Los bancos
Existen pobres de parroquia, pobres de supermercado, pobres de t¨²nel y pobres de banco
En verano, los pobres pasan de dormir en bancos rescatados a dormir sobre los bancos al aire libre de plaza Urquinaona, que es el Pach¨¢ de nuestra noche indigente. No es el mismo el banco del pobre que el banco del rico. Los bancos p¨²blicos, los que hay en plazas y en aceras, pertenecen a los pobres de forma natural igual que los ¨¢rboles pertenecen a los perros tanto como a los p¨¢jaros. En l¨ªneas generales, puede decirse que existen pobres de parroquia, pobres de supermercado, pobres de t¨²nel y pobres de banco (p¨²blico, privado y privado concertado, que son, ya digo, los rescatados). Que le quiten un banco a un rico sucede en ocasiones contadas. En Espa?a el caso m¨¢s conocido tal vez sea el de Mario Conde, el popular emprendedor que durante tanto tiempo se visti¨® como Rockefeller,aquel grajo del ventr¨ªlocuo Jos¨¦ Luis Moreno, encarnaci¨®n de que otro mundo peor es posible y vivimos en ¨¦l. Pero tambi¨¦n les han quitado bancos a los pobres.
Hay una p¨¢gina de Facebook que se llama "No eres de Sant Adri¨¤ si...", donde la gente recuerda bares (principalmente), personajes, costumbres, an¨¦cdotas y acontecimientos propios de Sant Adri¨¤ de Bes¨°s. Cuanto m¨¢s antiguos los recuerdos, m¨¢s aut¨¦nticos, es decir, m¨¢s adrianenses, lo que demuestra que la pertenencia, as¨ª, de un modo tradicional, es antes una cuesti¨®n de tiempo que de espacio, que pertenecer es un asunto de linaje, de aristocracia. Lo republicano es lo rizom¨¢tico, extenderse sin ra¨ªces por el espacio, como en Star Trek. De Sant Adri¨¤ me acuerdo de muchas cosas, y parte de eso es lo que me lleva a escribir. Me acuerdo, sobre todo, de que hab¨ªa que trabajar, y fue la escritura mi manera de escaquearme. A prop¨®sito de los pobres de banco p¨²blico, podr¨ªa sostener ante un jurado que no eres de Sant Adri¨¤ si no te acuerdas de que una vez, en los a?os noventa, el Ayuntamiento (lo gobernaba Converg¨¨ncia cuando a¨²n no exist¨ªa la palabra "transversal") mand¨® quitar un banco de la avenida principal porque en sus hierros pintados de verde se sentaba y se tumbaba un pobre que molestaba a los comerciantes de enfrente y los propietarios se quejaban de que les daba "mala imagen". La microhistoria sirve para entender el mundo, para comprender a qu¨¦ se refieren el Gobierno espa?ol, el catal¨¢n, el barcelon¨¦s, la CEOE (valgan las redundancias), cuando protestan porque algo perjudica a la imagen de la ciudad o del pa¨ªs. Despu¨¦s del 68 pasamos no al 69, que hubiera sido otra historia, sino de la imaginaci¨®n a la imagen. Se pretend¨ªa llevar la imaginaci¨®n al poder, pero el que lleg¨® fue Pompidou. ?Siempre va a ser as¨ª? No lo s¨¦. Pero, porque espero que no, me fascina todo lo que est¨¢ pasando ahora en la calle (valga de nuevo la redundancia, pues, como dec¨ªa Machado, las cosas pasan en la calle y el resto son eventos consuetudinarios que acontecen en la r¨²a).
Fui a aquel colegio p¨²blico del Raval para ver en vivo y en directo la presentaci¨®n de la plataforma Guanyem Barcelona. Adem¨¢s de mucha gente mirando, tambi¨¦n hab¨ªa muchos pol¨ªticos mirando (en un acto pol¨ªtico un pol¨ªtico no es gente, como en ambulatorio un m¨¦dico no es gente, por poner un ejemplo con algo que pronto desaparecer¨¢ y se olvidar¨¢ hasta que salga una p¨¢gina titulada "No conociste el Estado del bienestar si..."). Hab¨ªa pol¨ªticos de partido y reci¨¦n separados. ?Miran los pol¨ªticos de una manera diferente al resto del personal? Creo que s¨ª. Ese ojear, ese inspeccionar, estrechando los p¨¢rpados y avanzando la barbilla, ten¨ªa algo de caricatura, que ya ha sido dibujada, por ejemplo, en el ¨¢lbum Los laureles del C¨¦sar, cuando Ast¨¦rix y Ob¨¦lix se presentan en el mercado de esclavos de Roma con el prop¨®sito llegar as¨ª al palacio del emperador para quitarle sus laureles y perfumar con ellos un estofado. "No somos cualquier cosa", protestan todo el rato los dos galos en el entarimado. La gente no es cualquier cosa cuando se propone algo. En aquel acto Ada Colau simbolizaba la fuerza de la calle, la fuerza de la gente que siendo calle no quiere quedarse en la calle, y acaso por esa capacidad y verdad suyas de conexi¨®n y representaci¨®n fue ¨²nicamente durante su intervenci¨®n cuando la concurrencia se encendi¨®, core¨® y bram¨®. Claro, se trataba del famoso grito de guerra de la PAH: "S¨ª se puede". Barcelona es una ciudad que languidece mientras oculta su herida. Hab¨ªa en el colegio toneladas de una ilusi¨®n incapaz de expresarse a trav¨¦s de la emoci¨®n. Demasiado Teatre Grec todos los veranos, demasiados conciertos de Jordi Savall en el Auditori, demasiado cine en tumbonas en las noches del CCCB. Demasiados a?os de miedo biol¨®gico a nuestros propios fluidos desde la d¨¦cada de los ochenta. Todo esto nos ha hecho olvidar el instinto de la sangre. No eres de Sant Adri¨¤ si no recuerdas cuando chupabas las heridas, las tuyas y las de quien te gustaba, para que se cerrasen. S¨ª se puede volver a ganar todo eso. S¨ª se puede, porque la calle sigue existiendo, es lo ¨²nico que existe. Lo vivo es lo que pasa en la calle. Volv¨ª de la presentaci¨®n de Guanyem Barcelona (la gente sal¨ªa en grupos por el Paral¡¤lel como en las noches de estreno), recordando de qu¨¦ manera la hemos perdido.
El hombre del banco, nunca nos hemos presentado y me refiero a ¨¦l de esta manera antigua, fumando parsimoniosamente para vacilarles a sus 80 a?os y a los m¨¦dicos. Hablamos todas las ma?anas de c¨®mo va el mundo y de los hombres de los otros bancos que cobran retiros astron¨®micos. No es lo mismo retirarse en un banco con Sicav que en un banco con adoquines. ?l no se levanta del suyo, al lado del quiosco, y le sigo la conversaci¨®n en pie con respeto jer¨¢rquico, con este diario reci¨¦n comprado, reci¨¦n doblado, reci¨¦n no le¨ªdo (me queda el instinto de empezarlo por el final, de cuando escrib¨ªa Haro Tecglen). "Pues qu¨¦ quieres que te diga", me dice, "una mierda. Yo ya no me reconozco en esta sociedad. Pero no voy a ser tan negativo, que al final no querr¨¢s pararte a hablar conmigo". En realidad me ha contado buena parte de su vida, llevamos unos cuantos a?os hablando. Aunque el mundo ha cambiado, ¨¦l sigue opinando lo mismo que al principio. "Lo importante no es el sistema, es la manera", dice.
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