La memoria afectiva

Por razones sentimentales, o simplemente porque s¨ª, el concierto de la Sinf¨®nica de Londres ayer en el Auditorio Nacional desprendi¨® una belleza especial. Estaba dedicado a Sir Colin Davis, fallecido en abril, a los 85 a?os, y ligado en vida a la orquesta durante much¨ªsimos a?os, bien como director titular, bien como presidente.

El recuerdo propici¨® una interpretaci¨®n de gran emotividad de Nimrod, la novena de las Variaciones Enigma, de Elgar, utilizada como marcha f¨²nebre en Reino Unido y ofrecida ayer como propina. Antes, la orquesta hab¨ªa demostrado su categor¨ªa, secci¨®n por secci¨®n, instrumento a instrumento, en una Gu¨ªa de orquesta para j¨®venes, de Britten, absolutamente mod¨¦lica, en la que el director Tilson Thomas demostr¨® su sentido educativo en la organizaci¨®n del sonido: claridad y orden a tope.

La orquesta y el director se lucieron sin in¨²tiles golpes de efecto, al servicio ¨²nicamente de la exposici¨®n musical, de la belleza estructural. Con Quiet city, de Copland, calentaron motores, y en la Quinta sinfon¨ªa de Shostakovich alcanzaron cotas de enorme calidad, tanto desde el punto de vista de la transparencia como desde la expresividad.

El allegretto fue primoroso, con unos pizzicatos impecables y una creaci¨®n de climas de m¨¦rito gracias a la secci¨®n de violonchelos; en el largo llegaron a momentos de gran interiorizaci¨®n colectiva y en el allegro non troppo final estuvieron unos y otros sencillamente brillantes. Fue una lectura completa y atractiva, con un Tilson Thomas tan dominador como inspirado. Por esta orquesta no pasan los a?os: responde en conjunto y en los detalles con maestr¨ªa, y jam¨¢s defrauda. Sir Colin Davis puede descansar tranquilo en la eternidad.