Marcas, porros y rocanrol
Muy buen ambiente y pocos incidentes en la primera noche del BBK Live
Con una asistencia de 34.922 personas que inundaron la explanada central para ver a Depeche Mode, protagonistas indiscutibles de la jornada, el BBK se ha reafirmado este a?o como uno de los grandes festivales del pa¨ªs. La octava edici¨®n arranc¨® el pasado jueves con un sol de justicia aun a ¨²ltima hora de la tarde, mucho calor, y ambiente de expectaci¨®n entre los asistentes.?
En la cola para los autobuses desde San Mam¨¦s hubo que esperar m¨¢s de 40 minutos, pero la gente lo sobrellev¨® de buen humor y bebiendo cerveza para combatir el bochorno. A esa hora predominaban las caras j¨®venes. Angie, veintea?era venezolana, aguardaba paciente y risue?a, explicando que est¨¢ de viaje por Espa?a y ha visitado Bilbao, ciudad que le "encanta", solamente para ver a Depeche Mode, su grupo favorito.
El precio de la supervivencia
Despu¨¦s de subir al monte en un autob¨²s oloroso a sudor hubo que continuar el camino andando durante quince minutos, porque a partir de las seis de la tarde las lanzaderas dejan al p¨²blico m¨¢s abajo, cerca de la antigua f¨¢brica de Beyena. Subiendo por Kobetamendi a las ocho de la tarde del jueves hab¨ªa un flujo interminable de personas que se concentran a las puertas del festival: cientos hac¨ªan cola para recoger su pulsera para los tres d¨ªas y otros tantos estaban sentados en la entrada haciendo botell¨®n, porque no se puede acceder al recinto con alimentos de fuera.
Al llegar llegan vaharadas de humo de marihuana y las marcas comerciales son omnipresentes. El festival tiene 19 patrocinadores, de los cuales 9 posee puestos promocionales que, junto con los carteles de publicidad repartidos por todas partes, dan un poco la sensaci¨®n de estar en una feria de empresas. A los asistentes no parec¨ªa importarles: se formban colas delante de los puestos para rellenar impresos y conseguir los regalos publicitarios.?El BBK Live ha contado este a?o con un presupuesto de 6,5 millones de euros, seg¨²n la organizaci¨®n. Adem¨¢s de las compa?¨ªas privadas, tambi¨¦n colabora el Ayuntamiento de Bilbao.
Durante los conciertos la gente agitaba bastones luminosos proporcionados por una marca de alcohol.?Entre el barullo se paseaban vendedores de cerveza ambulantes, con marca incluida. Iban vestidos con una especie de traje espacial: el bid¨®n a la espalda, colgado con mochila, los vasos de pl¨¢stico en las cartucheras y una antena que sobresal¨ªa por encima de sus cabezas con una luz azul en la punta, para que se les viera venir de lejos. Un litro de su bid¨®n cuesta 9 euros, uno m¨¢s que en las barras.
Los precios no son bajos, pero tampoco parecen preocupar a los festivaleros. "No me parece muy caro", afirm¨® Ferr¨¢n tras pagar 4 euros por un perrito caliente y partirlo con su amigo. De todas maneras, algunos prefirieron colar la bebida: cerca del escenario principal, en preparaci¨®n al gran concierto, un grupo de j¨®venes se repart¨ªa el ron que trajeron dentro de botellas de pl¨¢stico aplastadas.
A lo largo de la noche del jueves el ambiente fue mutando, aunque permaneci¨® tranquilo y sin incidentes graves, exceptuando hurtos menores. Alguien tir¨® botellas de cerveza desde fuera del recinto, aunque no le dieron a nadie, seg¨²n fuentes policiales. Varios grupos tambi¨¦n trataron de colarse, lo que result¨® en la t¨ªpica estampa de miembros de la seguridad privada corriendo entre el p¨²blico para ahuyentarlos.
No hubo incidentes graves y la noche fue "tranquila", seg¨²n fuentes policiales
Los Editors calentaron los motores del p¨²blico, atrayendo a gente mayoritariamente joven y gafapasta. Para cuando sali¨® Depeche Mode a tocar, la zona habilitada para el concierto contaba con una mezcla mucho m¨¢s ecl¨¦ctica de gente: festivaleros disfrazados y con la cara pintada, gente de mediana edad que se mov¨ªa poco pero lo cantaba todo, j¨®venes con flores en el pelo bailando exaltadas, indies de?gesto esc¨¦ptico y turistas ingleses que se re¨ªan de la pronunciaci¨®n de los espa?oles.
Al principio se o¨ªa poco a David Gahan, el cantante, que par¨® en mitad de la cuarta canci¨®n para pedir que le subieran el volumen. El fallo t¨¦cnico fue superado r¨¢pidamente por los fans y los artistas, y la atm¨®sfera result¨® perfecta ?durante toda la noche. El tr¨ªo brit¨¢nico consigui¨® la felicidad m¨¢xima del p¨²blico con cl¨¢sicos como Personal Jesus y Just can't get enough. Exclamaciones de fervor por parte de los fans ac¨¦rrimos, que obligaban a sus vecinos a apartarse ante los saltos y los codazos. "?Qu¨¦ voz tiene este hombre!", exclamaba Angie admirada.
Los ba?os, decorados con grafiti, tuvieron colas permanentes durante toda la noche. Un trabajador de ese sector del festival que prefiere permanecer an¨®nimo afirm¨® que no hubo problemas, aunque muchos asistentes trataron de evitar las esperas: los hombres utilizando urinarios p¨²blicos, y las mujeres en los callejones traseros del recinto.
El olor a porro hacia las once de la noche se volvi¨® generalizado, tanto entre el p¨²blico del concierto como en las laderas donde se sentaron los m¨¢s tranquilos. Los extranjeros disfrutaron al m¨¢ximo: Duncan, un australiano sudoroso de veintis¨¦is a?os, explicaba bastante intoxicado que ha venido al festival con amigos despu¨¦s de acudir a los Sanfermines de Pamplona a correr delante de un toro. "A los australianos nos gustan mucho los encierros. Yo ya hab¨ªa ido hace tres a?os y me gust¨® m¨¢s este, porque el animal se dio la vuelta y no se acab¨® tan r¨¢pido."
A las dos de la madrugada, mientras comenzaban su actuaci¨®n los ingleses Two Door Cinema Club, la gente de mediana edad -algunos acompa?ados de sus hijos peque?os- se fue retirando hacia los autobuses para hacer la ¨²ltima cola del d¨ªa, alternando quejas de cansancio y caras de satisfacci¨®n.
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