?ntimo y penetrante
La cantante sigue siendo la gran dama de la canci¨®n norteamericana sin etiquetas posibles
Lucinda Williams lleg¨® anunciando una velada ¨ªntima, acompa?ada solamente por dos m¨²sicos, y lo que parec¨ªa predestinado a ser uno de esos conciertos bajo m¨ªnimos tan en boga por culpa de la crisis acab¨® convertido en una maravilla. Un derroche de sensibilidad en el que, en ning¨²n momento, se ech¨® en falta una de esas bandas ca?eras que perfectamente podr¨ªan haberle acompa?ado. La cercan¨ªa le sienta de maravilla a Williams y m¨¢s en un entorno que la propicia como es la sala Barts (?llegaremos a pronunciarlo sin atragantarnos?) que esta vez dej¨® sus sillas en el almac¨¦n para liberar la pista y permitir as¨ª una cabida mayor.
La cantante y, sobre todo, compositora de Luisiana a sus 60 a?os sigue siendo la gran dama de la canci¨®n norteamericana sin etiquetas posibles. Lo suyo es country, pero tambi¨¦n es blues y es folk y, en realidad, es todo eso a la vez y muchas cosas m¨¢s. Vestida de negro, botas de media ca?a y el cabello alborotado por la fuerza del aire acondicionado, Williams comenz¨® enarbolando una guitarra ac¨²stica y ya con el primer rasgueo se meti¨® a todo el personal en el bolsillo, como si desprendiese un aura hipn¨®tica. Su voz sigue siendo bella, poderosa y penetrante, ha ganado en profundidad sin perder el toque hiriente y puede pasearse con naturalidad de la balada a susurrante al blues m¨¢s r¨ªtmico. Y, muy importante, sus canciones no se quedan en lo superficial, explican historias que navegan hasta lo profundo.
LUCINDA WILLIAMS
Barts, 14 de junio
A su lado un bajista eficaz y el siempre buen hacer del guitarrista Dough Pettibone que fue empalmando solos de gran enjundia e, incluso, se atrevi¨® en alg¨²n momento con una quejosa pedal steel. No se necesitaba m¨¢s.
Lucinda Williams se pase¨® por todo su repertorio, lleg¨® a lo m¨¢s alto con sus versiones de las esenciales Drunken Angel o Joy. Hacia la mitad del concierto cambi¨® su ac¨²stica por una Telecaster plateada y enfil¨® una recta final mucho m¨¢s r¨ªtmica en la que sobresali¨® una versi¨®n del Hard time killing floor de Skip James. Tambi¨¦n tuvo tiempo para recordar su magn¨ªfico Over time, que hiciera famoso Willie Nelson, y, en la tanda de bises, arrancarse en castellano con el Adi¨®s coraz¨®n de Violeta Parra antes de versionar a Dylan (Trying to get to heaven) y acabar el concierto por todo lo alto, con toda la sala enardecida.
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