Una noche demasiado siniestra
El relato de los testigos del Madrid Arena sirve para reconstruir una fiesta que empez¨® como uno de los eventos m¨¢s esperados por los j¨®venes de la ciudad y termin¨® en drama
Alameda de Osuna no es un barrio grande. La parada del metro es el punto de reuni¨®n para un grupo de 200 amigos alrededor de los 18 a?os, muchos de ellos alumnos o exalumnos del mismo instituto. Hac¨ªa muchas semanas que llevaban preparando un gran plan para este Halloween: un desfile de zombis por toda la l¨ªnea 5 hasta la Casa de Campo. La fecha estaba marcada en miles de calendarios m¨¢s: el dj Steve Aoki presid¨ªa la fiesta del Madrid Arena. Los mensajes que los chicos colgaban en la cuenta de Twitter de la organizaci¨®n rebosaban expectaci¨®n: ¡°Terminado el examen, ya pensando en el fiest¨®n¡±, ¡°desde Huelva para liarla¡±, ¡°va a ser el desfase¡±¡ Otros se te?¨ªan de desesperaci¨®n 13 horas antes de la apertura de puertas: ¡°?Quedan entradas?¡±. Y la organizaci¨®n se dejaba querer: ¡°Solo 500 en puerta a 60 euros¡±.
Guillermo Caro, de 17 a?os, es miembro de este grupo, tristemente marcado desde la madrugada del jueves por la baja de Roc¨ªo O?a y Cristina Arce, dos de las cuatro fallecidas en la avalancha que convirti¨® la Thriller Music Park en una tragedia. No fueron los 200 juntos, pero el plan era encontrarse en el aparcamiento del Arena para hacer un botell¨®n. ¡°Yo sal¨ª con unos 12 amigos: ¨ªbamos vestidos de polic¨ªas y presos zombis¡±, cuenta. A las diez de la noche el metro ya herv¨ªa de muertos vivientes con bolsas de bebidas y maquillaje de heridas supurantes. A las once llegaron a la Casa de Campo. En una noche fr¨ªa, se calentaron el cuerpo alrededor del pabell¨®n con las copas de pl¨¢stico en la mano. Los 200 de la Alameda fueron desfilando por all¨ª, bebiendo, riendo y sac¨¢ndose fotos para recordar la noche. A las doce y media volvieron a separarse para entrar.
¡°La seguridad era mal¨ªsima¡±, recuerda Guillermo, todav¨ªa afectado por los homenajes a las amigas desaparecidas. ?l pas¨® los controles acompa?ado de otras dos chicas de 15 y 16 a?os: uno primero de mochilas en el que asegura que ni las inspeccionaron, y un segundo de entradas y DNI que los tres menores franquearon sin despeinarse ni recurrir a falsificaciones. ¡°Yo le hab¨ªa comprado la entrada a un colega relaciones p¨²blicas por 25 euros y pensamos que, si no nos dejaban pasar, las revender¨ªamos por 60, pero entramos sin problema¡±.
Dentro se encontraron una marea de gente, muchos disfrazados para el concurso en homenaje al videoclip de Thriller de Michael Jackson que daba nombre a la cita. El exceso de aforo ha marcado el debate posterior al desastre. Infinidad de testigos aseguran que se rebasaron las 9.650 personas autorizadas, que los relaciones p¨²blicas duplicaron la venta de tickets, que parte del p¨²blico entr¨® con pases falsos o incluso sin ellos... La empresa, Diviertt, previsiblemente, niega todas las acusaciones. Su portavoz, Jorge Morales, asegur¨® a la Cadena SER que hubo un ¡°riguroso control de acceso¡± y que contaron con m¨¢s de 100 operarios de dos empresas para ocuparse de la seguridad.
A la espera de la investigaci¨®n policial, que pasa por el an¨¢lisis de las 1.350 horas de grabaciones que registraron las c¨¢maras repartidas por el recinto, lo que s¨ª parece complicado desmentir es que no se regul¨® apropiadamente el tr¨¢nsito dentro del pabell¨®n. Aunque el aforo m¨¢ximo es de 10.600 personas, estas se deben repartir de forma equitativa entre los tres pisos (unas 3.500 por cada uno), mientras que durante la fiesta tuvieron tendencia a concentrarse casi todas en la planta baja para seguir las actuaciones de cerca. A la tres de la ma?ana, la pista pudo acumular entre 5.600 y 7.000 personas, seg¨²n c¨¢lculos elaborados a partir de informaci¨®n de fuentes municipales.
El dj Julien Leik abri¨® la andanada electro house de la noche. Sigui¨® el d¨²o AutoErotique. La mayor¨ªa del p¨²blico, mientras tuviese fuerzas, intentaba aguantar en la pista. Cuando estas flaqueaban, se refugiaba a descansar en los pisos superiores, originando un trasiego continuo por las escaleras. A este flujo se le a?ade que muchos chicos entraban y sal¨ªan del recinto para fumar, llamar por tel¨¦fono, beberse unas copas en el botell¨®n ¡ªen el interior costaban mucho m¨¢s caras: cinco por una o diez por el bono de tres¡ª o para descansar los o¨ªdos despu¨¦s de la descarga de ruido.
Un personaje a su pesar fundamental en el desarrollo de los hechos es la estrella de la noche. Steve Aoki, nacido en Miami e hijo de un luchador de lucha libre japon¨¦s, es una estrella planetaria. Es el 13 dj m¨¢s rico del circuito, seg¨²n la p¨¢gina CelebrityNetWorth. Las entradas para sus sesiones se agotan con meses de antelaci¨®n. Posee una l¨ªnea de ropa, su propia revista, y vende a precio de oro los auriculares que dise?a. Pueden parecer banalidades, pero son datos que hablan de una pasi¨®n compartida por millones de j¨®venes que expresan su devoci¨®n en las redes sociales y en las fiestas. Aoki es un dios pagano y la del jueves era su noche. Nadie quer¨ªa perd¨¦rsela. ¡°Es un espect¨¢culo tremendo. Se entrega un mont¨®n al p¨²blico. Por eso todo el mundo le quiere¡±, confirma Guillermo.
Atasco en el t¨²nel
Si el lector quiere entender las sensaciones que produce la m¨²sica del dj, le basta con escuchar su hipercafeinada remezcla del ya de por s¨ª poco sereno New Noise de los hardcore Refused. Tiene garantizado que en dos minutos se encontrar¨¢ euf¨®rico brincando sin camiseta o, muy al contrario, huyendo hacia la salida m¨¢s cercana para salvar los t¨ªmpanos. Ese patr¨®n parece que se repiti¨® en el Madrid Arena: mientras una minor¨ªa intentaba salir de la pista, una mayor¨ªa excitada por la m¨²sica, el alcohol y el deseo de asistir a la atracci¨®n de la noche se abalanz¨® en direcci¨®n contraria. Colisionaron en un pasillo de tres metros de ancho, en penumbra y sin saber muy bien qu¨¦ ten¨ªan delante ni detr¨¢s. Seg¨²n varios testimonios, ese atasco se prolong¨® muchos minutos. Hasta que se activ¨® el detonante que hizo cundir el p¨¢nico. Es la supuesta bengala lanzada por ¡°un descontrolado que cre¨® el espanto¡±, en palabras del portavoz de Divertt, que concentra todas las culpas del desastre en el desafortunado pir¨®mano. Sin embargo, en la versi¨®n de los presentes, el humo y las chispas fueron solo la gota que desbord¨® una situaci¨®n con muchas posibilidades de desembocar en un accidente.
¡°Cuando el presentador grit¨® ¡®?Aoki!¡¯, todo el mundo se volvi¨® loco y quiso entrar en la pista¡±. El relato de Guillermo encaja con todos los recopilados. En ese momento, en torno a las tres y media, gran parte de los 2.000 j¨®venes que beb¨ªan en la calle intent¨® entrar al pabell¨®n, a la vez que los ocupantes de los pisos superiores bajaron por las dos escaleras confluyendo en un vest¨ªbulo frente al t¨²nel maldito: el tap¨®n se hizo insoportable. Guillermo ya estaba dentro de la pista y vio el destello de lo que parece que fue la bengala, pero pens¨® que era alg¨²n efecto producido por la organizaci¨®n.
El relato de aquellos minutos es angustioso. Con los empujones los j¨®venes empezaron a caerse al suelo apil¨¢ndose unos sobre otros. Los m¨¢s peque?os, generalmente mujeres, desaparecieron en un bosque de piernas. ¡°Yo aguantaba a tres chicas que estaban por caerse pero me preocupaban m¨¢s los que estaban en el suelo¡±, cont¨® un chico llamado Ramiro a EL PA?S. ¡°No te pod¨ªas mover ni para adelante, porque hab¨ªa gente tirada, ni hacia detr¨¢s, porque segu¨ªan empujando. Estuvimos como media hora as¨ª, hasta que se les ocurri¨® abrir otra salida¡±, explicaba Ernesto Moreno. La salida en realidad la abrieron los chicos tumbando una puerta lateral. ¡°Nos fuimos metiendo en una peque?a sala¡±, a?ad¨ªa Estefan¨ªa, ¡°en mi caso tumbada en el suelo mientras un amigo tiraba de m¨ª porque era imposible sacar mis piernas del mogoll¨®n¡±. Sandra Ballesteros contaba que se encontr¨® ¡°con los pies en el aire, sujetada de las costillas por varios codos. Gracias a un chico sal¨ª, que no s¨¦ ni c¨®mo me sac¨®¡±. La llev¨® hasta una barra y la sent¨® para desabrocharle el vestido y que pudiera respirar. ¡°Ten¨ªa las costillas que me explotaban, pero se acerc¨® uno de seguridad, me agarr¨® de un brazo y me baj¨® al suelo de un tir¨®n porque ah¨ª no se pod¨ªa estar sentado¡±. Eran las cuatro de la ma?ana. Cuando los servicios de seguridad acudieron a los gritos y empezaron a sacar gente, se revel¨® la dimensi¨®n del accidente. Muchas chicas no pod¨ªan incorporarse, faltas de ox¨ªgeno por los pisotones y el peso que hab¨ªan soportado. ¡°Vi a cuatro o cinco tiradas en el suelo. Hab¨ªa zapatos sueltos alrededor y alguien le estaba tomando el pulso a una de ellas¡±, recordaba Ramiro.
A pesar del drama, nada de lo que ocurri¨® en la ratonera del pasillo transcendi¨® unos metros m¨¢s all¨¢. La organizaci¨®n y la polic¨ªa decidieron no evacuar la fiesta para evitar ataques de p¨¢nico que empeoraran la situaci¨®n. ¡°No se enter¨® nadie. Ni siquiera muchos de los que estaban en el t¨²nel¡±, asegura Guillermo. ?l sigui¨® bailando hasta que termin¨® Aoki, casi a las seis de la ma?ana. Entonces qued¨® en el aire un olor extra?o junto al de sudor que ahora Guillermo atribuye a la bengala. ¡°Pero fue al salir, a las seis y media, cuando nos dimos cuenta de que hab¨ªa pasado algo raro, con todas las ambulancias y la polic¨ªa¡±. Sin conseguir enterarse de qu¨¦ ocurr¨ªa, junto a una parte del grupo cogi¨® el metro hasta casa. Sin Roc¨ªo ni Cristina.
¡°Al d¨ªa siguiente, cuando los amigos se enteraron, empezaron a llamarse, pero la mayor¨ªa dorm¨ªamos¡±, cuenta. Esos miles de m¨®viles apagados y con resaca fueron los que llevaron a m¨¢s de un padre a la puerta del Anat¨®mico Forense, hist¨¦ricos porque desconoc¨ªan d¨®nde estaban sus hijos. La madre de Guillermo sab¨ªa que ¨¦l dorm¨ªa en su habitaci¨®n. A las tres de la tarde entr¨® a despertarlo. Hab¨ªa venido a buscarlo un amigo. Ten¨ªa las peores noticias.
Aoki se apresur¨® a colgar en Internet sus condolencias y asegur¨® que, de haber conocido el accidente, no habr¨ªa continuado con la actuaci¨®n. En se?al de luto cancel¨® su sesi¨®n en Bilbao. La empresa niega cualquier responsabilidad pese a la indignaci¨®n de buena parte de los asistentes a la fiesta. El Ayuntamiento, para no desmentir a quienes aseguran que gobierna a golpe de titular, ha anunciado que se acabar¨¢n las fiestas y conciertos en instalaciones municipales. Alguien que presuntamente lanz¨® una bengala est¨¢ ahora mordi¨¦ndose las u?as: en caso de que sea identificado y detenido, se expone a 18 a?os de prisi¨®n; si no, simplemente a toda una vida con la imagen de cuatro chicas aplastadas sobre la conciencia. La pandilla de Alameda Osuna organiz¨® el viernes un homenaje a Roc¨ªo y Cristina lleno de velas y l¨¢grimas.
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