?C¨®mo sabe que estoy pensando en Bukowski?
Anthony Blake estrena en el teatro Quevedo su nuevo espect¨¢culo ¡®M¨¢s all¨¢ de la imaginaci¨®n¡¯
Tal vez ustedes tengan mejor suerte en su nuevo espect¨¢culo. M¨¢s vista. M¨¢s tino. Pero si aceptan el consejo: f¨ªjense bien en sus manos. En c¨®mo las mueve. En lo que esconde detr¨¢s. Quiz¨¢s puedan desvelar su maniobra. En cualquier caso, ¨¦l no se lo pondr¨¢ f¨¢cil. Es perro viejo. Todo un embaucador. No en vano, Jos¨¦ Luis Panizo lleva viviendo de ilusiones desde hace 27 a?os. Cuando se suba al escenario del teatro Quevedo para presentar M¨¢s all¨¢ de la imaginaci¨®n ser¨¢ Anthony Blake, el famoso mago de la mente. Les conviene saberlo tambi¨¦n porque seguramente este ovetense de 55 a?os les pedir¨¢ que piensen en un n¨²mero o en un nombre. H¨¢ganme caso: no le pierdan ojo. Los ilusionistas te confunden. Te hacen creer que los milagros existen; que no hay truco. Ese es su trabajo.
'M¨¢s all¨¢ de la imaginaci¨®n'
Teatro Quevedo. Bravo Murillo, 18. Hasta el 8 de diciembre. Desde 33 euros
Ah¨ª est¨¢n los cl¨¢sicos para demostrarlo. Desde Merl¨ªn a David Copperfield pasando por Harry Houdini o Uri Geller. Al final, como el famoso escapista, todos ellos se acabaron saliendo con la suya.
Blake no lleva una varita m¨¢gica. Tampoco dobla cucharas. Pero puede reproducir en Madrid la Estatua de la Libertad. Basta simplemente con que alguien del p¨²blico piense en Nueva York y ¨¦l lo adivine. ¡°O eso parezca¡±, deja entrever con una sonrisa misteriosa. Como cuando acert¨® en las Navidades del 2002 el gordo de ese a?o. Aquella maniobra, televisada por Antena 3, fue todo un ¨¦xito de share y de pol¨¦mica. Algunos medios acusaron entonces a este mentalista de sacar en el ¨²ltimo momento un enano de la chistera. ?l lo niega. Preguntarle c¨®mo lo hizo es como tratar de averiguar en qu¨¦ a?o saldremos de la crisis. No se moja.
Lo que s¨ª hace es jugar con su interlocutor. ¡°Podr¨ªa ser, no lo s¨¦¡¡±, desliza antes de sacar de su chaqueta una de sus famosas cartulinas. ¡°El colegio. Todos tenemos un profesor que nos marc¨®. Alguien que nos hizo amar su asignatura. En mi caso fue el de literatura. ?Y en el suyo? ?El de historia? Bien. ?Y c¨®mo se llamaba? Eso no lo sabe casi nadie. ?Yo podr¨ªa saberlo?¡±.
La respuesta es obvia. Pero Blake ense?a el otro lado del cart¨®n y la respuesta coincide: don Primitivo. La cara de asombro deja, sin embargo, paso a la duda: acaso ha podido escribirlo con la mina de un l¨¢piz escondida en la u?a. ¡°No se f¨ªa. Pues vamos a por otro¡±, reta el ilusionista.
En este caso se trata de pensar en un personaje hist¨®rico. ¡°Imagine una postal que describa la ciudad donde vivi¨®¡±, pide antes de garabatear en un papel lo que parece ser un faro que brilla por su ausencia en la cabeza de su acompa?ante. ¡°Bueno, pues ahora imagine su instrumento de trabajo¡±. Y de nuevo el mismo dibujo confuso. ¡°No pasa nada, no pasa nada¡±, templa Blake antes de sacar otra de sus cartulinas. ¡°Piense en cada letra de su nombre y cada letra de su apellido. Ah¨¢. Veo que su personaje cre¨® un estilo de escritura diferente. Un tipo atormentado, ?no?¡±, se carcajea. Para entonces ya ha escrito el nombre completo de Charles Bukowski y acierta. ¡°Este es mi trabajo. Pero esto es todo producto de su imaginaci¨®n. No le d¨¦ m¨¢s vueltas¡±.
Ustedes tal vez puedan descubrir el truco. Este periodista no pudo. Y si no, d¨¦jense embaucar. Al fin y al cabo es magia blanca.
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