Aldea ourensana con encanto busca empresa que la quiera
A Barca podr¨ªa convertirse en un pueblo terap¨¦utico tras ser cedida gratis por Fenosa y Ayuntamiento a una empresa que la rehabilite
Apuntalada casi de milagro en una escarpad¨ªsima ladera a solo 50 metros de las brav¨ªas aguas del r¨ªo Mi?o y rodeada de una vegetaci¨®n tan exuberante que la oculta incluso desde cielo, sobrevive la aldea ourensana de A Barca (Cortegada). Sus vecinos abandonaron la docena de casas de piedra hace medio siglo cuando el frenes¨ª de los pantanos franquistas orden¨® construir el embalse de Frieira, que separa las provincias de Ourense y Pontevedra, lindando con Portugal. La aldea, a la que se llega por una empinada pista de tierra no apta para turismos urbanitas desde una curva de la carretera que va hacia Celanova, nunca lleg¨® a ser anegada a pesar de rozar el pantano. Pero a finales de los a?os sesenta, la extinta Fenosa se hizo a la fuerza con la propiedad de los terrenos. Y ahora el alcalde quiere convertir esos 15.000 metros cuadrados en un icono del resurgir rural.
Avelino de Francisco, alcalde de su pueblo por el PSdG-PSOE desde 2007 pero antes Jefe Superior de Polic¨ªa de Galicia, lleva meses enfrascado en un proyecto para aupar esta aldea al top de los lugares con encanto de Galicia. A Barca se cede gratis a una empresa que la quiera¡ con dos condiciones: rehabilitaci¨®n integral y contrataci¨®n de algunos vecinos en los puestos de trabajo que genere el negocio que all¨ª se instale. Y el anuncio parece que ha tenido un ¨¦xito tan frondoso como el bosque la rodea. El Ayuntamiento ha recibido unas 1.500 propuestas ¨Cdesde comunas hippies a casas rurales con estatua en honor a la figura del inversor incluida¨C pero hay una que hace til¨ªn al alcalde y a la empresa encargada de gestionar la cesi¨®n. A pesar de que la idea inicial (para la que hay un proyecto redactado que requiere una inversi¨®n superior al mill¨®n de euros) pasaba por usos hosteleros, una empresa inglesa quiere convertir A Barca en un centro de rehabilitaci¨®n para enfermos cardiovasculares.
La empresa, que ya tiene experiencia en la conversi¨®n de pueblos fantasma en aldeas terap¨¦uticas en Portugal, visitar¨¢ en pr¨®ximas semanas este rinc¨®n para conocer un lugar que en su d¨ªa fue un enclave fundamental en las comunicaciones entre Pontevedra y Ourense: uno de los caminos reales que un¨ªan Galicia y Castilla atraviesa el pueblo, que adem¨¢s fue base de un embarcadero utilizado por las vetustas diligencias que hasta la d¨¦cada de los a?os treinta salvaban el Mi?o en barca. ¡°De ah¨ª el nombre del pueblo¡± explica sonriente el regidor, que tambi¨¦n recuerda las luchas fratricidas entre el Conde de Amarante y los monjes del Monasterio de Celanova para hacerse con el control del negocio. Las barcas depositaban a sus clientes en la otra orilla, justo en la estaci¨®n de ferrocarril de Filgueira, inaugurada en 1881 con la apertura del tramo Ourense-Arbo de la hist¨®rica l¨ªnea entre Vigo y Monforte de Lemos. ¡°El negocio era redondo¡± recuerda.
Al lado del camino real hoy convertido en ruta de senderismo y en medio de las robustas casas, todav¨ªa se conserva una gran fuente labrada en piedra con un bebedero para los caballos que tiraban de las diligencias. ¡°Era la estaci¨®n de servicio de la ¨¦poca¡± dice una trabajadora municipal que estos d¨ªas limpia de maleza la zona. Ni los saqueos ni las vigorosas plantas trepadoras han conseguido liquidar esta construcci¨®n, hoy tapizada por ese verde y h¨²medo musgo gallego que lo cubre todo. La mayor¨ªa de las viviendas conservan su estructura de piedra, aunque las vigas y suelos de madera no han soportado que la naturaleza reclame su sitio tras medio siglo de abandono. En los caminos, bajo la alfombra de hojas de ¨¢rboles caducos, todav¨ªa se encuentran tazones de cer¨¢mica, suelas de zapatillas, ¨²tiles dom¨¦sticos de hierro y hasta pilas de petaca de marcas que no existen desde hace un cuarto de siglo.
A Barca empez¨® a caer en desgracia tras la Primera Guerra Mundial, cuando en la d¨¦cada de los a?os veinte se construy¨® el puente de hierro que salva el r¨ªo a pocos metros del lugar. El negocio de las barcas entr¨® en crisis y los vecinos se dedicaron al vino que hoy produce en masa todo el valle de O Ribeiro. La aldea est¨¢ rodeada de terrazas artificiales de piedra en las que plantaban vi?as y que, milagrosamente, tambi¨¦n han sobrevivido al abandono. Casi todas las casas (algunas con dos plantas de hasta 250 metros cuadrados, lo que permite hacerse a la idea del poder¨ªo econ¨®mico de este min¨²sculo pueblo) ten¨ªan bodegas anexas en las que a¨²n se conservan muxegas labradas en piedra para pisar la uva durante la vendimia. Pero la estocada definitiva lleg¨® con el embalse urdido por Franco y Pedro Barri¨¦ de la Maza.
¡°La propiedad es de Fenosa pero su cesi¨®n va a estar perfectamente reglada en un convenio y adem¨¢s ya est¨¢ incluida en el plan de ordenaci¨®n municipal por lo que no habr¨¢ ni la m¨¢s m¨ªnima traba legal para las obras de recuperaci¨®n¡± recuerda el regidor. Si el proyecto de la empresa inglesa sale adelante, adem¨¢s ayudar¨¢ a que Cortegada recupere los aires de villa terap¨¦utica, algo ca¨ªdos en desgracia ahora por el ¨¦xodo urbanita que vive el rural gallego. Y es que fue una de las primeras poblaciones en tener casa de ba?os termales reconocida oficialmente en 1816 por el rey Fernando VII. Desde 1937 cuenta con un balneario modernista pintado de color crema y suspendido sobre las aguas del Mi?o, que refleja los rayos de sol en medio del verde bosque. Ya no quedan vecinos vivos que hubiesen nacido en la aldea que ahora quiere ser referencia terap¨¦utica para enfermos de coraz¨®n, pero sus descendientes miran con ilusi¨®n el proyecto revelado a finales de septiembre por el diario ourensano La Regi¨®n. Desde sus casas en Cortegada, ladera arriba, dicen que ¡°seguro que ayuda al resurgir del pueblo¡±.
?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.