La democracia es lenta
Uno de los elementos que empa?an el desarrollo de la democracia es la prisa por conseguir los objetivos propuestos. Si la democracia es el gobierno del pueblo y ¨¦ste no es una masa homog¨¦nea de gente que piensa como un solo hombre, los proyectos deben discutirse mucho para alcanzar consensos, y para intentar persuadir al otro de que lo que uno cree es lo mejor para todos porque coincide con el inter¨¦s general. El inter¨¦s general es un concepto imprescindible aunque imposible de determinar de antemano, debemos irlo configurando entre todos pues, cuando desaparece, lo que se impone son los intereses particulares m¨¢s potentes. Es as¨ª como han ido produci¨¦ndose las grandes transformaciones democr¨¢ticas. Un ejemplo de inter¨¦s general fue la abolici¨®n de la esclavitud. Otro, el sufragio femenino. La Constituci¨®n de EEUU, que empieza afirmando que todos los hombres nacen iguales en derechos, tard¨® un siglo en abolir la esclavitud. Otro tanto cost¨® que se aceptara definitivamente la petici¨®n de las primeras sufragistas. Aunque las razones para ambos logros hoy nos parecen obvias, el proceso que condujo a ellos fue exageradamente largo, fruto de extensas discusiones, de interpretaciones jur¨ªdicas contrapuestas, de avances precarios y retrocesos decepcionantes. En democracia los procesos no siempre discurren en l¨ªnea recta ni consiguen lo que sus promotores en principio se hab¨ªa propuesto.
Pero cada vez parece m¨¢s dif¨ªcil atenerse a la parsimonia requerida por el procedimiento democr¨¢tico. Los soci¨®logos nos hablan de que la promesa de la modernidad ilustrada de una pol¨ªtica de deliberaci¨®n y democracia se vuelve obsoleta en la sociedad de la aceleraci¨®n tecnol¨®gica y social. En nuestro mundo nada perdura, nada resiste el paso de una generaci¨®n, nada se elige para toda la vida. La precariedad lo invade todo. No es de extra?ar que la necesidad de ir deprisa influya tambi¨¦n en la estabilidad institucional y en la inexistencia de proyectos pol¨ªticos firmes y serios. En la sociedad de la aceleraci¨®n un proceso o un evento sucede a otro: s¨®lo hay "adici¨®n", falta la "narraci¨®n"
Sorprende que quienes auguran un futuro posible a la opci¨®n independentista tachen de imposible una negociaci¨®n
Un ejemplo de lo que digo es el discurrir del llamado "proceso" independentista. La independencia es de "inter¨¦s general" para quienes lo han convertido en su causa, un inter¨¦s de mucho menos calado que el de los dos ejemplos reci¨¦n citados, pero un inter¨¦s de envergadura que, sin embargo, se est¨¢ queriendo resolver en menos de lo que dura un per¨ªodo electoral. Nada menos que crear un pa¨ªs nuevo. Tanto en Escocia como en Quebec ha habido pactos con los gobiernos respectivos sobre la forma de abordar el referendum dentro de la legalidad. En Catalu?a, por el contrario, las decisiones se toman unilateralmente: es m¨¢s r¨¢pido y hay que responder a coyunturas concretas. Aunque todo el mundo sabe de que un proceso de secesi¨®n requerir¨ªa una negociaci¨®n larga, esta cuesti¨®n queda pospuesta porque lo inminente es ir quemando etapas: la pregunta, la fecha de la consulta, la petici¨®n al Congreso, una ley de consultas propia.
¡°Qu¨¨ hem de fer si no ens deixen votar?¡±, es el lamento demag¨®gico con el que el gobierno de la Generalitat justifica su estrategia. ?No nos dejan? ?Qui¨¦n debe hacerlo? La democracia no es otra cosa que el imperio de la ley, esto es, un procedimiento para ir dot¨¢ndonos de leyes y adapt¨¢ndolas a las necesidades de cada ¨¦poca. Como cualquier procedimiento, requiere tiempo y, sobre todo, voluntad de acuerdo. Pero el bloque independentista se cansa pronto, tira la toalla y decide que todas las v¨ªas est¨¢n agotadas, que nada es posible salvo la ruptura. ?Es imposible o exige un esfuerzo demasiado largo para las previsiones electoralistas? Sorprende que quienes auguran un futuro posible a la opci¨®n independentista tachen de imposible una negociaci¨®n que evite la ruptura. Es cierto que la otra parte ha levantado un muro impenetrable. El inmovilismo del gobierno central no es m¨¢s democr¨¢tico que las prisas del gobierno catal¨¢n. Sea como sea, en ambos casos, lo que se evita es el debate y el razonamiento. Si hay algo que niega la esencia de la pol¨ªtica democr¨¢tica es el sentimiento de impotencia para deliberar. Y esa es la actitud en la que convergen tanto el que adopta posiciones unilaterales como el que se niega a considerar la posici¨®n del adversario.
Cada vez parece m¨¢s dif¨ªcil atenerse a la parsimonia requerida por el procedimiento democr¨¢tico
Todo se puede cambiar, pero no de cualquier manera. Las decisiones r¨¢pidas o se refieren a asuntos triviales o son dudosamente democr¨¢ticas. Discutirlo todo con todos implica paciencia e imaginaci¨®n, especialmente cuando quien tiene el poder para interpretar la norma o buscar otra salida se niega a escuchar y a tomar parte activa en el asunto. Unos se niegan a hablar y los otros s¨®lo buscan atajos para adaptar la legalidad a sus intereses. Ninguna de las dos posiciones est¨¢ pensando en el inter¨¦s general que s¨®lo se perfila cuando las partes en conflicto est¨¢n dispuestas a hacer concesiones mutuas. No es lo que el bloque catalanista espera del presidente Mas. Pero en la capacidad de sustraerse a presiones populistas es donde se detecta la existencia de un l¨ªder.
Victoria Camps es profesora em¨¦rita de la UAB.
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