Del sue?o a la pesadilla ¡®vamp¡¯
La Casa del Lector de Matadero aloja dos muestras aparentemente contrapuestas: una sobre la huella de la novela ¡®Dr¨¢cula¡¯ en la cultura popular; otra sobre la ilustraci¨®n de los sue?os
Vivimos tiempos vamp¨ªricos, con vampiros de carne y de hueso que chupan la sangre al ciudadano de a pie y que dan mucho miedo, incluso m¨¢s que los vampiros de ficci¨®n, en comparaci¨®n entra?ables, y el rey de todos ellos: el conde Dr¨¢cula. Por esto, y porque es el centenario de la muerte de su creador, Bram Stoker, viene a cuento la exposici¨®n Dr¨¢cula, un monstruo sin reflejoque se puede ver desde hoy en la Casa del Lector de Matadero. Un recorrido desde los precedentes del mito hasta las profundas marcas que el conde ha dejado, no solo en sangrientos cuellos de sus v¨ªctimas, si no en la cultura popular.
?El paseo, que ocupa todos los puentes interiores que cruzan de un lado a otro La Casa del Lector, presta especial atenci¨®n a la figura de su autor, un escritor y matem¨¢tico no demasiado virtuoso en el resto de su obra que en ning¨²n caso hubiera pasado a la historia de la literatura si no fuera por su gran novela Dr¨¢cula, concebida como sucesi¨®n de fragmentos de cartas, diarios, noticias, en la que algunos han visto una novela posmoderna avant la lettre escrita en 1897, una curiosa ¨¦poca en la que conviv¨ªan el empuje de la ciencia y la raz¨®n con el gusto por lo m¨¢gico, lo ex¨®tico y lo oculto.
Se exponen las primeras p¨¢ginas del original escrito a m¨¢quina (algo muy avanzado para la ¨¦poca) y algunos de los libros que utiliz¨® Stoker como documentaci¨®n durante los siete a?os que le llev¨® terminarla: vol¨²menes sobre folclore magiar, demonios, medicina y cirug¨ªa, superstici¨®n y otras bizarrer¨ªas. Se repasa, c¨®mo no, el c¨®mic y la extensa filmograf¨ªa producida por el mito, desde el Nosferatu de Murnau (que no se llam¨® Dr¨¢cula para ahorrase los derechos de autor), hasta las versiones de Coppola o Herzog, pasando por los dr¨¢culas gentleman interpretados por Bela Lugosi y Christopher Lee.
?Por qu¨¦ ha dado tanto de s¨ª la figura de Dr¨¢cula? ¡°Yo creo que tiene que ver con la relaci¨®n entre el amor y el mal, y su contagio, pues Dr¨¢cula es el mal en estado puro, no tiene la parte buena, el Jekyll de Hyde, pero tambi¨¦n es un enamoradizo¡±, explica Jes¨²s Egido comisario de la exposici¨®n junto a Eduardo Riestra, quien destaca ¡°el morbo que provoca la atracci¨®n por el mal, por el abismo¡±. De especial inter¨¦s ser¨¢ para el visitante el dec¨¢logo para reconocer a un vampiro: si usted no se refleja en los espejos, no soporta la luz, el ajo ni el agua bendita, tiene una voz hipn¨®tica (aunque un aliento f¨¦tido) o no puede entrar en lugares a los que no haya sido invitado, puede que usted sea un vampiro.
Para templar un poco los ¨¢nimos y pasar de estas pesadillas a los dulces sue?os se inaugura simult¨¢neamente la exposici¨®n Lecturas de cabecera. Ilustrarte 2012, comisariada por Eduardo Filipe y Ju Godinho que recoge las obras de los 50 artistas seleccionados por la Bienal Internacional de Ilustraci¨®n que se celebra en Lisboa desde 2003. Es curiosa y azarosa la forma en la que el visitante se acerca a las obras expuestas: una cama de dimensiones gigantescas (no se echen a dormir) da paso a una gran sala en la que se encuentran 50 mesillas de noche con tres cajones, en cada uno de los cuales el visitante encontrar¨¢ una obra de ilustraci¨®n.
As¨ª uno puede ir probando, vagando y dej¨¢ndose sorprender por lo que va apareciendo ante sus ojos. En primer t¨¦rmino est¨¢n las obras del ganador del premio Ilustrarte 2012, el italiano Valerio Vidali, y las menciones especiales del tambi¨¦n italiano Simone Rea y las alemanas Nina Wehrle y Evelyn Laube. Encima de cada mesilla hay una l¨¢mpara que se va enrojeciendo por su parte superior, porque, no lo olvidemos, en el piso de arriba, en el lado de las pesadillas, siguen estando los vampiros.
Lecturas de cabecera. Ilustrarte 2012 y Dr¨¢cula: un monstruo sin reflejo pueden visitarse en la Casa del Lector, dentro de Matadero. Paseo de la Chopera, 10.
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