Cada d¨ªa m¨¢s d¨¦bil
La infame herencia que Fabra recibi¨® de Camps ya es suya
Si las se?ales que ven¨ªan emiti¨¦ndose desde el Palau de la Generalitat en los ¨²ltimos meses eran alarmantes, de un tiempo a esta parte comienzan a resultar angustiosas. La gesti¨®n (?) de Alberto Fabra y de su Consell muestra tantos y tan graves signos de agotamiento que no parece temerario aventurar que el president ha asumido ya su condici¨®n de correveidile de la Moncloa, incapaz de imprimir un sello propio a su labor. Cierto es que le ha tocado bailar con la m¨¢s fea; pero durante el tiempo que lleva en el cargo ni una sola vez ha sido capaz de marcar el paso. Y las pocas veces que lo ha intentado le han pisado los pies. Abrumado por las deudas, desorientado por el malestar social que todos los d¨ªas se expresa frente a su despacho, postergado por dirigentes de su partido -en Madrid y en la Comunidad Valenciana- agobiado por los casos de corrupci¨®n y los esc¨¢ndalos que salpican al PP, Fabra emite s¨ªntomas de agotamiento. No acaba de entender en qu¨¦ consiste el cargo de presidente de la Generalitat, tan distinto de su a?orada alcald¨ªa de Castell¨®n, donde todo era mucho m¨¢s sencillo, y tampoco sabe muy bien de qu¨¦ va esto de la Comunidad Valenciana. Sus discursos est¨¢n plagados de referencias a "alicantinos, castellonenses y valencianos", como si la autonom¨ªa, en lugar de ser un todo, no pasara de ser la suma de tres partes heterog¨¦neas.
Fabra lleva el suficiente tiempo en el Palau de la calle Cavallers para que se le pueda evaluar por sus actos y no solo por la herencia recibida. Y el saldo no es precisamente positivo. Vaya por delante que a los pol¨ªticos no basta con medirlos por lo que hacen o dejan de hacer, sino por las expectativas que levantan. No fueron muchas las que gener¨® el actual president, sinceramente, pero si algunas m¨¢s de las que est¨¢ manifestando. En una crisis tan grave como la actual parece necesario demostrar un cierto liderazgo para aunar voluntades entre agentes sociales, partidos pol¨ªticos y sindicatos que le respaldaran en sus t¨ªmidos intentos de conseguir un mejor trato por parte del Ejecutivo de Mariano Rajoy. Nada de ello ha hecho, fiando toda su fortuna a encuentros bilaterales de los que sale con alguna que otra foto, pero sin ning¨²n compromiso concreto. Afirmar que el Gobierno de Espa?a le ningunea no es ninguna exageraci¨®n. Lo ha comprobado ya en suficientes ocasiones. Con motivo del rechazo de sus enmiendas a los Presupuestos generales del Estado, desde el Palau de la Generalitat se traslad¨® el mensaje de que se iba a producir un "punto de inflexi¨®n" en las relaciones con Madrid. Han pasado varias semanas y no se ve el cambio de rumbo por parte alguna. Las declaraciones del consejero de Hacienda, Jos¨¦ Manuel Vela, que iban en el sentido anunciado desde presidencia, se recibieron en el ministerio de Crist¨®bal Montoro como quien oye llover.
Al president se le menosprecia m¨¢s all¨¢ y m¨¢s ac¨¢ de Contreras. Es un peso pluma en la pol¨ªtica nacional y en la Comunidad Valenciana sus opiniones apenas si son tenidas en cuenta. Algunos hechos de esta semana pasada han sido bastante elocuentes. El mismo d¨ªa que en las Cortes Valencianas el grupo parlamentario popular rechazaba las enmiendas a la totalidad a los presupuestos auton¨®micos, el presidente de la Diputaci¨®n de Valencia, Alfonso Rus, que maldisimula el desd¨¦n que siente por Fabra, presentaba unas cuentas provinciales expansivas, presum¨ªa de reducir la deuda de la corporaci¨®n y anunciaba un aumento de las inversiones en los municipios de la provincia. Justo en los ant¨ªpodas de la pol¨ªtica econ¨®mica que predica Fabra -y Rajoy, hay que decir- La elecci¨®n del d¨ªa por parte de Rus no fue balad¨ª. Buscaba confrontar su gesti¨®n con la de su vecino en la plaza de Manises. Y lo consigui¨®, vaya si lo consigui¨®. Si Fabra, o alguien de su equipo, hubiera tenido la autoridad suficiente, habr¨ªa frenado la iniciativa de Rus por las buenas o a las bravas, record¨¢ndole al alcalde de X¨¤tiva la existencia de una Ley de Coordinaci¨®n de Diputaciones, que sigue en vigor y que obliga a las corporaciones provinciales a someter sus presupuestos a las Cortes Valencianas. Pero qui¨¦n sabe de la existencia de dicha ley. Vale la pena recordar que, tras la de presupuestos, fue la primera que aprob¨® Joan Lerma y que ning¨²n presidente, ni el que la promovi¨®, se ha atrevido a utilizarla. Tampoco a derogarla. Ah¨ª est¨¢, pero se incumple sistem¨¢ticamente. Y luego hablan del Estado de derecho.
La acci¨®n de Rus no encontr¨® respuesta (en el PP regional conf¨ªan en pasarle el cobro de todas las facturas al din¨¢mico alcalde setabense cuando llegue el momento de confeccionar las candidaturas municipales y auton¨®micas. Pero hasta entonces¡) y, para colmo, Fabra ha acabado enred¨¢ndose con su vicepresidente Jos¨¦ Ciscar a cuenta del futuro de la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, a quien la audici¨®n de las conversaciones con el promotor Enrique Ortiz, la ha dejado m¨¢s expuesta de lo que ya lo estaba. Ver a ambos discrepar, para luego rectificar y fotografiarse los tres juntos como alegres camaradas del reino de la corrupci¨®n, no augura nada bueno para la pol¨ªtica de tolerancia cero con los presuntos corruptos de la que tanto ha blasonado Fabra. Solo faltaba que una persona tan alejada de estos estercoleros, como el consejero Vela, vaya a ser investigado judicialmente por revelaci¨®n de secretos.
Las dificultades con que se encontr¨® Fabra a su llegada a la presidencia ya son historia. La infame herencia que recibi¨® de Camps, ya es su herencia. Si no es capaz de trasladar a los ciudadanos que realmente existe un "punto de inflexi¨®n", tiene un serio problema. Escapar de los problemas trasladando los plenos del Consell a Castell¨®n semana s¨ª, semana no, para poder pasar el fin de semana en su casa con su familia y sus amigos, fotografiarse con pasteleros (en Castell¨®n, claro) no sirve para nada. Cada d¨ªa que pasa sin atreverse a gobernar, solo revela su creciente debilidad. Y su partido, que no le enga?en, cuenta cada vez con menos apoyos electorales en la Comunidad Valenciana. Deber¨ªa hacer algo sublime o algo rid¨ªculo; pero no estar¨ªa de m¨¢s que hiciera algo.
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