La cultura ¡®okupa¡¯ Madrid
De Chamber¨ª a Lavapi¨¦s la autogesti¨®n de colectivos en los centros sociales prolifera sin aparente conflicitividad
Skaters y bailarines de danza boliviana mano a mano en unas antiguas cocheras de autobuses en el barrio de Legazpi. Una mezcla que suena a agua y aceite, posible porque necesitan lo mismo: un lugar por el que no tengan que derrochar un dineral. Esto sucede cada martes en La Traba, un centro social que comenz¨® a funcionar cuando unos chavales pegaron una patada en su puerta hace siete a?os. Limpiaron la porquer¨ªa, se deshicieron de las jeringuillas y decidieron que se autogestionar¨ªan.
Todo se decide en asambleas, los colectivos se turnan escrupulosamente los espacios, y entre sus cuatro muros, casi todas los propuestas tienen cabida. La oposici¨®n ciudadana al desalojo de Can Vies, un centro con 17 a?os de historia en Barcelona, ha demostrado que estos lugares forman parte de los barrios.
Dos inmensas naves conforman el esqueleto de La Traba, en la calle Batalla de Belchite, una alberga conciertos y fiestas para recaudar dinero, la otra es un espacio para skate y BMX (acrobacias con bicicleta) salpicado de rampas. Dos espacios di¨¢fanos, llenos de grafitis en torno a los cuales se articulan el resto de estancias; el estudio de grabaci¨®n, el gimnasio o las salas de reuni¨®n. ¡°Si llevamos aqu¨ª tantos a?os es porque la autogesti¨®n funciona. Los chavales aprenden a hacerse responsables de sus actividades y de un espacio com¨²n¡±, se?ala Ra¨²l, miembro de La Traba.
Su misma naturaleza hace imposible conocer el n¨²mero exacto en la Comunidad de Madrid, aunque la 15mpedia, la enciclopedia digital que naci¨® al calor del movimiento ciudadano, recoge medio centenar. En el momento de escribir estas l¨ªneas uno puede estar a punto de desaparecer y otro en ciernes. Los que forman parte de ellos apuntan a su auge, tanto en lugares f¨ªsicos como en miembros. Aseguran que son dos los motivos que propician su crecimiento: la necesidad de espacios gratuitos y el aumento de los movimientos sociales, como la PAH o la red de Oficinas precarias.
Tatiana Velardo, de 25 a?os, ensaya junto a otra decena de compatriotas bailes t¨ªpicos bolivianos. Para ellos, La Traba fue la soluci¨®n para sus problemas: ¡°Otros lugares costaban 200 euros mensuales, ?de d¨®nde los saca un grupo sin ¨¢nimo de lucro?¡±. La Traba ha pasado por diferentes fases y ha aprendido de sus errores. Cuando un concierto de m¨¢s de 3.000 personas se les ¡°desmadr¨®¡± se acabaron las actividades masivas.
Es un problema que no tendr¨¢ el reci¨¦n nacido 3peces3 (situado en la calle Tres Peces en Lavapi¨¦s). Cinco colectivos se unen en este peque?o espacio que compr¨® un particular especialmente para ced¨¦rselo. Ellos custodian el archivo del 15M; pancartas, actas, y fotograf¨ªas de esos d¨ªas en los que la indignaci¨®n ocup¨® Sol. ¡°Ahora hay mucho m¨¢s movimiento social y hacen falta lugares de reuni¨®n¡±, asegura Pablo, gestor de este espacio, con el sonido de un espect¨¢culo de t¨ªteres de fondo.
Otro de los ¨²ltimos en incorporarse a la red de centros es La Morada, en la calle Casarrubuelos, en Chamber¨ª. Es jueves por la tarde. Toca reparto de verdura y fruta. Tres mujeres se calzan unos guantes de goma, disponen 20 cajas en una estancia rectangular a la entrada del centro y aguardan la llegada de lechugas, espinacas y habas. Son las encargadas esta semana de hacer la divisi¨®n del grupo de consumo de productos ecol¨®gicos. Entra Pilar, de 35 a?os, a por su compra semanal: ¡°Somos conscientes de que es algo temporal, la amenaza del desalojo siempre est¨¢¡±. Un cuadro con las actividades del mes ocupa toda la pared de la entrada: de clases de flamenco, hasta cursos de conversaci¨®n en franc¨¦s. Concha Torralba, una fil¨®sofa que ronda los 60 a?os, enumera las actividades y critica la falta de lugares en el barrio en el que realizarlas: ¡°Con la densidad de poblaci¨®n que tiene Chamber¨ª, es incre¨ªble que no haya m¨¢s sitios en los que relacionarse con los vecinos¡±.
El Ayuntamiento afirma que lo ¨²nico que puede decir sobre los lugares ocupados es que son ilegales y que cualquier espacio que se use sin permisos no puede contar con su apoyo. Prueba de ello fue el ¨²ltimo pleno de Arganzuela, la semana pasada, en el que IU present¨® una propuesta para proteger al centro de La Traba. La proposici¨®n no triunf¨®. Aunque la presidenta del distrito, Carmen Rodr¨ªguez (PP), defendi¨® la ¡°buena labor¡± del centro, argument¨® que ¡°hicieron las cosas mal al entrar ilegalmente en una propiedad privada¡±. Disgusta especialmente que algunos de estos espacios se abastecen de la red general de agua y luz de manera ilegal.
Aunque no siempre se acaba con el desalojo o el enfrentamiento. En ocasiones se consigue una sede legal. Este es el caso particular del centro Seco, del distrito Retiro, que existe desde hace dos d¨¦cadas y que desde hace un a?o cuenta con unas instalaciones en la calle Luis Peidr¨®. Nacho Calvo, presidente de la asociaci¨®n de la infancia Naif, asegura que hay lista de espera para usarlas. Desde este espacio emite la radio que naci¨® con el 15-M, ?gora Sol.
En La Dragona, la atm¨®sfera es diferente. Comenz¨® a funcionar en 2008 y se ubica en la antigua vivienda de los empleados del cementerio de La Almudena. Vico, miembro del espacio, asegura que ¡°es una alternativa en el barrio ante la falta de oportunidades¡±. Aunque se aprecia que sus miembros han hecho un esfuerzo por recuperar el lugar, los escombros y la suciedad a¨²n forman parte del paisaje. El centro cuenta con una biblioteca, una tienda de intercambio de ropa y un huerto. La ¨²ltima planta es la musical, donde hay media decena de locales de ensayo low cost.
?C¨®mo se relacionan estos espacios con los vecinos? Entre convivencia e indiferencia. Una empleada del hotel situado al lado del Patio Maravillas (en Noviciado) declina opinar aunque deja caer que en una ocasi¨®n tuvieron que desalojar el establecimiento por un incendio en el centro social. La Morada est¨¢ rodeada de talleres. ¡°Ni bien ni mal¡±, explica el due?o de uno de ellos. ¡°Convivimos. Alguna vez les hemos dado garrafas de agua si las han necesitado". In¨¦s S¨¢nchez, vecina de un inmueble cercano a La Traba explica que jam¨¢s ha tenido noticia de ning¨²n conflicto.
Los veteranos y en cierto modo los referentes son La Tabacalera y Patio Maravillas, dos espacios muy diferentes en cuanto a tama?o, organizaci¨®n y situaci¨®n legal. La primera obtuvo la cesi¨®n de uso del Ministerio de Cultura en 2011. Las instalaciones que utiliza La Tabacalera no llegan ni a una cuarta parte de los 32.000 metros cuadrados de la antigua f¨¢brica, y aun as¨ª, resulta dif¨ªcil imaginar c¨®mo este monstruo en el que se integran 26 colectivos sigue adelante. De hecho, hace unos a?os tuvieron que experimentar lo que ellos llamaron una refundaci¨®n, para eliminar de sus salas actividades como el botell¨®n. El centro es un hervidero de actividad a ¨²ltima hora de la tarde. En las oscuras tripas de la antigua f¨¢brica se suceden los cursos. En el espacio de artes esc¨¦nicas Molino Rojo, Fran, de 37 a?os y profesor de escuela, suda al ritmo de bailes tradicionales de Francia. ¡°Si te mueves en el mundillo cultural y social de Madrid, siempre acabas conociendo a alguien involucrado en Tabacalera, as¨ª empec¨¦ a venir¡±, explica mientras trata de escuchar de fondo las explicaciones del instructor. En la sala contigua, la clase de danza africana est¨¢ a punto de acabar. En este espacio se aprovecha todo. En el patio, en el que se ubica un taller de electr¨®nica y uno de bicicletas, las cajoneras de las antiguas cigarreras son ahora macetas en las que crecen plantas que marcan el camino a la entrada del taller p¨²blico, en el que cualquiera puede ir a desarrollar sus proyectos. Txes¨²s comenz¨® su andadura laboral all¨ª, donde fabricaba el atrezzo que empleaba en sus recreaciones hist¨®ricas. Ahora es una empresa.
Tanto en la Tabacalera como en otros centros la retribuci¨®n se realiza en forma de tiempo: echar horas para limpiar, hacer turnos en la puerta de acceso, colaborar en el mantenimiento de las instalaciones u ofrecerse voluntario en las actividades. ¡°Esta manera de funcionar contribuye a crear la sensaci¨®n de que todo es de todos¡±, puntualiza C¨¦sar.
La organizaci¨®n de Patio Maravillas podr¨ªa ser el paradigma de un centro autogestionado. Una tela de ara?a en la que aparecen las diferentes comisiones cubre una pared de la sala principal. La divisi¨®n de tareas es tajante. El centro sobrevive desde hace cinco a?os en este edificio de la calle Pez (su segunda sede) gracias a acuerdos. Ellos se comprometen a mantener el edificio en buenas condiciones y las empresas a no denunciarles.
Tom¨¢s, de 43 a?os y empleado de una empresa de log¨ªstica pas¨® a ser miembro activo desde el 15-M. ¡°Se ponen en marcha ideas que ten¨ªamos pero no sab¨ªamos como realizar¡±. Su compa?era Nuria, lo secunda: ¡°Aqu¨ª al lado est¨¢ el centro Conde Duque, un mont¨®n de metros cuadrados subvencionados con dinero p¨²blico en el que no hacen nad¡±". Es mi¨¦rcoles por la tarde y en el espacio se est¨¢n desarrollando simult¨¢neamente una asesor¨ªa laboral, una clase de tango y una de coro, la biblioteca y la cafeter¨ªa.
Maravillas cuenta con una tienda de la que obtienen ingresos para actividades y apoyar a causas como la reconstrucci¨®n de Can Vies. La organizaci¨®n del centro se aprecia en cada esquina, sus salas cuentan con un aforo m¨¢ximo determinado por un arquitecto. Nuria cuenta orgullosa que los muros de Patio Maravillas acogieron la grabaci¨®n de algunas canciones del ¨²ltimo disco de Nacho Vegas, acompa?ado del coro del centro. Son las voces que se oyen de fondo en esa canci¨®n que dice: "Suena en cada cabeza un hermoso runr¨²n: Nos quieren en soledad, nos tendr¨¢n en com¨²n".
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