Justicia a la pepitoria
Seg¨²n la sentencia, con Pantoja a su vera, el alcalde de Marbella ya no tuvo necesidad de adquirir sociedades o acudir a personas interpuestas para blanquear dinero
El declive de Isabel Pantoja se inici¨® con la compra de un local en Fuengirola donde puso un restaurante que se llamaba La Cantora. Nadie pueda esperar nada bueno de un local gastron¨®mico donde el plato estrella es una especie de pollo a la pepitoria que lleva el nombre de la due?a del local. Aquello fue una ruina y se llev¨® por delante los ahorros acumulados durante largos a?os de arrastrar batas de cola por los escenarios. Cuentan que el d¨ªa que Isabel Pantoja ech¨® el cierre, fue la ¨²nica ma?ana que hubo colas en el restaurante para entrar. Nadie iba a reservar mesa, sino a intentar cobrar las facturas sin liquidar que la cantante iba acumulando en los cajones del mostrador.
?Lo que pas¨® a partir de entonces tiene banda sonora, los trozos de las canciones que han ido marcando su trayectoria profesional. Esta parte de la historia comenz¨® un d¨ªa que el amor llam¨® a su puerta cuando menos lo esperaba y apareci¨® una foto de la cantante con Juli¨¢n Mu?oz. Ella iba de peregrina y el exalcalde de Marbella la cogi¨® de la mano y la agarr¨® por la cintura, mientras ella le contaba a la sombra de los pinos. En las revistas del coraz¨®n salieron ambos contando las flores que salen en mayo y ese d¨ªa anunciaron p¨²blicamente que estaban enamorados. Lo explic¨® en su d¨ªa Mar¨ªa del Monte en su C¨¢ntame, fue aquella ma?ana que bailaron las estrellas que desde el cielo los miraban. Desde Marinero de luces nadie hab¨ªa escrito una canci¨®n que explicara mejor en unas letrillas el momento hist¨®rico que estaba viviendo Isabel Pantoja.
Luego, todo fue coger y cantar. La tonadillera estuvo cuatro a?os a la vera de Juli¨¢n Mu?oz, siempre a la verita suya. Seg¨²n la sentencia, a su vera, a la verita suya, el alcalde de Marbella ya no tuvo necesidad de adquirir sociedades o acudir a personas interpuestas para blanquear el dinero que acumulaba de sus actividades delictivas. Utiliz¨® las actividades empresariales, profesionales y la estructura societaria de su nueva pareja, Isabel Pantoja, quien le sirvi¨® de cobertura para al ocultamiento de los bienes. Ya hubieran procesos judiciales, ya pudieran cruzar sociedades, ya pudieran detenerlo en las inmediaciones de su puerta, que ella estuvo siempre a su vera, a la verita suya.
Lo dem¨¢s, ya lo conocen. La separaci¨®n y el posterior juicio, ese en el que Isabel Pantoja asegur¨® que nada le deb¨ªa y que nada le pidi¨® a Juli¨¢n Mu?oz. Que se fue de su vera y que lo olvid¨®. En la vista oral dijo que era ella la bien pag¨¢, ya que cobraba mucho dinero por las exclusivas y por sus galas. All¨ª cont¨® que nunca se vendi¨® a Mu?oz por un pu?ao de parn¨¦: ¡°El dinero lo gan¨¦ yo, le pagaba yo, le manten¨ªa yo¡±. Fue el mismo d¨ªa que confes¨® que estaba algo cansada de llevar esa estrella que le pesaba tanto. Confes¨® tambi¨¦n haber llorado mil veces por cosas que perdi¨® en el camino y que, a veces, le hicieron tanto da?o. Ella dijo que quer¨ªa confesarse para matar los rumores de las esquinas. Fue el d¨ªa que el juicio qued¨® visto para sentencia y el fiscal mantuvo los delitos que le pod¨ªan caer encima.
Al final, a la sentencia le ha ocurrido como al plato estrella del restaurante que tuvo Isabel Pantoja, que ha tenido el punto de cocci¨®n exacto para que se fr¨ªan los muslos sin quemar la pechuga, que es la carne m¨¢s apreciada del pollo. En los casos de corrupci¨®n, las sentencias deber¨ªan ser algo m¨¢s ejemplarizantes y que nadie pueda pensar que hay delitos cuya pena es menor que el favor obtenido cometi¨¦ndolos. No puede existir una especie de justicia a la pepitoria, en los t¨¦rminos en los que plante¨® Cervantes en el pr¨®logo de sus Novelas Ejemplares: ¡°De estas novelas que te ofrezco, en ning¨²n modo podr¨¢s hacer pepitoria, porque no tienen ni pies, ni cabeza, ni entra?as, ni cosas que les parezca¡±. Cervantes fue un escritor con muchas luces. Como aquel marinero, el de ese barco que cruz¨® la bah¨ªa cargado de sue?os. Qu¨¦ tiempo aquellos.
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