Do?ana, 50 a?os de una apuesta casi imposible
La biodiversidad no es solo un lince o un ¨¢guila imperial, es la que hace posible nuestra vida
Hace ahora 50 a?os, el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas, impulsado por Jos¨¦ Antonio Valverde, y con el apoyo del entonces secretario general del CSIC, Jos¨¦ Mar¨ªa Albareda, adquiri¨® la finca de la Reserva Biol¨®gica de Do?ana y cre¨® el instituto de investigaci¨®n Estaci¨®n Biol¨®gica de Do?ana (EBD), en una apuesta enormemente original en aquellos tiempos como era involucrarse en la conservaci¨®n del patrimonio natural desde la ¨®ptica cient¨ªfica. Nac¨ªa as¨ª en Espa?a lo que m¨¢s tarde se conocer¨ªa como biolog¨ªa de la conservaci¨®n. Hoy, la EBD es un gran centro de excelencia, con una producci¨®n cient¨ªfica de gran impacto en el ¨¢mbito de la ecolog¨ªa aplicada a la gesti¨®n de la biodiversidad. No fue por tanto una mala apuesta para el CSIC.
Durante estos 50 a?os, Do?ana se ha convertido en un referente, incluso en un icono de la protecci¨®n de la naturaleza, trascendiendo generosamente m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras hasta el punto de que no hay persona en el mundo interesada por la naturaleza que no conozca su nombre. La fascinaci¨®n que este espacio ha ejercido durante el ¨²ltimo medio siglo no se ha limitado a los movimientos conservacionistas, tambi¨¦n cient¨ªficos, artistas, intelectuales, empresarios y pol¨ªticos de todo el mundo han visitado y opinado sobre este singular entorno.
Su influencia en el pensamiento conservacionista durante la ¨²ltima mitad del siglo XX ha sido indiscutible, siendo el germen de la creaci¨®n de la World Wildlife Foundation (Adena, como es conocida en Espa?a) y la ¡°escuela¡± de personas como F¨¦lix Rodr¨ªguez de la Fuente, Jes¨²s Garz¨®n, Francisco Bernis o Javier Castroviejo, entre otros muchos. Hoy en d¨ªa, los riesgos para su conservaci¨®n, como fue el caso del vertido t¨®xico de Aznalc¨®llar, acaparan la atenci¨®n de los medios de comunicaci¨®n del mundo.
Los primeros a?os de Do?ana fueron una ¨¦poca heroica, y tal vez ingenua, en la que el objetivo era claro y sencillo: salvar Do?ana de la destrucci¨®n humana para conservar los ¨²ltimos reductos de especies en peligro de extinci¨®n, como el lince o el ¨¢guila imperial. En su origen, la intenci¨®n era preservar para generaciones venideras un espacio de singular belleza natural. La conservaci¨®n de espacios m¨¢s o menos naturales donde los niveles de biodiversidad elevados puedan seguir su evoluci¨®n con escasa o nula intervenci¨®n humana ha sido la piedra angular de las pol¨ªticas de conservaci¨®n y la m¨¢s antigua de sus expresiones. Esta visi¨®n enfatizaba la idea de que solo en ausencia del hombre, la naturaleza se puede expresar con plenitud; los animales y plantas silvestres deb¨ªan pues permanecer dentro de los parques naturales, y las personas y sus actividades dentro de los parques humanos.
Claro que habr¨ªa que recordar que si fue una tarea heroica fue precisamente por su dificultad. Al mismo tiempo, y en el mismo ¨¢mbito geogr¨¢fico, la administraci¨®n p¨²blica espa?ola pon¨ªa en marcha en esos a?os la compra de la reserva biol¨®gica de Do?ana para la investigaci¨®n cient¨ªfica y la conservaci¨®n de la naturaleza, la declaraci¨®n de polo de desarrollo tur¨ªstico en Matalasca?as, con la consiguiente urbanizaci¨®n de segunda residencia t¨ªpica de Espa?a, y, por ¨²ltimo, el plan de regad¨ªos Almonte Marismas, cuyo objetivo era la puesta en cultivo de la marisma tras su oportuna desecaci¨®n. Es decir, con dinero p¨²blico financiamos tres objetivos claramente incompatibles. Contra todo pron¨®stico, triunf¨® la iniciativa propiciada por el CSIC y el estudio y la conservaci¨®n de Do?ana terminaron siendo el objetivo prioritario de la Administraci¨®n. Sin duda esto no hubiera ocurrido sin la convicci¨®n y obstinaci¨®n de personas tan singulares como Jos¨¦ Antonio Valverde, primer director de Do?ana.
Durante este medio siglo, mucho ha cambiado la forma en que se entienden los problemas de protecci¨®n de la naturaleza. La preocupaci¨®n por el medio ambiente es hoy d¨ªa una constante en las agendas pol¨ªticas, los medios de comunicaci¨®n y en la preocupaci¨®n social en general. En los albores del siglo XXI, la preocupaci¨®n por la conservaci¨®n de la diversidad de la vida ha pasado de ser una actitud minoritaria, dependiente de un cierto nivel cultural y una determinada sensibilidad, a una preocupaci¨®n compartida por un gran n¨²mero de ciudadanos, y Do?ana ha tenido mucho que ver en ese cambio.
Hoy sabemos que la vida humana no es posible sin la vida de otras muchas especies, que no podemos vivir solos y que, como todos los dem¨¢s seres vivos, necesitamos de los servicios que nos proporcionan los sistemas naturales. La biodiversidad no es solo un bonito lince o un ¨¢guila imperial, la biodiversidad es la que hace el aire respirable, el agua potable y los suelos f¨¦rtiles, la que nos da de comer y nos proporciona medicamentos, es decir, la que hace posible nuestra propia vida en el planeta. Desde la idea original de ¡°defender la naturaleza en sus ¨²ltimos para¨ªsos¡± hemos pasado a gestionar la vida en el planeta. Nos ha llevado un tiempo entender que las especies en peligro no eran solo el lince o el ¨¢guila imperial; la especie que estaba entrando en riesgo era la nuestra propia. No se trata por tanto de evitar que los intereses humanos salten la valla del parque sino que hemos de ser nosotros los que saltemos esas vallas hacia fuera justamente para salvaguardar los intereses humanos.
Gracias a las investigaciones realizadas en Do?ana, en los ¨²ltimos a?os, se han exportado y aplicado conocimientos sobre c¨®mo hacer compatibles las infraestructuras humanas y nuestras actividades industriales con la biodiversidad. Se han cambiado las legislaciones sobre c¨®mo construir y operar tendidos el¨¦ctricos, parques e¨®licos, carreteras o actividades mineras, cuyos resultados han convertido a Espa?a en l¨ªder mundial en muchos de los aspectos del desarrollo sostenible. Hemos aprendido a gestionar y recuperar diversidad biol¨®gica, volviendo a traer a nuestra pen¨ªnsula especies que hab¨ªamos extinguido de ella en el pasado siglo, consiguiendo adem¨¢s que la mayor parte de las especies amenazadas en Espa?a est¨¦n mejor o mucho mejor que hace 50 a?os. Ahora, el desaf¨ªo para el pr¨®ximo medio siglo 50 es aplicar ese conocimiento no solo en parques naturales, tambi¨¦n y sobre todo, en el resto del territorio: los parques humanos.
En la coyuntura actual de crisis econ¨®mica, donde casi todos los dem¨¢s problemas pasan a un segundo t¨¦rmino, me gustar¨ªa recordar que, cuando la econom¨ªa se recupere, seguiremos necesitando un planeta que se pueda habitar. Tenemos que aprender ¡ªy hacerlo r¨¢pidamente¡ª c¨®mo afrontar y resolver los problemas que plantean el crecimiento de la poblaci¨®n humana, la limitaci¨®n de recursos, la contaminaci¨®n, el cambio clim¨¢tico y la p¨¦rdida de especies. Por todo ello, podemos asegurar que la misi¨®n que emprendi¨® el CSIC en Do?ana hace 50 a?os es hoy d¨ªa, si cabe, todav¨ªa m¨¢s importante y urgente.
Miguel Ferrer es el delegado del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC) en Andaluc¨ªa.
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