Decidir sin dividir
El debate sobre el derecho a decidir crea divisiones internas en los partidos que son percibidas como fragilidad ideol¨®gica
La estasiolog¨ªa, ciencia que estudia los partidos pol¨ªticos, indica que ¨¦stos pocas veces se comportan como actores unitarios y que la presencia de corrientes internas puede tener una doble interpretaci¨®n. Si contribuyen a alimentar el ideario del partido, pueden considerarse como expresi¨®n de pluralismo ideol¨®gico y como s¨ªntoma de buen funcionamiento de la democracia interna, mientras que cuando provocan una lucha destructiva entre facciones, dejan entrever la incapacidad de reconciliar intereses antag¨®nicos y una batalla fratricida por conquistar parcelas de poder.
Cada una de estas interpretaciones tiene consecuencias contrapuestas. Cuando la existencia de corrientes ideol¨®gicas enriquece el debate interno, los partidos pueden ampliar sus bases militantes, sociales y electorales, y generar estructuras m¨¢s descentralizadas para fomentar una din¨¢mica interna plural. En cambio, cuando la lucha entre familias es demoledora y sin ning¨²n empe?o edificante, la organizaci¨®n puede centralizarse, jerarquizarse y reprimir la pluralidad.
La historia reciente de los partidos pol¨ªticos catalanes permite corroborar estas afirmaciones: en algunas formaciones los sectores cr¨ªticos han ocasionado profundas crisis y descalabros electorales, mientras que en otras han permitido sumar siglas que se han convertido en nuevas corrientes internas, aunando sensibilidades pol¨ªticas heterog¨¦neas y ampliando el apoyo social.
El debate sobre el derecho a decidir ha generado nuevas divisiones con efectos muy perjudiciales en el seno de los partidos catalanes
El debate sobre el derecho a decidir ha generado nuevas divisiones con efectos muy perjudiciales en el seno de los partidos catalanes. En CiU no solo persisten las hostilidades entre CDC y UDC para controlar mayores cuotas de poder, sino que se ha instalado un nuevo eje de conflicto entre partidarios y detractores de activar la consulta ciudadana sobre el futuro de Catalu?a. El l¨ªder de esta ¨²ltima corriente, el democristiano Duran Lleida, insiste en enterrar el compromiso electoral de la federaci¨®n y el pacto de legislatura con ERC, y prefiere mantener su fidelidad mercenaria a los intereses ocultos del poder econ¨®mico. El resultado de dicha discordancia es ya patente en todas las encuestas, que indican una clara fuga de votos hacia ERC como opci¨®n m¨¢s firme en este asunto.
El PSC se muestra doblemente dividido. Por una parte, la direcci¨®n del partido menosprecia a diario el derecho de los catalanes a decidir su futuro y se enfrenta abiertamente a los socialistas que no conciben un proyecto pol¨ªtico de izquierdas que vaya en contra de las normas m¨¢s b¨¢sicas del funcionamiento democr¨¢tico. Por otra, mantiene una relaci¨®n ambivalente con el PSOE: d¨ªscola para preservar su identidad en el derecho a decidir, y sumisa cuando intenta desesperadamente mostrar unidad y coherencia en esta cuesti¨®n. Que un partido como el PSC se incline por la excentricidad pol¨ªtica como ¨²ltimo recurso para conseguir apoyo social, significa que ha perdido el norte y, en consecuencia, que entra en una situaci¨®n de alarma demosc¨®pica.
Tambi¨¦n hay divisi¨®n en el PP y, por ende, en el PPC sobre c¨®mo combatir el avance del derecho a decidir. El pulso entre el mesianismo de Aznar y la inoperancia de Rajoy es un vivo reflejo de las dos formas de resolver problemas que maneja el Gobierno espa?ol: el exterminio y la ignorancia. Y esta incapacidad para ofrecer soluciones eficaces desde la responsabilidad gubernamental tambi¨¦n es motivo de rechazo social.
En cambio, en el resto de formaciones pol¨ªticas catalanas (ERC, ICV-EUiA, C'ss y CUP) no hay movimientos internos que se desmarquen de los postulados del partido sobre el derecho a decidir, aunque en una de ellas podr¨ªa haber discrepancias al posicionarse sobre la independencia de Catalu?a. A diferencia de las anteriores, todas estas formaciones gozan, seg¨²n los sondeos, de buenas perspectivas electorales.
En definitiva, cuando lo que alimenta las corrientes internas de los partidos est¨¢ en el centro del debate cotidiano de los ciudadanos y es un objetivo esencial a defender o a atacar, como ocurre con el derecho a decidir, los efectos de la divisi¨®n interna son siempre negativos y de alto riesgo: el supuesto pluralismo interno se percibe como una fragilidad ideol¨®gica y un guirigay que la sociedad no duda en penalizar.
Jordi Matas Dalmases es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UB.
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