Desalmados sin fronteras
Cada medida que no es de su agrado es torpedeada desde Madrid
Tenemos tan cansada la indignaci¨®n que debemos inventar otros conceptos antes de que lleguemos a la conclusi¨®n de que todo es in¨²til, nefasto, ingobernable, irresoluble.
No han comprendido nada. No han aprendido nada. Creen que hay dos tipos de leyes y dos tipos de art¨ªculos constitucionales. Los que afectan a los derechos de los m¨¢s poderosos y los que hablan del inter¨¦s de los de abajo. La Constituci¨®n habla del derecho a la propiedad, pero un poco m¨¢s adelante establece que ¡°toda la riqueza del pa¨ªs en sus distintas formas, sea cual fuese su titularidad, est¨¢ subordinada al inter¨¦s general¡± y, por supuesto, esto ¨²ltimo les parece deleznable.
Aunque el PP se hab¨ªa abstenido en el Parlamento de Andaluc¨ªa, aunque hab¨ªa declarado que era una ley propagand¨ªstica y sin incidencia, Mariano Rajoy ha sacado tiempo para interponer un recurso de inconstitucionalidad contra el decreto antidesahucios de la Junta y exigir su paralizaci¨®n inmediata. No van a consentir la expropiaci¨®n temporal de viviendas a los bancos ni el gravamen a las entidades que tengan viviendas sin sacarlas al mercado.
Estas ¨²ltimas semanas nos han ofrecido una verdadera sinfon¨ªa de insensibilidad social. La Comisi¨®n Europea y el Banco Central han afirmado que el decreto andaluz reduce ¡°el apetito de los inversores por los activos inmobiliarios espa?oles¡±. Reconocen que los dichosos mercados son seres monstruosos y pantagru¨¦licos cuya ansia devoradora hay que alimentar cuidadosamente por los Estados. Nos enteramos de que no basta con haberles ofrecido a los bancos m¨¢s de 40.000 millones detra¨ªdos de nuestro sudor y recortes, sino que adem¨¢s, hay que garantizarles que puedan seguir devorando las entra?as de la Uni¨®n Europea, colocando t¨ªtulos en el mercado y protegiendo sus ganancias. Si esa es la Europa que nos ofrecen, mejor no pertenecer a ese club de adoradores del euro y de los inversores alemanes.
El PP no pierde ocasi¨®n de bloquear al Gobierno andaluz. La mayor¨ªa absoluta que no ganaron en las urnas pretenden alcanzarla a trav¨¦s del Tribunal Constitucional. Dentro de algunos a?os se preguntar¨¢n por qu¨¦ no han conseguido todav¨ªa gobernar en Andaluc¨ªa, pues vayan anotando las razones. Ni siquiera han tenido reparo en dejar en rid¨ªculo a su l¨ªder andaluz, el se?or Juan Ignacio Zoido, quien afirm¨® que no ten¨ªan intenci¨®n de recurrir al Tribunal Constitucional. El hecho de confrontarse con medidas como la subasta de medicamentos o el decreto antidesahucios, acogidos con esperanza por la mayor¨ªa de los andaluces, los coloca fuera del tablero pol¨ªtico andaluz. Tan solo el vergonzoso esc¨¢ndalo de los ERE los mantiene con respiraci¨®n asistida.
Cada votaci¨®n perdida en Andaluc¨ªa, cada medida que no es de su agrado, es torpedeada con artiller¨ªa pesada desde Madrid. A este paso, el Gobierno de Rajoy va a convertir al Tribunal Constitucional en la segunda c¨¢mara de Andaluc¨ªa. Seg¨²n el recurso del Gobierno, las autonom¨ªas no pueden regular absolutamente nada sin que el Estado previamente lo haya autorizado, lo que equivale a anular su existencia. Han retornado al ideal pol¨ªtico de la m¨¢s rancia derecha espa?ola: el centralismo m¨¢s feroz que hoy cuenta con nuevos aliados como esa UPyD que pinta de rosa el regreso al pasado.
Han olvidado que el tel¨®n de fondo es una poblaci¨®n empobrecida, con graves problemas sociales; personas que sin el decreto se encuentran m¨¢s solos y desasistidos, expulsados de su vivienda sin un techo que los cobije. Han olvidado que la funci¨®n de todo gobierno y de toda instituci¨®n democr¨¢tica es velar por el inter¨¦s general que, en este caso, est¨¢ identificado con la finalidad del decreto antidesahucios.
Cuando se posicionan tan claramente contra el inter¨¦s general, las instituciones se convierten en entes desalmados hostiles a la ciudadan¨ªa. Si lo que quieren demostrar es que no se pueden hacer cambios a favor de los m¨¢s desfavorecidos; si lo que quieren escenificar es que los privilegios de bancos, farmac¨¦uticas y poderosos, son intocables, lo est¨¢n haciendo perfecto. Pero si tuvieran el sentido com¨²n m¨¢s elemental deber¨ªan pensar si cegando cualquier esperanza, no est¨¢n regando con gasolina las calles.
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