Las nuevas tertulias de Madrid
Las charlas literarias en caf¨¦s mutan hacia recitales de poes¨ªa o encuentros en nuevos espacios como librer¨ªas o bares de copas Apuestas m¨¢s informales transforman una tradici¨®n que se mantiene muy viva
¡°?Por qu¨¦ no nos gustan las ara?as y s¨ª Spiderman?¡±, pregunta Alania S¨¢nchez antes de leer unos versos que tiene garabateados en un bloc. ¡°?Porque es un t¨ªo macizo?¡±, interroga. ¡°Hoy me voy a cortar, voy a ser suave, que me acompa?an unos familiares¡±, avisa esta chica de 27 a?os en la puerta de Los Diablos Azules, un bar de Malasa?a donde dos d¨ªas por semana se re¨²nen decenas de personas para ofrecer una jam session de poes¨ªa. Estas veladas, a medio camino entre la improvisaci¨®n, la dramatizaci¨®n o la lectura a secas, est¨¢n transformando el panorama de tertulias literarias de la ciudad. Unas citas que distan de las ancestrales charlas en torno a una mesa en caf¨¦s con renombre y que empiezan a suponer una alternativa en convivencia con aquellas en las que surgieron greguer¨ªas, novelas, cuadros y m¨¢s de una melopea.
La tradici¨®n manda. S¨ª. Pero muchos ven en el ejercicio de la tertulia una imposici¨®n un tanto artificial para debatir temas. El escritor Carlos Salem cree que de lo que se trata es de ¡°escuchar, recitar y despu¨¦s, si surge, hablar de lo que sea¡±. Lo dice junto a una peque?a tarima con una luz tenue y una silla pegada a un micr¨®fono donde varias personas se sientan para leer sus creaciones. ?l comenz¨® en el Bukowski Club, que cerr¨® hace unos meses. Ahora coordina los martes y s¨¢bados las sesiones de Los Diablos Azules y tiene relaci¨®n con las que se llevan a cabo en el bar Bella Ciao (que gestiona cada mi¨¦rcoles su expareja), la librer¨ªa Verg¨¹enza Ajena o el restaurante El Dinosaurio.
En este ¨²ltimo, creado hace un a?o, se incluye tambi¨¦n a los cuentos. ¡°Hay encuentros en torno a la brevedad¡±, explica Marisol Torres, propietaria del negocio. Situado en el barrio de Lavapi¨¦s, esta iniciativa surgi¨® hace un a?o de la pasi¨®n de su due?a por la literatura y la comida. ¡°Es una forma de juntarse menos seria, menos aburrida, menos academicista y m¨¢s divertida e informal, aunque no por ello menos profunda. Estamos en una sociedad donde todo el mundo tiene algo que aportar", se?ala.
Ese af¨¢n por compartir es en el que insiste Clea, una trabajadora de la librer¨ªa La Fugitiva. ¡°Hay mucha necesidad por expresarse¡±, sentencia mientras cuenta c¨®mo abordan en grupos de hasta 10 personas temas como la amistad o el olvido en obras de la literatura universal. ¡°La tertulia no est¨¢ nada caduca; hay un inter¨¦s clar¨ªsimo¡±, a?ade.
As¨ª es: las hay de todo tipo. Sobre viajes, arqueolog¨ªa o, incluso, astrolog¨ªa, como en el caf¨¦ Comercial. En su sal¨®n ¡ªque ri?e con el del Gij¨®n como el escenario de La colmena, de Camilo Jos¨¦ Cela¡ª se juntan parejas, grupos reducidos o alg¨²n lector solitario para acompa?ar la charla con cerveza, verm¨² o un chocolate con churros. Los fallecidos Rafael Azcona o Juan Luis Galiardo eran asiduos, como lo son ahora el cineasta y escritor Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n o los actores Juan Diego Botto e Ingrid Rubio. ¡°Es una lista interminable¡±, resopla Juan, camarero desde hace 21 a?os.
Aunque la criba de la crisis y de la ley de la oferta y la demanda tambi¨¦n rige en algo inmaterial como las palabras. En la zona c¨¦ntrica, donde se encontraba el m¨ªtico caf¨¦ Pombo, las franquicias han acabado con la bohemia. Un Zara, por ejemplo, sustituye a este espacio inmortalizado por el pintor Jos¨¦ Guti¨¦rrez Solana y en el que a Ram¨®n G¨®mez de la Serna le aburr¨ªa ¡°insoportablemente¡± hablar de poes¨ªa ¡°cuando uno se pod¨ªa pasar la noche del s¨¢bado enhebrando greguer¨ªas de las diez de la noche hasta las tres de la ma?ana¡±, seg¨²n rese?a Jorge Bustos en su art¨ªculo El perdido orgullo de ser tertuliano en Madrid.
¡°Oficialmente no hay, pero informalmente s¨ª¡±, resume Walter Grajales, metre de la cafeter¨ªa del C¨ªrculo de Bellas Artes, que enumera a fot¨®grafos, artistas y ¡°premios Nobel¡± que disfrutan de vez en cuando del lugar. ¡°Las tertulias pr¨¢cticamente han desaparecido¡±, responde tajante Lucio Fern¨¢ndez, del caf¨¦ del Espejo, a unos pasos del Gij¨®n. Su argumento principal es que los avances tecnol¨®gicos y en el bienestar social han sepultado una de las ¨²nicas formas que hab¨ªa antiguamente de encontrarse con los amigos sin mensajes de Whatsapp o Facebook de por medio.
¡°Era una manera de juntarse en un sitio estrat¨¦gico y estar caliente. Se ven¨ªa desde las cuatro de la tarde hasta las nueve ¡ªhora a la que la mujer ya ten¨ªa la cena hecha¡ª, y se tomaba un caf¨¦ y mucha agua, o se ve¨ªa a qui¨¦n arrimarse para poder tomar algo¡±, sonr¨ªe este curtido camarero, que trabaja en el bar desde su origen, hace 36 a?os, y que se reserva las an¨¦cdotas que impregnan las paredes de azulejos del lugar. ¡°Lo que ha pasado aqu¨ª se queda para los de la casa¡±, advierte a modo de m¨¢xima inquebrantable.
Para f¨¢bulas, el Caf¨¦ Gij¨®n. Este local abierto en 1888 por un asturiano que se enriqueci¨® en Cuba es el emblema de las tertulias en Madrid. Un trasunto del Caf¨¦ de France en Marraquesh o el A Brasileira de Lisboa. El centro de todas las leyendas y la referencia absoluta de articulistas o escritores. ¡°Aqu¨ª es donde pasaba de todo. Pero no pasaba nada¡±, lleg¨® a escribir Francisco Umbral en el famoso texto titulado con su nombre. All¨ª siguen acudiendo Arturo P¨¦rez-Reverte, ?lvaro de Luna o Ra¨²l del Pozo. Sus pilares muestran retratos de Rafael Alberti, Paco Rabal o Fernando Fern¨¢n G¨®mez. Y por los sumideros de sus ba?os se han vomitado miles de relatos reunidos en unas memorias de Jos¨¦ B¨¢rcena, camarero antol¨®gico del lugar que se define como ¡°escritor con bandeja¡±.
?Qu¨¦ futuro le espera, pues, a la tertulia? ¡°Largo. Como a la poes¨ªa, que siempre lo tuvo, aunque no para vivir de ella¡±, responde Carlos Salem. Casi todos se muestran optimistas. Los impulsores de los nuevos espacios creen que la coyuntura actual invita con mayor motivo a deliberar sobre pol¨ªtica, amor u otros temas imperecederos. Los tradicionales siguen convencidos de que, parafraseando a Unamuno, ¡°la mejor universidad popular son los caf¨¦s¡±. Y todos ellos coinciden con el humanista ?ngel Fern¨¢ndez de los R¨ªos, que dec¨ªa aquello de que los espa?oles hacen de los bares ¡°una sucursal del hogar¡±.
Una transformaci¨®n amistosa
El cambio de paradigma en las tertulias literarias ha sido progresivo y amistoso. Y tanto las charlas de caf¨¦ como sus nuevas versiones conviven en armon¨ªa. El p¨²blico es algo distinto, pero en ambos casos suele ser heterog¨¦neo. Los j¨®venes se inclinan m¨¢s hacia las jam session de poes¨ªa o los recitales en garitos. Los mayores, generalmente, tiran por la mesa de m¨¢rmol y el intercambio de impresiones en c¨ªrculo. "Sigue habiendo caf¨¦s, pero menos y con pocas tertulias. Los tiempos han cambiado. Ahora compiten con librer¨ªas que no solo venden libros, sino que tambi¨¦n organizan conferencias y todo tipo de actos de los que puedes disfrutar tomando una cerveza o un vino".
As¨ª lo explica ?ngeles V¨¢zquez en el libro 100 cosas que hacer en Madrid al menos una vez en la vida, cuya ¨²ltima edici¨®n es de julio de 2013. Y aquellos "soplagaitas" a los que se refer¨ªa Hemingway hablando sobre los asistentes al Caf¨¦ Gij¨®n se desperdigan ahora entre m¨²ltiples iniciativas que pretenden acercar el inter¨¦s por compartir lecturas o creaciones propias. En cualquier caso, sigue vigente lo que afirmaba el editor Jos¨¦ Esteban: "Si queremos averiguar el estado del esp¨ªritu nacional, tenemos que recurrir a las conversaciones y las historias de los caf¨¦s".
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