¡°Quejarse abajo¡±
La voz del cantaor Anillo es normal: ni alta, ni desgarrada ni con muchos registros
1. Tal d¨ªa como hoy hace ahora diez a?os se cay¨® de la estanter¨ªa un pergamino enrollado, el grabado que me regal¨® V¨ªctor Mira, que llevaba tiempo all¨¢ arriba acumulando polvo porque me negaba a enmarcarlo y colgarlo. En esas son¨® el tel¨¦fono y me dijeron que Mira acababa de fallecer en Alemania, donde viv¨ªa. Mir¨¦ con renovado horror el dibujo que representa la mascarilla mortuoria de Beethoven, m¨²sico que ¨¦l apreciaba mucho, en cuya frente hab¨ªa trazado una cruz, por cierto signo distintivo de su obra, como de la de otros pintores. Ahora esa mascarilla pareci¨® una despedida desde el ultramundo lac¨®nica y displicente: ¡°?No te lo dije?¡±. Seg¨²n la polic¨ªa alemana, aquella noche ardi¨® en llamas su taller, y el maquinista del tren vio demasiado tarde ¡°a un hombre de rodillas en la v¨ªa y con los brazos en cruz¡±. De esta forma se despidi¨® quien se representaba gr¨¢ficamente como reo de campo de concentraci¨®n, como mendigo fam¨¦lico, como lobo en el cuento de Caperucita, como ¡°el quinto perro de Arag¨®n¡±, como heredero del Goya negro, un artista con un sentido de la vida dolorido y tr¨¢gico que siempre, o al menos las veces que habl¨¦ con ¨¦l ¡ªpresentamos su libro Trepitjant les flors en la galer¨ªa de Carles Poy y as¨ª descubr¨ª sus Bachcantatas y sus estilitas, la intensidad brutal de sus colores y sus figuras expresionistas, su valor para combinar la abstracci¨®n y la figuraci¨®n, en fin, su desgarro y radicalidad¡ª, parec¨ªa insomne ¡ªEn Espa?a no se puede dormirse titula un libro suyo¡ª, los nervios tensos como cables.
Ayer al mediod¨ªa, al acabar la ronda de las exposiciones que con motivo de este d¨¦cimo aniversario le dedican las galer¨ªas Ignacio de Lassaletta, Eude y N2 ¡ªen la primera, ¨®leos, en la segunda, grabados, en la tercera dibujos, todo, si no me equivoco, de la d¨¦cada de los ochenta y todo vivo y fuerte¡ª telefone¨¦ a Miguel Marcos, que fue durante quince a?os su representante legal y ahora se encuentra en Zaragoza prepar¨¢ndose para ARCO.
¡ªMira era mucho Mira -dice Miguel. -Ya sabes, ten¨ªa una inteligencia fuera de lo normal, era un buen escritor, un buen pintor y por cierto tambi¨¦n un excelente actor: ten¨ªa esos modelos de intervenci¨®n en la plaza p¨²blica que fueron Dal¨ª, Warhol y Beuys, sobre los que escribi¨® Los dos hijos m¨¢s listos de Salvador Dal¨ª, y de esos ejemplos salen los carteles y anuncios que ¨¦l insertaba en la prensa¡ Del panorama nacional pr¨¢cticamente ha desaparecido; de todas maneras nunca alcanz¨® aqu¨ª la aceptaci¨®n ni el inter¨¦s que encontr¨® en Centroeuropa¡
2. Al anochecer me acerqu¨¦ a El Dorado, adonde no iba desde hace un par de a?os. All¨ª encontr¨¦ las complicidades de siempre y las expectativas gratas de todas las veladas flamencas; salud¨¦ al pol¨ªtico y buen aficionado Carles Mart¨ª y al arquitecto Pedro Barrag¨¢n, que son los responsables en buena parte de la existencia de esta sociedad con siete a?os de vida ya. Daba un concierto Jos¨¦ Anillo. Anillo, de apariencia ins¨®lita en un flamenco, con su pendiente y su fular y su jersey, tiene 35 a?os y como casi todos los cantaores se gana la vida acompa?ando cuerpos de baile, de manera que agradece mucho las posibilidades como la de anoche de presentarse a solas; mejor dicho, respaldado ¡ª?y c¨®mo!¡ª por el guitarrista Rafael Rodr¨ªguez; ¨¦ste ha hecho su carrera en los tablaos de Sevilla y el reconocimiento le ha llegado ya de maduro, pero ahora le llaman de todas partes. Un virtuoso. De Anillo, que no defraud¨® a nadie, me gustaba especialmente que su voz es lo que se dice una voz normal: ni desgarrada ni alta ni virguera ni especialmente potente ni con muchos registros, no, una voz normal pero agradable y desde luego musicalmente muy competente. Tras el bis y la ovaci¨®n le digo a Pedro:
¡ªNos lo hemos pasado muy bien, pero encuentro que en los palos serios se queja demasiado.
¡ªAh, eso es precisamente lo que me gusta a m¨ª -responde¡ª. Que cuando baja a los graves pelea y lo busca y lo lucha. Es lo que llaman ¡°Quejarse abajo¡±. En la malague?a de Mellizo, por ejemplo, cuando parece que ya est¨¢ acabando todav¨ªa sigue, y sigue, y siempre al comp¨¢s, sin perderse.
¡ªS¨ª, bueno, Pedro, me parec¨ªa m¨¢s en su salsa con los cantes alegres, m¨¢s desenvuelto con las buler¨ªas y alegr¨ªas.
Las buler¨ªas y las alegr¨ªas, me respondi¨® mientras nos ¨ªbamos ya, si no mantienes con soltura el ritmo, pueden ser tambi¨¦n un calvario.
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