El rastro obstinado de Rosal¨ªa
La Barri¨¦ exhibe una primera edici¨®n de ¡®Cantares Gallegos¡¯ con material in¨¦dito de la escritora
El gui¨®n perfecto ser¨ªa el relato de una casualidad de verdad, de las que ocurren por azar y no de las que se buscan, que son la mayor¨ªa. En ese c¨ªrculo cabr¨ªan una escritora emblem¨¢tica, un legado con escasa documentaci¨®n original, una muestra antol¨®gica para conmemorar el aniversario de una obra fundacional y la aparici¨®n fortuita de valioso material in¨¦dito de la figura. En los supuestos pongamos Rosal¨ªa de Castro, la exposici¨®n No principio foi o verso, a prop¨®sito de la conmemoraci¨®n de los 150 a?os de Cantares Gallegos(1863), y el hallazgo de un ejemplar de la primera edici¨®n del libro al que su propietario primigenio a?adi¨® una fotograf¨ªa desconocida, versos aut¨®grafos y la transcripci¨®n de una famosa carta remitida por Fern¨¢n Caballero, seud¨®nimo de la escritora Cecilia B?hl de Faber, a quien Rosal¨ªa dedic¨® la obra.
Pues esto que es el sue?o de un fil¨®logo acaba de suceder. Ayer se present¨® el prodigio en la sede viguesa de la Fundaci¨®n Barri¨¦, donde se exhibe la muestra. ¡°Que todo esto haya aparecido precisamente ahora y motivado por esta exposici¨®n quiere decir que habelas haylas¡±, comentaba el comisario de la muestra, el dise?ador e investigador Pepe Barro, instantes antes de depositar el preciado libro en la vitrina que ocupar¨¢, hasta el pr¨®ximo 15 de septiembre, en un lugar de honor de la sala de exposiciones. Tras la clausura, quedar¨¢ depositado en la Casa-Museo de Rosal¨ªa de Castro, en el lugar de A Matanza (Padr¨®n). ¡°Se ha conservado muy bien, seguramente preservado de la luz¡±. Barro se felicitaba por el excelente estado de conservaci¨®n de los materiales, que ahondan en esta mujer decisiva en la cultura gallega que pidi¨® a sus hijas que quemasen todos sus papeles tras su muerte.
El libro dorm¨ªa su letargo de siglo y medio en la biblioteca, ubicada en el entorno de Vigo, de un estudiante universitario que ha renunciado a cualquier notoriedad. Tras visitar la muestra, movido por la curiosidad, se dirigi¨® con aquel extra?o volumen a la fundaci¨®n que guarda la memoria rosaliana. Su director, Anxo Angueira, comprob¨® la autenticidad y el valor de la publicaci¨®n, y la entidad se hizo con la pieza, que financi¨® la Barri¨¦. El ejemplar, casi con total seguridad, fue personalizado con los tres tesoros por el escritor Ram¨®n Segade Campoamor, su primer poseedor y amigo personal del matrimonio formado por Rosal¨ªa y Manuel Murgu¨ªa, a quien la autora escribi¨® unos versos de Cantares de su pu?o y letra en una de las primeras p¨¢ginas. Segade es la persona que debi¨® pegar la foto, un original procedente de la misma sesi¨®n realizada con la compostelana Mar¨ªa Cardarelly, autora del retrato custodiado en la Real Academia Galega, y que muestra una perspectiva diferente que permite observar otros rasgos faciales y completar, por tanto, su aspecto. ¡°Un amante de los libros hizo esto, sin duda¡±, afirma Angueira.
Y tanto. Hasta el punto de transcribir, con el permiso de Rosal¨ªa como explica Segade en una glosa, la carta que B?hl de Faber remiti¨® a la escritora de Padr¨®n en agradecimiento por la dedicatoria. La voluntad del bibli¨®filo se impuso, en este caso, a la de la escritora que mand¨® hacer desaparecer su documentaci¨®n y su correspondencia. Y hasta el siglo XXI han llegado estos rastros obstinados de Rosal¨ªa, para regocijo de los investigadores, que ahora pueden rellenar algunas lagunas, como la inc¨®gnita de saber por qu¨¦ la autora de Follas Novas llam¨® ¡°plebeya¡± a B?hl de Faber en una misiva a su marido. Algunos pasajes de tal carta de agradecimiento, plagada de flores como la ya famosa denominaci¨®n de ¡°dulce ruise?or de Galicia¡±, hab¨ªan sido testimoniados por el contempor¨¢neo F¨¦lix Moreno Astray, pero nunca se encontr¨®. Ahora que se puede leer completa, se sabe de la existencia de algunas quejas de la escritora nacida en Suiza y establecida en Andaluc¨ªa. Una, porque no entiende gran cantidad de palabras y el peque?o diccionario que Rosal¨ªa a?ade a la edici¨®n no es suficiente ¡°como lo deseaba, para poner muchas en castellano para que las leyesen mis amigos¡±. Otra, que no comparte la denuncia rosaliana por el trato que reciben los gallegos fuera de Galicia y le dice que le parece ¡°injusto la injusticia de que V. se queja y lamenta tocante a su pa¨ªs[¡]. Recuerde V. que la jactancia y ponderaciones de los andaluces son igualmente un continuo manantial de burlescos chistes para las dem¨¢s provincias¡±.
De ah¨ª que Rosal¨ªa escribiese a Murgu¨ªa en estos t¨¦rminos: ¡°Fern¨¢n Caballero se porta efectivamente como una plebeya, pero se lo perdono¡±. Seg¨²n Angueira, el t¨¦rmino ¡°plebeya¡± est¨¢ empleado en el sentido de ¡°poco delicada¡± y puntualiza que ¡°como escritora e intelectual, Rosal¨ªa est¨¢ muy lejos de la posici¨®n de Fern¨¢n Caballero al respecto de las ¡®plumas femeninas¡¯ y de otros muchos temas¡±. En la misma correspondencia con su esposo, la escritora de 26 a?os alude a la ¡°respetable edad¡± de B?hl de Faber, de 67, cuando examina su punto de vista. Consideraciones que cobran sentido con la lectura de las ¨²ltimas letras de la carta que ahora ve la luz, y en donde la novelista bendice ¡°las plumas femeninas, que en nuestro pa¨ªs son las puras vestales que se consagran a conservar los sagrados fuegos de la religi¨®n, patriotismo, poes¨ªa, amor de familia y todo lo bueno¡±. Rosal¨ªa no conservaba el fuego, era ella misma quien ard¨ªa.
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