Estrenamos Vivaldi

El Centre de Perfeccionament Pl¨¢cido Domingo, en la sede del Palau de les Arts, ha conjuntado esta vez su labor did¨¢ctica con la valiosa recuperaci¨®n de una ¨®pera apenas conocida: se estren¨® el s¨¢bado en Espa?a L¡¯incoronazione di Dario, de Antonio Vivaldi, y en su rescate para el p¨²blico actual, Federico Maria Sardelli ha jugado un importante papel. Datada en 1717, es uno de los primeros trabajos del compositor veneciano en el campo oper¨ªstico, y presenta una m¨²sica no s¨®lo preciosa, sino funcional para la escena. Cierto es que el libreto, de Adriano Morselli, con una duraci¨®n de casi tres horas, no consigue mantener todo el tiempo la tensi¨®n dram¨¢tica, ni siquiera con ayuda de la m¨²sica. Y ah¨ª tuvo que aplicarse el director de escena (Davide Livermore) para darle agilidad al asunto.

Livermore, que plante¨® un teatro off de escueta escenograf¨ªa (no est¨¢n los tiempos para lujos), introdujo mimo y baile como baza principal de su montaje. No s¨®lo en escenas de conjunto, sino inventando unas ¡°copias¡± de los personajes (a veces una, a veces dos) que completaban, doblaban o triplicaban los movimientos del cantante. Eso permiti¨® una coreograf¨ªa en casi todos los n¨²meros que, desde luego, proporcion¨® entretenimiento a?adido al espectador. Cosa distinta es que tales multiplicaciones enriquecieran la percepci¨®n de la historia. Tambi¨¦n pudiera ser que Livermore, adem¨¢s de animar un poquito el antiguo tema de Dar¨ªo, quisiera darle cancha may¨²scula al ballet de la Generalitat, que, ¨²ltimamente, interviene en todas las producciones oper¨ªsticas, tengan o no danza prescrita en el libreto: Verdi, Wagner, ahora Vivaldi... parece claro que se est¨¢n ensayando las l¨ªneas de actuaci¨®n planteadas por el conglomerado de CulturArts, y no estar¨ªa mal saber qui¨¦n decide, en cada caso, cada cosa.

Volviendo a Vivaldi y a los cantantes del d¨ªa 14, debe recordarse que no se trata de profesionales sensu stricto, como no lo ser¨¢n tampoco los de la funci¨®n did¨¢ctica del d¨ªa 16. Hubo denominadores comunes muy positivos en todos ellos, especialmente cuando, por la juventud, a¨²n debieran sentir temblar las piernas sobre el escenario: su capacidad como actores, antes impensable (salvo excepciones) entre los cantantes de ¨®pera, su agilidad para caerse, retorcerse con un andador o cantar desde el suelo, su desparpajo, su humor. Y, en la m¨²sica, la r¨¢pida percepci¨®n de las agilidades que no corren bien o de los desajustes, para corregirlos, o la adecuaci¨®n estil¨ªstica de los recitativos.

En la parte negativa, y ya sin generalizaciones, habr¨ªa que mencionar la incapacidad de algunos (ese grande, viejo y tozudo problema) para que la voz atraviese bien el foso de la orquesta y llegue limpiamente hasta el p¨²blico, incluso en un teatro peque?o. O ese estrangulamiento en los graves que no deber¨ªa permitirse una mezzo. Es preciso destacar, entre otras, las voces de Valentino Buzza (Dar¨ªo) y Germ¨¢n Olvera (Niceno), y la direcci¨®n de Federico Maria Sardelli, que gui¨® a la orquesta con viveza, plasticidad y un conocimiento de Vivaldi cuya erudici¨®n no le rest¨®, en absoluto, hondura emotiva.