Democracia militante
No es cierto que las brutalidades fascistas tengan que saldarse con la impunidad o con penas irrisorias; hay instrumentos penales para atajarlas
El Palacio de las Cortes, en Madrid, es un edificio de mitad del siglo XIX. Se construy¨® para albergar al poder legislativo democr¨¢tico. Nadie pens¨® en la necesidad de trabajos de mantenimiento de sus estructuras fundamentales. Nadie dud¨® de su consistencia, que siempre se pens¨® que era imperecedera. Pero unas ocasionales reformas recientes han puesto de manifiesto que el estado de conservaci¨®n del inmueble era muy precario. Al cobijo de ostentosas c¨²pulas, b¨®vedas y pinturas se ocultaban las carcomas de las vigas, peligros ciertos de desprendimientos, y hasta cad¨¢veres de gatos y perros de tiempo inmemorial bajo las tejas.
Existe la difusa certeza de que nuestra democracia, una vez alcanzada, tambi¨¦n es una construcci¨®n para siempre. Los encargados de su conservaci¨®n s¨®lo se afanan en otras actividades que creen m¨¢s perentorias. Niegan la urgente necesidad de cuidados de mantenimiento. Rehuyen mirar en su desv¨¢n, por si encuentran cad¨¢veres del pasado.
Amparados en la legalidad democr¨¢tica, los grupos neofascistas o neonazis, prodigan bravuconadas de ostentaci¨®n antidemocr¨¢tica
Los peores cad¨¢veres son los que todav¨ªa se mueven. Sombras de los ¡°procuradores en Cortes¡±, con su chaqueta blanca del uniforme de gala falangista, todav¨ªa se aparecen por los rincones m¨¢s oscuros de la buhardilla a algunos diputados. Estos, y su cohorte nost¨¢lgica y medi¨¢tica, minimizan de manera c¨®mplice o irresponsable la gravedad de la pervivencia o resurgimiento del franquismo.
Amparados en la legalidad democr¨¢tica, los grupos neofascistas o neonazis, prodigan bravuconadas de ostentaci¨®n antidemocr¨¢tica. Uno de ellos fue la irrupci¨®n en los locales de Blanquerna, en Madrid, sede de la Delegaci¨®n de la Generalitat de Catalunya.
Dicen que este b¨¢rbaro comportamiento, judicialmente, ser¨¢ de corto recorrido. Una peque?a multa, que pagar¨¢n sin problemas porque ya est¨¢n orquestando campa?as de recaudaci¨®n, que tambi¨¦n son de apolog¨ªa de la agresi¨®n y sus autores. Y los responsables de las organizaciones que tramaron la violenta irrupci¨®n, lejos de condenarla, la aplaudieron expl¨ªcitamente, y, al parecer, sin problemas legales ?Es posible todo esto?
Nuestro Tribunal Constitucional ha dicho que nuestra democracia no es una democracia militante, como la alemana. En efecto, la Ley Fundamental para la Rep¨²blica Federal de Alemania, de 1949, en su art¨ªculo 21.2, proh¨ªbe expresamente los partidos antidemocr¨¢ticos, pensando fundamentalmente en los nazis. El fundamento de esta radical democracia militante de su Constituci¨®n es bien simple: la derrota del III Reich en junio de 1945.
En Espa?a no es as¨ª. La variante hisp¨¢nica del fascismo no fue derrotada. Quiz¨¢s por eso, nuestra Constituci¨®n, nacida de un pacto de olvido asim¨¦trico, no contiene un mandato militante antifascista, como la alemana. El Tribunal Constitucional recuerda que seg¨²n la Ley de Partidos Pol¨ªticos, los ¨²nicos fines expl¨ªcitamente prohibidos a los partidos pol¨ªticos son los que incurren en el C¨®digo Penal.
Nuestra democracia no es militante, pero tampoco indefensa. Es delito ofender o ultrajar a la bandera de Catalu?a, igual que a la de Espa?a. Es delito irrumpir violentamente en locales p¨²blicos o privados en grupo, para alterar la paz p¨²blica, o para impedir el ejercicio de derechos c¨ªvicos. Algunos de estos delitos tienen penas de prisi¨®n de m¨¢s de dos a?os. Es delito asociarse, en entidades o partidos, para esos fines, o promoverlos o exaltarlos. Las penas de prisi¨®n para los dirigentes de estas asociaciones il¨ªcitas son de hasta cuatro a?os, y para los simples miembros de hasta tres. Los jueces, necesariamente, deben disolver esas asociaciones.
El edificio del Congreso de los Diputados puede necesitar restauraciones inaplazables. La democracia que debe gestarse en su interior tambi¨¦n precisa trabajos de mantenimiento de sus fundamentos constitucionales y limpieza de las carcomas antidemocr¨¢ticas que crecen a su cobijo. No es cierto que las brutalidades fascistas tengan que saldarse, necesariamente, con la impunidad o con penas irrisorias. Hay instrumentos de suficiente severidad para atajarlas. Pero los responsables de hacerlo no deben tolerar condescendencias c¨®mplices, ni minimizar la gravedad del peligro. Deben actuar ya, antes de vernos como Grecia.
Jos¨¦ Mar¨ªa Mena es exfiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Catalu?a.
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