Una sentencia ejemplarizante
Tras la reforma laboral, la nueva arquitectura de la absoluta desigualdad exige el sometimiento absoluto de los que prestan su fuerza de trabajo
El d¨ªa en que el Gobierno aprob¨® la reforma laboral empez¨® una nueva ¨¦poca. El trabajo dej¨® de ser un derecho y se convirti¨® en un privilegio. No era el despido lo que hab¨ªa que abaratar sino el salario. No era una medida coyuntural motivada por la crisis econ¨®mica sino el inicio de una nueva era. No era la ¨¦poca de la abundancia la que se terminaba sino la de los derechos. La nueva arquitectura de la absoluta desigualdad exig¨ªa el sometimiento absoluto de los que prestan su fuerza de trabajo.
Esa nueva ¨¦poca se empez¨® escribiendo con las palabras desesperanza y miedo. Millones de personas accedieron a renegociar sus contratos, a trabajar por la mitad, a hacer horas extraordinarias que se han vuelto invisibles y forzosas, al incumplimiento de los horarios. El miedo a ser el siguiente despedido nos hizo agachar la cabeza, lamentar nuestra mucha o poca edad (siempre inconveniente), sustituir nuestros convenios por un cheque en blanco que el mercado rellena progresivamente a la baja.
Pero si esto no fuese suficiente, el Gobierno prepara fuertes sanciones para castigar la movilizaci¨®n popular, para frenar las huelgas, para obstaculizar los derechos de una Constituci¨®n que tanto incumplen. ¡°Sus deseos son ¨®rdenes para m¨ª¡± parece ser su lema y se anticipan a sus demandas preparando el terreno para el futuro, redactando proyectos de ley infumables, y rescatando del ba¨²l de los recuerdos viejas disposiciones que nunca se han aplicado con tan inusitada dureza.
El fiscal que acusaba a Carmen y Carlos exigi¨® ¡°una condena ejemplarizante¡±. Tomen nota de la palabra, por favor. Aparte de que las sentencias no deben ser ¡°ejemplarizantes¡± sino justas, ?a qu¨¦ clase de ejemplaridad se refiere el ministerio fiscal? ?Qu¨¦ ense?anza debe extraer la sociedad de esta sentencia? Carmen y Carlos hab¨ªan participado junto a otras 40 personas, en un piquete en la huelga de 2012 que hicieron algunas pintadas en un establecimiento y causaron unos da?os estimados pericialmente en 600 euros. Sus nombres fueron tomados al azar por la polic¨ªa. Ni siquiera fueron los protagonistas de los hechos, aunque se aprestaron a pagar los da?os estimados. Nunca han entendido su procesamiento ni la dureza con que han sido penalmente tratados. El juez, Manuel Pi?ar, sin embargo, entendi¨® perfectamente el mensaje de la ejemplaridad, el viento de los nuevos tiempos represivos, y triplic¨® la apuesta del fiscal: tres a?os de c¨¢rcel por ¡°un delito contra el derecho de los trabajadores¡±. Ser¨ªa c¨®mico si no fuese tan dram¨¢tico.
Carlos ha terminado esta semana la carrera de Medicina. Esperaba hacer el MIR pero el juez ha metido en la c¨¢rcel sus sue?os. Carmen, por su parte, es una trabajadora en paro que ha agotado sus prestaciones y que tiene a su cargo, en solitario, a un adolescente. Su ¨²nica preocupaci¨®n es qu¨¦ ocurrir¨¢ con su hijo. Quienes se han entrevistado con ellos, dicen que su historia ¡°hace a las piedras llorar¡±. Si la ejemplaridad que nos preparan es enviar tres a?os a la c¨¢rcel a dos ciudadanos decentes, pobre democracia la nuestra.
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