?Qu¨¦ har¨ªamos sin Gluck?
Minkowski plantea siempre las obras con criterio teatral: los contrastes son acusados, los cantantes gesticulan y se mueven al hilo de la acci¨®n
A principios de julio se cumplen 300 a?os del nacimiento de Gluck. Hay que aprovechar esta efem¨¦rides para sumergirse en una de las m¨²sicas teatrales m¨¢s hermosas del Siglo de las Luces. "Che far¨° senza Euridice?", canta Orfeo en el momento m¨¢s esperado de la ¨®pera que ayer se escuch¨® en el Auditorio dentro del ciclo Universo barroco. ¡°?Qu¨¦ har¨ªamos sin Gluck?¡± podr¨ªan haber dicho a coro los espectadores que asistieron embelesados a la versi¨®n en concierto, dirigida por Marc Minkowski, de Orfeo y Eur¨ªdice.
Porque sea en concierto o con escena, Minkowski plantea siempre las obras con criterio teatral. Los contrastes son acusados, los cantantes gesticulan y se mueven al hilo de la acci¨®n y algunos instrumentistas se incorporan tambi¨¦n a los desplazamientos. Minkowski es extraordinariamente expresivo y contagia su manera de hacer m¨²sica a una orquesta, Les Musiciens du Louvre, que le conoce bien y sigue sus pautas con convicci¨®n y entrega. Tocando muy bien, adem¨¢s. M¨¢s plano, o menos familiarizado con esta manera extremadamente vitalista de hacer m¨²sica, el coro catal¨¢n. De los cantantes destaca, tanto por la importancia del rol de Orfeo como por su manera de abordarlo, el contratenor estadounidense Bejun Mehta. T¨¦cnicamente es soberbio.
ORFEO Y EURIDICE
De Gluck. Les Musiciens du Louvre. Director: Marc Minkowski. Con Bejun Mehta, Chiara Skerath y Ana Quintans. Coro de c¨¢mara del Palau de la M¨²sica Catalana. CNDM. Auditorio Nacional, 16 de febrero.
Teatralmente, tambi¨¦n. Aunque por momentos sus afinidades electivas le lleven a hacer un Gluck a lo Haendel, cuando lo deseable habr¨ªa sido un Gluck a lo Gluck. Man¨ªas de comentarista, disc¨²lpenme. Las dos cantantes estuvieron m¨¢s que correctas.
Pero quien ayer mereci¨® un diez fue el p¨²blico. Silencio absoluto, concentraci¨®n total, sin ruido de m¨®viles o caramelos, sin aplausos despu¨¦s de las arias, con unos segundos de respetuoso silencio al terminar la obra. Este comportamiento es cada d¨ªa m¨¢s raro y por eso hay que destacarlo y felicitar a los que lo han hecho posible. Algo, o mucho, tienen que ver los int¨¦rpretes.
Hipnotizaron de tal manera a los espectadores que se percibi¨® como pocas veces la excelsa m¨²sica del silencio. Y al fondo, como una revelaci¨®n, la obra maestra de Gluck. Si ya se lo dec¨ªa hace un momento: ¡°?Qu¨¦ har¨ªamos sin Gluck?¡±
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