Los nuevos movimientos sociales conviven con las entidades tradicionales
La crisis extiende la pobreza y las f¨®rmulas para combatir sus efectos o sus causas se multiplican por parte de la ciudadan¨ªa
Con 83 primaveras, Joan Navarro ha vuelto a la calle. Con bast¨®n: ¡°Viv¨ª la guerra, la posguerra, el franquismo, la transici¨®n¡ luch¨¦ para conseguir democracia y Estado del Bienestar y ahora se lo quieren cargar todo¡±. Es f¨¢cil reconocer a Navarro tras la pancarta de los #iaioflautes, el ala senior del movimiento 15M. ¡°Jam¨¢s¡± pens¨® que volver¨ªa a la calle ¡°para defender cuestiones b¨¢sicas¡±. ?l, que desde la asociaci¨®n de vecinos del Tur¨® de la Peira, en Barcelona, en los a?os setenta se parti¨® la cara para que el barrio tuviera escuela. La aparici¨®n de un colectivo de jubilados que dedican el tiempo que no tienen otros a echar una mano donde haga falta ilustra como el alcance de la crisis origina nuevas formas de organizaci¨®n, activismo y ayuda mutua. Unos movimientos sociales que conviven con las cl¨¢sicas asociaciones, el denominado tercer sector (7.500 entidades con 100.000 trabajadores y 245.000 voluntarios) y organizaciones de car¨¢cter fundamentalmente asistencial que tienen una fuerte dependencia de las ayudas de la administraci¨®n, pero que atienden a 1,7 millones de personas.
De aparici¨®n reciente son tambi¨¦n las Plataformas de Afectados por la Hipoteca (PAH), respuesta al drama de miles de familias en paro (el 22%, casi 800.000 personas) que no pueden pagar las cuotas. En Espa?a hay 517 ejecuciones hipotecarias al d¨ªa, una situaci¨®n que las PAH palian con ¡°un mix de asociacionismo cl¨¢sico y asamblearismo que se basa en una organizaci¨®n horizontal, con objetivos muy claros, y con acci¨®n¡±: los afectados son tambi¨¦n activistas y se ayudan unos a otros. Lo cuenta Ada Colau, la cara m¨¢s conocida de la plataforma de Barcelona, que recuerda que las PAH no se explican sin una trayectoria de lucha por la vivienda digna que empez¨® cuando se produc¨ªa asedio inmobiliario a los inquilinos y explot¨® con la burbuja que dispar¨® los precios. Colau resalta la cr¨ªtica de las plataformas ¡°a un modelo injusto¡± y reprocha a las entidades asistenciales su ¡°complicidad con las instituciones, sus pol¨ªticas sociales de no confrontaci¨®n, que pongan parches sin cuestionar las reglas del juego¡±.
El trabajo de movimientos ciudadanos como la PAH ¨Cenfrascada en una Iniciativa Legislativa para cambiar la ley hipotecaria- no es una an¨¦cdota. Cobra importancia cuando las asociaciones tradicionales o el mismo Gobierno catal¨¢n les han ido a rueda, como han hecho la Generalitat y C¨¢ritas, que han creado oficinas para atender a familias amenazadas de desahucio. En C¨¢ritas est¨¢n alarmados con la que les viene encima: son la puerta a la que los m¨¢s necesitados llaman en primer lugar, incluso antes de llamar a la del Ayuntamiento, y nunca hab¨ªan atendido a tanta gente. Usuarios que se les multiplican por el paro y los recortes de la administraci¨®n, una administraci¨®n que tambi¨¦n recorta su presupuesto.
El director de C¨¢ritas en Barcelona, Jordi Rogl¨¤, est¨¢ preocupado: ¡°Estamos jugando un rol de sustituci¨®n del Estado del Bienestar a medida que ¨¦ste adelgaza. Hoy el verdadero coj¨ªn social son las familias, pero cuando las familias no puedan m¨¢s, la fractura social ser¨¢ muy grande¡±. ?Les angustia esta situaci¨®n? ¡°Claro que s¨ª, pero no podemos perder la serenidad, no somos sustitutos del Estado del Bienestar¡±, recuerda. C¨¢ritas focaliza sus esfuerzos en el servicio de mediaci¨®n para evitar desahucios ¨Ca menudo, la ayuda consiste en pagar cuotas¨C, un proyecto para mejorar la ocupabilidad de familias en paro y un tercero contra la pobreza hereditaria, la que afecta a uno de cada cuatro ni?os en cuyos hogares los ingresos est¨¢n por debajo del umbral de la exclusi¨®n.
No solo en C¨¢ritas alertan de la pobreza infantil. Tambi¨¦n lo hacen en Cruz Roja, en la FEDAIA y en la Taula del Tercer Sector. El director de la FEDAIA (Federaci¨®n de Entidades de Atenci¨®n y de Educaci¨®n a la Infancia y la Adolescencia), Jaume Clup¨¦s, habla con la dureza de quien conoce el problema: ¡°La nueva pobreza comprende a tres generaciones y la de los ni?os es invisible. Se habla de pobreza general, adulta, de paro, pero detr¨¢s hay miles de chavales, en proceso de crecimiento, que est¨¢n atrapados en la angustia de sus padres, justo cuando necesitan estabilidad emocional, poderse concentrar y que su entorno les de seguridad¡±. Clup¨¦s augura ¡°una generaci¨®n muy dependiente de los servicios de salud mental, con trastornos que no ve¨ªamos, ni?os que no tienen una convivencia con sus padres o una alimentaci¨®n normales¡±.
Desde Cruz Roja, su presidente, Josep Marqu¨¦s, asegura que la entidad lleva unos meses ¡°actuando en emergencia permanente¡± y atendiendo perfiles que nunca hab¨ªan visto. ¡°Cuesta mucho gestionar la angustia de no ser responsable, pero s¨ª ser la puerta donde llaman estas familias¡±, reconoce. Ante esta ¡°emergencia¡± y el descenso de subvenciones, las entidades llevan tiempo enfrascadas en un debate interno sobre su financiaci¨®n. ¡°Tendremos que actuar con m¨¢s fondos propios¡±, dice el presidente de Cruz Roja. Clup¨¦s exige ¡°imaginaci¨®n, que las administraciones no se encierren en el discurso de que no hay dinero y que hagan prevenci¨®n, porque la brecha entre ricos y pobres se dispara¡±. Le preocupa ¡°la tendencia a destruir servicios y partidas sociales en el momento de m¨¢s necesidad¡±. ?ngels Guiteras, presidenta de la Taula del Tercer Sector, reivindica el papel de las entidades y exige un mayor reconocimiento: ¡°Somos un agente socioecon¨®mico de primer orden, el tercer sector tambi¨¦n es sector y motor econ¨®mico¡±.
Con todo, y lo reconocen sus responsables, la dependencia de la administraci¨®n ablanda sus discursos. Unas administraciones que por un lado son fuente de financiaci¨®n y por otra de ciudadanos a quienes dejan de atender. Esa es una de las grandes diferencias con los nuevos movimientos sociales. Jordi Mir, del centro de Estudios sobre Movimientos Sociales de la Universidad Pompeu Fabra, lo analiza: ¡°Las organizaciones tradicionales son casi institucionales porque en tiempos de disponibilidad presupuestaria hicieron un camino de relaci¨®n con la administraci¨®n que les distanci¨® de la sociedad civil de la que hab¨ªan surgido¡±. Mir entiende que ¡°la implicaci¨®n de las administraciones fue un ¨¦xito¡± pero que ante los recortes y los nuevos retos, ¡°comenzar¨¢n a tener peso otro tipo de organizaciones con otra financiaci¨®n que responden a la falta de respuestas y se organizan de forma m¨¢s horizontal y participativa¡±.
Mir cita a las PAH como ejemplo de estas ¡°otras organizaciones¡±, que tambi¨¦n son redes de apoyo mutuo en los barrios. ¡°Se basan en la participaci¨®n de ciudadanos para los que la diferencia entre lo que es legal y lo que es leg¨ªtimo no tiene la importancia que ten¨ªa¡±, subraya. ?Es legal que los #iaioflautes entren sin pagar en autob¨²s para denunciar la subida de precio del transporte p¨²blico? ?Es leg¨ªtimo? ?O que un grupo de afectados por las participaciones preferentes ocupe una oficina bancaria? El experto advierte de algunos interrogantes. ¡°?Estos espacios m¨¢s espont¨¢neos tendr¨¢n la solidez y conocimiento de las asociaciones tradicionales¡±?. Y se?ala la paradoja de que algunas de estas iniciativas sean cuestionadas por organizaciones que en su d¨ªa construyeron la democracia, como partidos y sindicatos.
Algunas asociaciones ya est¨¢n viviendo el tr¨¢nsito. Ocurre en la asociaci¨®n de vecinos de l¡¯?stia, en la Barceloneta (Barcelona), inmersa en el reto de ¡°evolucionar hacia nuevas formas de actuar¡± en las que los integrantes de toda la vida son ¡°referentes capaces de transmitir su experiencia, al tiempo que son permeables a nuevas formas de actuar, con la red como elemento determinante¡±. Lo explica Gala Pin, implicada en una asociaci¨®n que responde al nuevo perfil. Cuenta, por ejemplo, como la implicaci¨®n de los vecinos con la entidad no tiene por qu¨¦ pasar por la participaci¨®n semanal en una reuni¨®n, sino en aportar conocimiento de forma puntual. ¡°?Qui¨¦n puede analizar este plan urban¨ªstico?¡±, pregunta la asociaci¨®n en Facebook y siempre hay un vecino arquitecto o un experto dispuesto a hacerlo. ¡°Nos enfrentamos a a?os de resistencia y el reto es volver a articular un discurso contra el capitalismo pero ofreciendo alternativas¡±, augura Pin, convencida de que ¡°hay un tejido social que puede aflorar a trav¨¦s de la red, una gran herramienta de colaboraci¨®n para encontrar soluciones¡±. El descenso de ayudas p¨²blicas a las asociaciones cl¨¢sicas puede empujar el tr¨¢nsito a otras estructuras, aunque sea porque no hay m¨¢s remedio.
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