Sacerdotes del juego
Los crupieres vuelven a la capital tras 90 a?os. As¨ª se forman para repartir suerte en sus dos nuevas sedes en la capital
Todo ritual tiene un sentido, el de los crupieres busca la transparencia. Ense?ar las manos vac¨ªas al llegar y abandonar la mesa, cambiar el dinero siempre sobre el tapete bajo la supervisi¨®n de un tercero, prohibidos los relojes y los bolsillos en sus impecables trajes. El sacerdote que intermedia entre la fortuna y el jugador tiene poder para mover las manos al mismo tiempo que la mente y no puede hacer trampa aunque quiera. Otros dos crupieres adem¨¢s de una c¨¢mara en las alturas lo vigilan. Todo queda registrado.
Irene Gil, de 35 a?os, lleva meses interiorizando esta liturgia que nada tiene que ver con su anterior profesi¨®n: publicista, que abandon¨® ¡°harta de trabajar 18 horas¡±. Desde esta semana hay dos nuevos casinos en Madrid, los primeros en el centro desde hace 90 a?os. Son las nuevas sedes de Torrelodones y Aranjuez en Col¨®n y en Gran V¨ªa, respectivamente. Ella es una de las 167 croupieres tras una de las mesas de juego en el establecimiento que ha abierto a escasos metros del museo de cera (la nueva sede del casino Gran Madrid), tras haber apostado todo a esta profesi¨®n que se ha mantenido casi id¨¦ntica desde que existe.
Gil se ha estado formando durante meses en el cuartel general de los nuevos crupieres del casino Gran Madrid (Torrelodones), que est¨¢ en el piso inferior del edificio. Bajo la sobria sala francesa se ubica la escuela de formaci¨®n, que por primera vez en 20 a?os ha tenido que mudarse a esta di¨¢fana estancia sin ventanas con medio centenar de mesas de juego, ante la imperante necesidad de formar nuevas manos que manejen las fichas. La estudiante pens¨® inocentemente que ¡°hab¨ªa truco¡± en ese movimiento antinatural de las manos y en la rapidez con la que el dinero baila sobre el tapete. Crey¨® que aprender¨ªa como lo hacen los magos, con un secreto que solo el maestro conoce y transmite a sus alumnos. Pero no. Interioriza su nuevo trabajo de la manera m¨¢s tradicional; moviendo fichas, repartiendo cartas y manejando billetes durante cinco horas cada d¨ªa, de lunes a viernes para ganar un sueldo de unos 1.100 euros al mes (m¨¢s propinas). El proceso de preparaci¨®n es gratuito.
Frente a ella, su profesora, Eugenia Merino, es la veterana, pero la pizpireta maestra de pelo rizado representa la otra cara de una labor que afronta un nuevo reto: el juego online. Internet supone para los crupieres un nuevo mercado. Tras 21 a?os en el casino de Torrelodones, Merino tuvo que aprender un nuevo modo de trabajar: frente a una pantalla.
Los alumnos de Torrelodones pasaron unas pruebas de juego y otras de c¨¢lculo mental, no es necesario ir a la selecci¨®n con unos conocimientos previos, ¡°cualquiera puede llegar a ser croupier con trabajo¡±, repiten los profesores. La simpat¨ªa en el trato con el jugador s¨ª que es fundamental. De eso se respira en la escuela de Torrelodones, donde todos los estudiantes saludan con una sonrisa al pasar por su lado. Hay que saber enfrentarse a alguien que ha perdido 100.000 euros en dos horas, por ejemplo. El cliente siempre tiene que quedar contento con el establecimiento, aunque pierda. Los alumnos se arremolinan en torno a las mesas, donde practican tanto juegos de fichas como de cartas. El director de la escuela de formaci¨®n de Torrelodones, Josep Dos Santos, explica un cambio de tendencia: ¡°Antes los casinos estaban reservados a esferas muy altas de la sociedad, ahora todo se ha democratizado y triunfan los juegos de naipes¡±.
Aunque los propios casinos siguen siendo los grandes formadores de su personal, en el ¨²ltimo a?o han nacido dos escuelas de crupieres en Espa?a: Cerus y Maverick. Son la otra v¨ªa para aprender los secretos de esta profesi¨®n. Sus precios oscilan entre los 900 y los 5.000 euros dependiendo del tipo de formaci¨®n y de curso pero para sus alumnos no habr¨¢ hueco en los casinos espa?oles, casi con toda seguridad. Sus directores dicen que hay varias opciones para los alumnos: marcharse, trabajar en un crucero o sumergirse en el juego online. Esta ¨²ltima modalidad representa ya un 10% de la cantidad de dinero que se juega en apuestas en Espa?a, seg¨²n la memoria anual de la Direcci¨®n General de Ordenaci¨®n del Juego de 2012. Los casinos, se comen un 6% de la tarta. Antes, los alumnos pod¨ªan tener la esperanza de que Eurovegas les contratara, ahora que se ha esfumado definitivamente, abandonar Espa?a se vislumbra como el camino m¨¢s probable.
En Cerus, el encargado de transmitir el saber del crupier es Joaqu¨ªn Campillo. El movimiento forzado de las manos al mover las fichas por el tapete se vuelve sencillo cuando el profesor las desliza entre sus dedos. ?l fue uno de los primeros crupieres de Espa?a. Que su nombre no enga?e, Joaqu¨ªn es en realidad Joe, su acento brit¨¢nico le delata. Este hijo de inmigrantes espa?oles desembarc¨® en Madrid junto a sus padres procedente de Reino Unido cuando el Gobierno de Adolfo Su¨¢rez legaliz¨® el juego en 1977. Fue su progenitor el que le llev¨® de la mano al casino donde trabajaba en Inglaterra y el que le inici¨® en la que ser¨ªa su profesi¨®n el resto de su vida.
Como su familia, muchos inmigrantes que trabajaban en casinos en suelo extranjero regresaron. Junto a ellos, otros crupieres for¨¢neos que decidieron probar suerte en un pa¨ªs en pleno cambio. Este trasvase masivo hizo, por ejemplo, que el primer casino que abri¨® en la Comunidad de Madrid, el de Torrelodones, contara con empleados de 20 nacionalidades distintas cuando se inaugur¨®. Ahora Joe ense?a a una veintena de alumnos en la escuela Cerus que en unas semanas abandonar¨¢ el pa¨ªs para desarrollar una actividad que aqu¨ª est¨¢ pr¨¢cticamente copada.
Tras casi 40 a?os dedicado a este oficio, este hombre de modales refinados y simp¨¢ticos ojos azules relata que ha visto incluso morir un hombre frente a ¨¦l. ¡°Le dio un infarto y se cay¨® hacia atr¨¢s. Vinieron los servicios sanitarios y se lo llevaron, y el juego continu¨®¡±. El cliente que hace sus necesidades encima por no levantarse de la mesa es una an¨¦cdota cl¨¢sica que cualquier crupier cuenta y tambi¨¦n est¨¢n los gestos m¨¢s t¨ªpicos en un templo de superstici¨®n, como pasar la brujita de la suerte por encima de las fichas, o evitar las de color amarillo.
En Espa?a hay 39 casinos, solo en una ciudad como Manchester (Reino Unido) con una extendida cultura del juego, hay 18. Por eso, el juego online es una opci¨®n para todos aquellos alumnos que no encuentren su hueco en uno de esos casinos. Cada d¨ªa a las ocho de la tarde desde hace un a?o, empieza la emisi¨®n del programa de juego online del casino de Torrelodones en un peque?o y oscuro estudio de televisi¨®n situado en un extremo de la sala americana. Una ruleta y una peque?a c¨¢mara sostenida por un tr¨ªpode son los dos ¨²nicos elementos que acompa?an al crupier que, a su trabajo habitual, tiene que a?adir el de presentador, porque no deja de hablar frente al objetivo. ¡°Al principio es un poco fr¨ªo, cuando est¨¢s ah¨ª dentro lo ¨²nico que sabes de los jugadores son sus alias. Pero a veces vienen al casino para decirte que es uno de los que juega por internet, te hace ilusi¨®n ver la cara de tus clientes¡±, reconoce Eugenia Merino.
Una veintena de empleados hizo la prueba de selecci¨®n interna del casino Gran Madrid cuando se inaugur¨® la emisi¨®n y ahora combinan las horas de trabajo frente a la pantalla con el contacto directo con los clientes.
Ver¨®nica Medina, de 28 a?os, es alumna de Cerus, ubicada en Pinar de Chamart¨ªn, donde se inscribi¨® despu¨¦s de que se le acabara el contrato en la escuela en la que trabajaba como profesora. No tiene ninguna duda de que la profesi¨®n que ha elegido para reciclarse la llevar¨¢ lejos de su casa, pero est¨¢ dispuesta a ello. Junto a una decena de compa?eros comienza el d¨ªa calentando las manos, un gesto necesario para que no acaben doliendo al final de la clase. ¡°Es un mundo que siempre me ha gustado, aunque no sab¨ªa nada de ¨¦l¡±, asegura la principiante, que al principio tuvo que superar alg¨²n que otro problema para coger las fichas de diez en diez porque sus manos eran un poco m¨¢s peque?as que las de sus compa?eros. Pedro P¨¦rez, de 23 a?os, se cans¨® de sus estudios y decidi¨® probar suerte con las fichas. Para eso vino desde Extremadura: ¡°A mi en realidad no me gusta el juego, sino estar detr¨¢s de la mesa¡±.
En el otro extremo de la ciudad, en los bajos de un edificio en Embajadores, naci¨® hace un a?o Maverick. Mar¨ªa Vergara, de 34 a?os, empez¨® hace 13 a?os en este mundo por casualidad y ahora ense?a a los que quieren seguir su camino. Las pretensiones de esta peque?a escuela son m¨¢s limitadas y por eso solo aceptan peque?os grupos de cuatro o cinco alumnos. Las manos a¨²n torpes de los alumnos, a los que se les atascan las cartas y vacilan antes de repartir las fichas, mejorar¨¢n con pr¨¢ctica, aseguran los profesores.
Ellos ser¨¢n los encargados de seguir reproduciendo la liturgia y de seguir manejando la suerte de los clientes con sus manos limpias, sus trajes sin bolsillos y su c¨¢culo brillante. Esta vez ya no en el extrarradio, sino a escasos metros del kil¨®metro cero.
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