogado y vecino del barrio, considera que la incomodidad no se limita a los d¨ªas de manifestaci¨®n: ¡°Llevamos meses as¨ª. No vamos a exagerar, pero hay d¨ªas que parece el Berl¨ªn del muro¡±. S¨¢nchez glosa las incomodidades: pasar el control con el coche, el estrechamiento de la calzada, los obst¨¢culos para ancianos con problemas de movilidad¡ Luego matiza que el asunto tiene claras desventajas, pero al mismo imprime lucidez. ¡°Esto te pone frente a la realidad social del pa¨ªs. Y puedes percibir detalles, como la forma en la que han aumentado los palos del 15-M hasta esta parte¡±.
Los empresarios teatrales tambi¨¦n protestan. Mientras los escenarios p¨²blicos de la zona no han sufrido especiales molestias (as¨ª lo afirman en la Zarzuela y el Espa?ol), Jes¨²s Cimarro, propietario del Bellas Artes, s¨ª cuenta situaciones inc¨®modas. ¡°El martes le pidieron el DNI a todo el p¨²blico. Ten¨ªa vendidas 250 entradas y solo vinieron 137 espectadores¡±. Seg¨²n Cimarro, el problema se intensifica en d¨ªas de protesta, ¡°pero con la polic¨ªa y los cortes se ha creado cierta psicosis por ir al centro¡±. Enrique Salaberria, el empresario que m¨¢s butacas gestiona en Madrid (entre ellas, las del teatro Alc¨¢zar, en el ¨¢rea) a?ade a los problemas el del ruido que a veces entorpece las funciones. ?l arremete directamente contra los manifestantes y los acusa de ¡°falta de respeto¡±. En la misma l¨ªnea que lo hizo la pasada semana la alcaldesa, Ana Botella, pide que haya menos manifestaciones.
Nadie parece contento con la situaci¨®n. Los que menos, los afectados por el paro y los recortes que se re¨²nen en la zona para protestar. Vecinos y empresarios se preguntan cu¨¢nto tiempo se puede prolongar su encierro en la jaula de los leones. Su temor es que hasta el final de la crisis los problemas del pa¨ªs se encarnicen con los alrededores del Congreso.
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