Hermosos vencidos
Los perdedores apenas tienen oportunidad de contar su historia
Pensaba en el tema de mi art¨ªculo de esta semana. Me apetec¨ªa hablar de literatura, salir de los asfixiantes temas pol¨ªticos, tomar un poco de ox¨ªgeno de seres imaginarios e historias ajenas. Pero a veces la realidad se atraviesa en el camino, se pone en jarras en medio de la carretera y dice que est¨¢ ah¨ª, que no piensa moverse hasta que la mires de frente.
Se llama Inmaculada Michinina, tiene 37 a?os y es aspirante a una licencia del baratillo de C¨¢diz. Si todav¨ªa no han visto su intervenci¨®n en el ¨²ltimo pleno de su ciudad, se la recomiendo. Lleg¨® con varios folios manuscritos para expresar en pocos minutos sus demandas, pero a los pocos segundos dej¨® de leer y expres¨® un bello discurso, lleno de faltas de ortograf¨ªa, de cari?osos tacos, de diminutivos hirientes como cuchillos afilados.
Los perdedores apenas tienen oportunidad de contar su historia pero ella lo hizo con r¨¢fagas de metralla. ¡°Os hemos dado un puesto de trabajo que no valor¨¢is. No lo aprovech¨¢is para trabajar para nosotros, para el pueblo¡±, le espet¨® a la presidencia. A esas alturas la cara de Te¨®fila Mart¨ªnez y de toda la mesa presidencial era un poema. Ya no estaba hablando de su demanda, de la licencia de su puesto en el baratillo, sino del foso terrible entre el poder pol¨ªtico y los problemas de los ciudadanos. ¡°Para ustedes somos solo un punto, el punto 19¡±, les dijo. Un molesto punto que se olvidar¨ªa pronto. La tragedia de gente insignificante, con su paro a cuestas. Las v¨ªctimas de la crisis que nadie quiere individualizar. Los parados y paradas que se cuentan por miles o por millones pero carecen de rostro y de historia, y cuyo ¨²nico papel en esta crisis es cruzarse de brazos a esperar que los poderosos recuperen sus ganancias.
Al menos, les dispar¨® Inmaculada, ¡°d¨¦jennos tener dignidad¡±, ¡°d¨¦jenme decirle a mis hijas: chocho, que puedes comer lo que hay en la nevera, que lo ha conseguido tu madre¡±. No es una ayuda, un subsidio, un favor lo que se pide, sino el simple permiso de ganarse el puchero con sus propias manos.
Los andaluces hacemos un uso especial del lenguaje. Sabemos retorcer los adjetivos hasta que destilan significados inesperados. Inmaculada finaliz¨® su intervenci¨®n con un uso literario del diminutivo como solo una andaluza podr¨ªa hacerlo. Lorca condens¨® en la palabra ¡°cuchillito¡± toda la carga tr¨¢gica de Bodas de sangre. En boca de esta gaditana cada palabra diminuta, sencilla, se convert¨ªa en un artefacto tr¨¢gico que nos golpeaba directamente el coraz¨®n. ¡°D¨¦jenme que este dominguito, a ver si hay suerte, me llevo 20 euritos para mi casa y puedo ir a la placita de abastos¡±.
La mayor¨ªa absoluta del pleno vot¨® en contra del punto 19. Solo era un punto insignificante en el orden del d¨ªa. Nada indicaba que en solo unas horas m¨¢s de 400.000 personas iban a ver la intervenci¨®n de la vendedora de un baratillo en el que rara vez han puesto siquiera los pies.
Al advertir la conmoci¨®n que las palabras de Inmaculada hab¨ªan producido se apresuraron a aclarar cosas del procedimiento administrativo, de la concesi¨®n de licencias y a decir que no pod¨ªan convertir la ciudad en un gran zoco marroqu¨ª. ¡°Pues bien bonitos que son¡±, les respondi¨® la afectada. Pero lo realmente preocupante es que no hab¨ªan entendido nada.
En el Pleno del Ayuntamiento de C¨¢diz no se hablaba en realidad de licencias, ni de tr¨¢mites, ni de procedimientos. Se hablaba de la democracia, de c¨®mo las instituciones pol¨ªticas tienen piel de elefante para los problemas sociales y lo poco que les importan los dramas de los de abajo.
Hay algo en la vendedora ambulante de C¨¢diz que la convierte en un s¨ªmbolo de nuestro pa¨ªs; en reflejo de miles de personas que todos los d¨ªas practican el duro ejercicio de mantener la dignidad en medio del paro y de la escasez. Son gente corriente que lucha por la vida en cada pueblo, en cada barrio. Hermosos perdedores que merecen un final distinto.
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