Un artista a la espera
Enrique Vila-Matas tiene una teor¨ªa sobre la espera que bien merecer¨ªa elevarse a arte: algo as¨ª como el arte de la espera. Pues bien, parece que en el seno del Partido Popular tambi¨¦n se barajan teor¨ªas y seg¨²n se afirma si hay alguien que sabe esperar como nadie ese es Mariano Rajoy. Seg¨²n explicaron a este mismo diario, el arte de don Mariano consiste en dejar que una noticia mala (e inmoral) borre a otra peor (y m¨¢s inmoral).
Por ejemplo: si un d¨ªa se sabe que el exgerente del PP anotaba con perversa puntualidad y precisi¨®n los sobresueldos en negro a altos dirigentes (entre ellos al propio Rajoy), seg¨²n la teor¨ªa del jefe no hay m¨¢s que esperar que otra m¨¢s grave la borre del mapa de las corruptelas. Al contrario que la teor¨ªa de Vila-Matas sobre la espera (que consiste en llenar dicha espera con contenidos de jerarqu¨ªa reflexiva y alta temperatura espiritual) la que pone en pr¨¢ctica el jefe de PP consiste en ir llenando su arte con contenidos nuevos y m¨¢s vergonzosos.
O sea, que el affaire B¨¢rcenas se suple con otro de menor entidad financiera pero no de menor inmoralidad, como por ejemplo que la familia Aznar se hayan mostrado tan entendida a la hora de catalogar la riqueza est¨¦tica de un artista amigo. O sea, al caso G¨¹rtel se lo hunde en el olvido con el caso B¨¢rcenas, y a ¨¦ste con el de la familia Aznar en su funci¨®n de defensa patria del vanguardismo art¨ªstico, adem¨¢s de sobredimensionar con fines espurios el valor en el mercado del amigo artista.
El arte de don Mariano consiste en dejar que una noticia mala (e inmoral) borre a otra peor (y m¨¢s inmoral)
El invite de reforma territorial es otro asunto que a Rajoy le tiene totalmente sin cuidado, porque para eso est¨¢n tambi¨¦n las buenas noticias. Sus hombres en el negociado econ¨®mico y fiscal han decretado el fin de la crisis (en esto hay que decir que el consejero Puig por los mismos d¨ªas tambi¨¦n afirm¨® esta buena nueva). As¨ª que si los espa?oles ya comienzan a saborear los frutos del fin de la segunda recesi¨®n (o del crack, para decirlo en plata), para qu¨¦ meterse a dialogar sobre caprichitos identitarios. Para qu¨¦ sentarse a tratar de neutralizar con reformas urgentes del modelo territorial vigente, el independentismo de una comunidad que solo aporta el 20% del total del PIB espa?ol.
Mientras el presidente del gobierno espa?ol practica su arte de la espera, con su bendici¨®n en Espa?a se aprueban leyes devastadoras. La nueva Ley de Seguridad Privada (Dios nos proteja de semejante ley: si un mosso de esquadra te apalea por ponerte chulo, no quiero imaginar la misma chuler¨ªa reprimida por un agente de seguridad privado. Y por cierto, esta ley fue aprobada con el apoyo del grupo de Converg¨¨ncia en las Cortes espa?olas), la reforma de la ley del aborto, llamada inveros¨ªmilmente Ley de Protecci¨®n de la Vida del Concebido y de los Derechos de la Mujer Embarazada, y la nueva ley que regula el derecho a manifestarse, una ley inopinadamente restrictiva y que casi la pone a la altura de la hace poco tambi¨¦n aprobada ley de manifestaci¨®n en el Egipto tutelado por los militares.
Creo que no hay que currarse demasiado el cerebro para llegar a la conclusi¨®n, a la inquietante conclusi¨®n, de que estamos ante el gobierno m¨¢s reaccionario de la democracia espa?ola, una democracia neoliberal en lo econ¨®mico y de casposo conservadurismo en lo que a libertades individuales se refiere. Si alguien crey¨® que el s¨²mmum de la estrechez de miras pol¨ªtica y cinismo y no poca dosis de desfachatez lleg¨® con Aznar, no creo que Mariano Rajoy le vaya muy a la saga.
El caso G¨¹rtel se hunde en el olvido con el caso B¨¢rcenas, y a este con el de la familia Aznar en su funci¨®n de defensa patria del vanguardismo art¨ªstico
Todos los expertos m¨¢s reconocidos saben que el paro en Espa?a no bajar¨¢ del 10% hasta dentro de veinte a?os. Es decir, no llegar¨¢ al paro estructural de antes del estallido del primer crack del siglo veintiuno. Todo el mundo sabe que los contratos indefinidos apenas proliferan en comparaci¨®n con la abultada ventaja que les llevan los temporales. Trabajo temporal, bajos sueldos, desempleo masivo entre los j¨®venes, un parque escandalosamente superpoblado de viviendas vac¨ªas, una ingente masa de ciudadanos que viven en condiciones paup¨¦rrimas (realquilados, otros que alquilan las llamadas camas calientes, otros en albergues sociales), colas en distintos barrios de Barcelona para comer caliente como m¨ªnimo una vez al d¨ªa y colas para recoger alimentos b¨¢sicos para no entrar en el lamentable cap¨ªtulo de la desnutrici¨®n, sin olvidar que muchos ancianos comienzan a desempolvar los braseros de carb¨®n para paliar la llegada del invierno.
Yo no tendr¨ªa que haber escrito un art¨ªculo de este tenor. Un d¨ªa como hoy no se lo merece. Tendr¨ªa que haber escrito algo mucho m¨¢s optimista y lleno de esperanza. Pero ahora mismo, me parece que el horno no est¨¢ para bollos. Lo m¨¢s que puedo agregar en una fecha tan se?alada, es incluir una frase de una de las mujeres m¨¢s sabias de este pa¨ªs, la doctora Teresa Forcadas: ¡°Desde el proceso constituyente queremos hacer la sociedad tambi¨¦n con los no-puros y con los no-buenos, con los que van con zapatos y los que van con alpargatas y con los que no son coherentes. Esta es mi revoluci¨®n, porque esta es una revoluci¨®n real¡±.
J. Ernesto Ayala-Dip es cr¨ªtico literario.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.