C¨®mo bajar las escaleras con estilo
Los ex altos cargos p¨²blicos han adoptado un relativismo moral que afecta por igual a la pol¨ªtica, a la ideolog¨ªa y al bolsillo
A fuerza de repet¨ªrselo se han cre¨ªdo delicados jarrones chinos que hay que situar en un lugar destacado. La met¨¢fora se aplicaba, en principio, a los expresidentes de Gobierno que, una vez agotado su mandato, deb¨ªan tener cierta visibilidad in¨²til en un ¨¢ngulo oscuro de los becquerianos salones del poder pero pronto, por simple imitaci¨®n, cientos de expresidentes de comunidades, insignes alcaldes, presidentes del Congreso o comisarios europeos reivindicaron el estatus de jarr¨®n chino y ah¨ª est¨¢n, afeando nuestras casas y entorpeciendo cada d¨ªa m¨¢s nuestros pasos.
Hasta hace poco tiempo se conformaban con un cierto estatus institucional pero, con el paso del tiempo, han adoptado un relativismo moral que afecta por igual a la pol¨ªtica, a la ideolog¨ªa y al bolsillo. Estos delicados jarrones chinos son ahora el estandarte de empresas energ¨¦ticas y de comunicaci¨®n. De alguna forma se justificaran a s¨ª mismos sus sueldos millonarios, sus dedicaciones estramb¨®ticas, pero son un claro mensaje a la ciudadan¨ªa del final de los principios y de la ¨¦tica pol¨ªtica.
Todos los partidos poseen su temible colecci¨®n de jarras y jarrones chinos pero en el caso del PSOE la aglomeraci¨®n de estos feos objetos es realmente terrible. Inundan los lugares de paso, las zonas de descanso e incluso las salidas de emergencia necesarias ante esta pavorosa crisis.
Los pelda?os del ascenso social son f¨¢ciles de subir porque el ¨¦xito ¡ªque no el amor, querido Shakespeare¡ª hace livianas las cuestas y nos da alas para superar los muros, sin embargo, bajar las escaleras con elegancia es un dif¨ªcil arte que la democracia espa?ola no ha aprendido todav¨ªa. Por eso, ser¨ªa bueno tener en cuenta alguna de estas recomendaciones, que el pueblo llano conoce perfectamente, pero que vuestro autoenga?o os impide siquiera divisar.
Preg¨²ntate en qu¨¦ momento te aterroriz¨® volver a tu barrio
Primero: No te pagan por trabajar en la empresa privada, ni siquiera por trabajar. Lo hacen para comprar una marca, una fidelidad a los intereses privados por encima de cualquier consideraci¨®n p¨²blica. Aceptando sus proposiciones est¨¢s diciendo que todo se vende y se compra, que la vida pol¨ªtica es s¨®lo un eslab¨®n para el ascenso social m¨¢s descarado. L¨¦ete a Balzac, por favor.
Segundo: que los grandes grupos comunicativos no te hacen entrevistas exclusivas por la importancia de tu figura sino porque tus declaraciones van a ser la munici¨®n con la que carguen contra la fuerza pol¨ªtica a la que representaste. Resulta completamente obsceno el desfile de antiabortistas, vaticanistas, monarquistas empecinados, adoradores de las pol¨ªticas austericidas, defensores de Angela Merkel, anticatalanistas, antiautonomistas que exhiben en sus t¨ªtulos de cr¨¦dito la marca PSOE.
Tercero: Por muchos a?os que hayas ejercido el poder, no eres el m¨¢s listo, el ¨²nico que comprende la complejidad de la situaci¨®n. Nadie te ha expedido un t¨ªtulo que te permita mirar por encima del hombro al conjunto de la ciudadan¨ªa y ni te han acreditado como jurado de las actuaciones de tus compa?eros. No hay personas m¨¢s torpes y molestas que quienes piensan que no pueden aprender nada de los dem¨¢s.
Cuarto: Ser¨ªa conveniente que te preguntaras qu¨¦ has hecho de tu vida, c¨®mo has conseguido ser tan desgraciado, no disponer de una profesi¨®n propia, de un lugar al que volver. Es necesario ser un poco tonto para considerarse tan listo. Preg¨²ntate en qu¨¦ momento buscaste en la prensa solo tus fotos y tus titulares; c¨®mo tu vida se separ¨® tanto de la de la gente normal; cu¨¢ndo te aterroriz¨® volver a tu barrio y a un c¨ªrculo de amigos que no sean un club de aduladores.
Quinto: Si a¨²n as¨ª persistes en formar parte de la rebeli¨®n de los jarrones chinos, crea junto con los dem¨¢s un nuevo partido. A fin de cuentas no hay nada m¨¢s parecido a un jarr¨®n chino que otro. Solo os separan las marcas que os esponsorizan pero en todos late id¨¦ntica prepotencia, similar convencimiento de que la realidad es inamovible y la rebeld¨ªa un error. El gusto por la comida cara y las marcas de lujo har¨¢n el resto.
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