El ¨²nico gay del pueblo
La pobreza ha aumentado de forma importante en los ¨²ltimos a?os, pero no es un fen¨®meno que haya nacido con la crisis
No s¨¦ si conocen la serie Little Britain.Uno de sus personajes, Daffyd Thomas, es un homosexual que cree ser el ¨²nico gay del pueblo aunque su localidad est¨¢ llena de personas como ¨¦l. Daffyd funda toda su existencia no en ser gay, sino en ser ¡°el ¨²nico gay de su pueblo¡±, que no es lo mismo y ni siquiera se parece.
Acude diariamente a una taberna repleta de gays que ¨¦l no reconoce. En vez de alegrarse de contar con una comunidad numerosa en su lucha contra la homofobia, Daffyd se indigna por la presencia de otros homosexuales que le disputan el valor de ser ¨²nico y especial. Lo realmente importante para nuestro personaje no es la batalla por los derechos de los gays sino su biograf¨ªa, fundada en una vocaci¨®n minoritaria y victimista. Por eso se niega a reconocer a ning¨²n otro homosexual en el pueblo. Para ¨¦l son traidores, oportunistas o fingidores.
En estos ¨²ltimos meses me acuerdo mucho del personaje de Little Britain porque percibo el s¨ªndrome de ¡°el ¨²nico gay del pueblo¡± a mi alrededor. En todas las profesiones y aficiones hay alguien que se precia de ser ¨²nico, pero en la pol¨ªtica este s¨ªndrome es todav¨ªa m¨¢s frecuente. Acostumbrados a ser ¡°el ¨²nico rojo del pueblo¡±, el ¨²nico ecologista aut¨¦ntico, el ¨²nico rebelde de su trabajo o de su c¨ªrculo o de sus amistades, miran con recelo cuando otras personas comparten sus ideas.
La derecha siempre ha presumido de ser una silenciosa multitud, de un ¡°sentido com¨²n¡± mayoritario, avalado por nuestra (triste) historia, la costumbre o la rutina. Sin embargo, la izquierda tiene a sus espaldas una historia de derrotas, de persecuciones y de soledad.
Ser de izquierdas ha sido tan dif¨ªcil en muchos momentos que s¨®lo un fuerte deber moral pod¨ªa sustentarlo. Las personas que realmente han luchado por conseguir la libertad, por denunciar los abusos, por reclamar justicia, han tenido que adquirir un cierto sentido ¨¦pico de su existencia. Por eso hoy, algunas de ellas, se niegan a reconocer a su alrededor nuevas voces, nuevos componentes que tienen parecidas ideas. Se niegan a no ser ya ¡°el ¨²nico gay del pueblo¡± recuerdan su trayectoria y a?oran su unicidad.
Es verdad que hace 10 a?os nadie, excepto un pu?ado de personas esforzadas (y excluidas o censuradas en sus respectivas materias) denunciaban la burbuja inmobiliaria y la especulaci¨®n urban¨ªstica; es verdad que cuando el dinero engrasaba bien la maquinaria social, la gran mayor¨ªa estaba dispuesta a perdonar los pecados de la desigualdad, el despilfarro y la corrupci¨®n. Una muestra de la falta de conciencia social: la pobreza ha aumentado de forma importante en los ¨²ltimos a?os, pero no es un fen¨®meno que haya nacido con la crisis. La diferencia es que en el a?o 2006 casi nadie hablaba de ella aunque el 20% de la poblaci¨®n la padec¨ªa.
A¨²n as¨ª, no queda m¨¢s que celebrar el cambio de sensibilidad que se ha operado en la sociedad y trabajar porque sea una conciencia duradera. Es magn¨ªfico que, adem¨¢s, gran parte de los j¨®venes haga una lectura solidaria y comprometida con su realidad social. No estar solos es fant¨¢stico, aunque sea menos heroico, menos hiperb¨®lico y admirable.
Ya es hora de disputar los valores mayoritarios a los viejos poderes, aunque nos prive de esa satisfacci¨®n moral narcisista de ser los ¨²nicos gays del pueblo.
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