Rita Barber¨¢
La dama sabe seducir al electorado como nadie mediante dosis alienantes de populismo
La alcaldesa de Valencia, Rita Barber¨¢, le ha visto las orejas a la oposici¨®n y se ha puesto a dispararle como si estuvi¨¦semos en plena refriega electoral. Su habitual actitud displicente y distante para con la izquierda municipal se ha tornado s¨²bitamente agreste e incluso agresiva. De ella ha dicho estos d¨ªas una sarta de tonter¨ªas que a nuestro juicio delatan el crep¨²sculo pol¨ªtico de la veterana edil. Acerca del triunfo del eventual tripartito ¡ªPSPV, Comprom¨ªs y EU¡ª afirma que nos abocar¨ªa al ¡°aldeanismo¡±, que, adem¨¢s, carece de modelo de ciudad y que solo le mueve el deseo de gobernar a toda costa. Confiesa, en suma, que le ¡°aterra¡± la eventualidad de una victoria, aunque tambi¨¦n podemos colegir que lo que realmente le ¡°aterroriza¡± ¡ªque es lo que realmente quiere decir, pero no acierta con la palabra correcta¡ª es su propia derrota.
Como es evidente, en mala hora ha evocado el aldeanismo quien, como ella, ha suscrito contratos leoninos con el pillastre Ecclestone, comprometiendo eventos deportivos que, sencillamente, nos ven¨ªan financieramente grandes, o ha babeado deferencias de alta alcurnia por parte del duque de Palma que, a cambio de nada, nos han costado 3,7 millones que alguien, de modo expreso o t¨¢cito, debi¨® habilitar. El llamado caso N¨®os no est¨¢ ni mucho menos cerrado y, al igual que el esc¨¢ndalo de Emarsa ¡ªotro alarde de aldeanos cazurros que han saqueado empresas p¨²blicas vinculadas al Ayuntamiento capitalino¡ª seguro que nos amenizar¨¢ los pr¨®ximos meses tanto como amargar¨¢ los d¨ªas de la aguerrida edil que nos ocupa. En punto al deseo de gobernar a toda costa que percibe en sus adversarios pol¨ªticos solo nos cabe preguntar si a ella, que est¨¢ pisando moqueta oficial desde hace m¨¢s de 30 a?os, le mueve un mandato divino. Como todos, simple ambici¨®n, unas veces sana y otras enfermiza.
De todos modos, podr¨ªa acontecer que ninguno de estos cargos y trapisondas fuesen decisivos para relevarla de la poltrona municipal. El electorado valenciano, por razones que se nos escapan ¡ªo preferimos soslayar¡ª, es indulgente con la corrupci¨®n y, por otra parte, la dama que nos ocupa sabe seducirlo como nadie mediante dosis alienantes de populismo. Hasta por guapa y garbosa la tienen sus incondicionales, y ese es un m¨¦rito que no le vamos a cuestionar. Sin embargo, en los pr¨®ximos comicios, municipales y auton¨®micos, la idea fuerza que predominar¨¢ por encima de los caretos y los discursos es el cambio, la ruptura con la porquer¨ªa que nos ha empobrecido. El PP valenciano ha tiempo que hiede a partido amortizado, incapaz de afrontar la gran tarea pendiente que consiste en la rehabilitaci¨®n de la pol¨ªtica ¡ªen sinton¨ªa con el papa Francisco, mira por d¨®nde¡ª y la recuperaci¨®n de la democracia, hecha a?icos por esta derecha depredadora. Una cura de ostracismo lejos de los dineros y las decisiones p¨²blicas, donde s¨ª ha sido terror¨ªfica, investir¨¢ al PP de la legitimidad perdida por su codicia y mala cabeza.
Y una adenda sobre la noticia de la semana, decimos del juicio que, por fin, ha sentado en el banquillo al gran cacique de La Plana, Carlos Fabra, que ya ni sombra parece del tipo hegem¨®nico y chulesco que ha sido. Los juzgadores habr¨¢n de hilar fino porque lo que est¨¢ en juego no solo es la mucha o poca culpabilidad de unos procesados, sino, y muy especialmente, el cr¨¦dito de un tribunal bajo fundada sospecha y de una justicia que, en punto a valoraci¨®n social, est¨¢ al nivel del cero patatero.
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