Una primavera en Eivissa
"Sabemos que buscamos los rostros conocidos de quienes desde nuestra juventud nos acompa?an"
Parafraseando a George Sand, Un invierno en Mallorca, y contrariamente a su desde?o por los, seg¨²n ella, toscos y retra¨ªdos lugare?os, fue aprecio lo que sentimos nosotros, desde el primer momento, por el car¨¢cter abierto y tolerante de los ibicencos. Llegamos, hace unos cuarenta y cinco a?os, por primavera, a la isla de Eivissa, con apenas veinte reci¨¦n cumplidos. Era una semana santa, en la que, por entonces, todo permanec¨ªa cerrado, salvo, en la noche del s¨¢bado santo, un club nocturno, Lola¡¯s, que resiste, todav¨ªa, junto a la muralla de Dalt Vila. Tras unos d¨ªas apacibles, marchamos a Formentera, guitarra en ristre, Jol¨ªs P¨¦rez de los Cobos a los acordes, de Wight is Wight, viva Donovan, aquel del Universal soldier.
En la isla menor de las Pitiusas, tras visitar, en Sant Ferran de ses Roques, lugar recomendado por algunos iniciados, la Fonda Pepe - frecuentada por los primeros hippies - fuimos a dormir, con nuestras rudimentarias tiendas de camping, a una bien allanada parcela contigua. A la ma?ana siguiente, quedamos sorprendidos, al comprobar que nos hab¨ªamos instalado en unos terrenos destinados a la pr¨¢ctica de f¨²tbol, por la Escola Municipal. Precipitadamente, tuvimos que abandonarlos, unos j¨®venes estudiantes de leyes, alguno de ellos, Pedro Aguil¨®, a?os m¨¢s tarde, abogado del Estado, al servicio del Govern Balear. Esta fue mi primera, fallida, experiencia campista. Tiempo m¨¢s tarde volvimos a intentarlo, de nuevo, en la isla de Eivissa, por las proximidades de cala Xarraca, acompa?ados de manos expertas, conocedoras del terreno, siendo ya licenciados, cient¨ªficos, e incluso alguna profesora, Carmen Alborch, tiempo despu¨¦s, ministra del Gobierno de Espa?a.
Pasando del camping a las primeras pensiones, frecuent¨¦ Casa Juanito en Eivissa ciudad, tambi¨¦n subsistente en la actualidad, donde, la compa?¨ªa de un joven ilustrado, hoy diplom¨¢tico de carrera, Eduardo Quesada, me permiti¨® alcanzar, durante numerosas veladas, el punto m¨¢s alto, donde se alza la catedral, y, desde all¨ª, disfrutar pacientemente de su conversaci¨®n. Y, m¨¢s adelante, con Amparo, mi mujer, llegamos a Santa Eul¨¤ria, que vino a convertirse en nuestro refugio de cabecera. Primero en el Hostal El Pinar de Cala Llonga, gracias a la hospitalidad de do?a Antonia Noguera, quien nos albergaba con facilidad -al llegar sin avisar- y nos permit¨ªa disfrutar de su compa?¨ªa, y de la de sus hijos, hasta que, traspasada la gesti¨®n del local al touroperador de turno, optamos por trasladarnos al lado norte de Santa Eul¨¤ria, pasado el r¨ªo, a S¡¯Argamassa, un lugar m¨¢s pr¨®ximo a Sant Carles.
Y desde entonces, por muchos a?os, no se ha interrumpido nuestra relaci¨®n amable con Santa Eul¨¤ria des Riu. M¨¢s bien se ha acrecentado. As¨ª, hacemos nuestras las palabras del poeta, Vicent Andr¨¦s Estell¨¦s, al despedirnos amorosamente cada a?o: ¡°Teuladins de la pla?a de Santa Eul¨¤ria, ad¨¨u, m¡¯en vaig, i no s¨¦ quan podr¨¦ tornar a l¡¯Illa¡±. Desde Santa Eul¨¤ria, cada s¨¢bado, acudimos puntualmente a Sant Carles, a visitar el mercadillo de Las Dalias, sin saber bien el porqu¨¦, pues de sobra lo conocemos y apenas casi compramos. Pero s¨ª sabemos que buscamos los rostros conocidos de quienes desde nuestra juventud nos acompa?an.
El padre del historiador de Santa Eul¨¤ria. Antoni Ferrer, resume de forma expresiva el ¨¦xito de la idea del fundador del mercadillo, Joan Mar¨ª, en 1954: ¡°Primero iban los de Sant Carles y alguno de Santa Eul¨¤ria, despu¨¦s los ibicencos (de ciudad de Eivissa) y los peluts, m¨¢s tarde los primeros turistas y ahora todo el mundo¡±. Seguramente acudimos a Las Dalias con asiduidad, porque creemos en un mundo m¨¢s feliz, en el que los hippies (cari?osamente, los peluts), los que hubo y los que quedan, con su apuesta multicultural, pacifista, hedonista, solidaria, ecol¨®gica, y tolerante, concentrados mayoritariamente entre Sant Carles y Santa Eul¨¤ria, contribuyeron en gran medida a trasladar a nuestro mediterr¨¢neo los cambios sociales m¨¢s fundamentales de la segunda mitad del siglo XX. Y as¨ª queremos recordarlo, y continuar siendo conscientes de ello, al regresar cada primavera.
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