El fantasma del populismo
Hace m¨¢s da?o la realidad de una Europa despiadada, solo preocupada por evitar la inflaci¨®n y asegurar el mercado
Ha empezado la cuenta atr¨¢s de las elecciones europeas. Y son muchas las voces que alertan sobre el auge del populismo en muchos de los pa¨ªses que forman parte de la Uni¨®n Europea. El problema que tenemos es que denominamos como ¡°populistas¡± a posiciones pol¨ªticas muy dispares, abusando hasta tal punto del estigma que va asociado al t¨¦rmino, que acaba explicando poco. Dec¨ªa con raz¨®n Barbara Spinelli hace pocos d¨ªas, que no nos deber¨ªa interesar el nombre, sino porqu¨¦ crece en Europa la rabia y el disgusto con todo y con todos. Resulta m¨¢s f¨¢cil emborronar esa reacci¨®n con el calificativo de populista y reaccionaria que tratar de entender que hay detr¨¢s de ello.
?Son lo mismo los neofascistas de Aurora Dorada, los h¨²ngaros de Fidesz que siguen a Orban, Marine Le Pen, Beppe Grillo y su M5Stelle, o incluso las posiciones de Syriza o Die Linke que algunos califican tambi¨¦n de antieuropeas y populistas? En el fondo, lo que est¨¢ claro es que mientras la Uni¨®n Europea siga su camino de colaboraci¨®n con los procesos de desprotecci¨®n y desposesi¨®n tan radicalmente puestos en pr¨¢ctica, crecer¨¢ el espacio del nacionalismo ciudadanista que buscar¨¢ refugio en ¡°rimero los de casa¡±, o ¡°volvamos a lo que ten¨ªamos¡±.
El problema de fondo es que lamentablemente, Europa es hoy esencialmente mercado com¨²n y moneda ¨²nica. Y todo lo dem¨¢s, que es mucho, parece subordinado a ese binomio econ¨®mico convertido en la vara de medir del resto. En los inicios de la construcci¨®n europea, la opci¨®n por entretejer intereses econ¨®micos y comerciales se entendi¨® como la m¨¢s f¨¢cil y adecuada para evitar nuevos conflictos entre comunidades. M¨¢s y mejor mercado com¨²n, era m¨¢s y menor tejido social com¨²n. Y el euro fue presentado asimismo con esa vocaci¨®n de servicio a los intereses sociales compartidos. Hoy la l¨®gica se ha invertido. Es la sociedad, son sus componentes y necesidades, las que est¨¢n al servicio de las exigencias del mercado y de la estabilidad monetaria. Hoy los costes humanos y sociales crecen con el desempleo, el aumento de la pobreza y de la desigualdad. Y mientras, las ¨¦lites europeas mezclan defensa del fort¨ªn econ¨®mico con gui?os nacionalistas (de cada qui¨¦n y en cada pa¨ªs).
Es evidente que en ese escenario, muchos ven al euro como la expresi¨®n diab¨®lica de lo que les sucede, y se apuntan al sue?o imposible de regresar a un pasado de bienestar y estabilidad con la simple eliminaci¨®n de la moneda com¨²n: ¡°regresemos a la peseta/marco/franco y tendremos otra vez industrialismo y keynesianismo¡±. Cuando lo cierto es que no hay soluci¨®n nacional para los problemas estructurales que tenemos y a los que nos enfrentamos que tienen dimensi¨®n global.
No podemos confundir nacionalistas xen¨®fobos y ultraconservadores que no quieren a Europa alguna, con rebeldes que quieren otra Europa. Hemos hecho una Europa de mercado y moneda com¨²n, sin construir una institucionalidad pol¨ªtica com¨²n. Una capacidad democr¨¢tica com¨²n que permita compartir decisiones y exigir responsabilidades. Y ah¨ª de nuevo, pesa m¨¢s el nacionalismo vergonzante de Merkel, de Alemania y de sus socios continentales, que la voluntad pol¨ªtica de construir Europa. No hay voluntad pol¨ªtica en los l¨ªderes europeos hoy para enfrentarse al reto que supone avanzar en pol¨ªtica fiscal, en pol¨ªtica econ¨®mica, en pol¨ªtica social realmente europea, con las exigencias de redistribuci¨®n que ello exige. Y m¨¢s cuando la forma como se ha presentado en el centro y norte de Europa la situaci¨®n de los pa¨ªses meridionales es m¨¢s moral que el resultado de una pol¨ªtica econ¨®mica determinada.
Las elecciones europeas pueden convertirse en un debate b¨¢sicamente econ¨®mico sobre qu¨¦ pa¨ªs tiene la culpa de la crisis, sobre qui¨¦n gana m¨¢s y qui¨¦n pierde m¨¢s, o pueden servir para remarcar la falta total de proyecto pol¨ªtico y avanzar hacia otra Europa. El problema en Europa como aqu¨ª, es un problema de democracia. Necesitamos eurobonos, presupuesto de la Uni¨®n de al menos un 15% del PIB de la UE y un gobierno y un Parlamento con m¨¢s poderes y con m¨¢s exigencia para dar cuentas y asumir responsabilidades. Y eso es m¨¢s democracia. M¨¢s exigencia y radicalidad democr¨¢tica en Europa para tener m¨¢s democracia aqu¨ª. M¨¢s exigencia y radicalidad democr¨¢tica aqu¨ª para tener m¨¢s democracia en Europa. Si despu¨¦s de las elecciones de mayo del 2014, nada se mueve, las cosas no seguir¨¢n igual. Ir¨¢n peor. Europa perder¨¢ definitivamente la imagen de un proyecto que acoge y repara, para ser definitivamente un espacio que margina y expulsa. Hace m¨¢s da?o la realidad de una Europa despiadada, solo preocupada por evitar la inflaci¨®n y asegurar el funcionamiento del mercado, que el fantasma del populismo. Para combatir al populismo lo mejor es la exigencia y la radicalidad democr¨¢tica.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica e investigador del IGOP de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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