?Dale que te pego!
Los tambores tradicionales japoneses de Kod? atronan en el Festival de Torroella de Montgr¨ª
Oriente es otro mundo, otra sensibilidad, otros dioses. Sin embargo, en los or¨ªgenes, cuando no hab¨ªa razas, ni lenguas, ni religiones todos respir¨¢bamos el mismo esp¨ªritu primordial.
Esta sensaci¨®n de encuentro en los or¨ªgenes es la dominante en el espect¨¢culo Dadan (Hombres tocando tambores) que, tras haber pasado por Oviedo (9 de julio), Tarragona (12 de julio) y Madrid (15 de julio) se present¨® en el Festival de Torroella de Montgr¨ª cerrando as¨ª la gira espa?ola del grupo Kod?, uno de los principales conjuntos de tambores tradicionales japoneses.
En Dadan, once hombres en pa?os menores y de aspecto atl¨¦tico se pasan hora y media, d¨¢ndole -?Dale que te pego!- a todo tipo de tambores, bombos y atabales. No se sabe si son m¨²sicos, sacerdotes o guerreros, quiz¨¢ son un poco de todo. El espect¨¢culo es fascinante. Como ocurre en tantas manifestaciones de la cultura tradicional japonesa, la acci¨®n se ejecuta con el rigor y la precisi¨®n de una ceremonia, de un ritual; sin embargo, debajo, inmediatamente debajo, late una fuerza brutal, oscura, tel¨²rica, at¨¢vica. El espect¨¢culo, hipn¨®tico, b¨¢rbaro, es m¨¢s una experiencia sensorial que una experiencia est¨¦tica, art¨ªstica o intelectual y se sit¨²a en un ¨¢mbito ancestral en donde de todas estas categor¨ªas se confund¨ªan en un todo.
Dadan, por el principio de la variaci¨®n dentro de la repetici¨®n y por funcionar como un gigantesco acumulador de tensi¨®n y energ¨ªa, musicalmente entroncar¨ªa marginalmente con el minimalismo, si se le pudiera aplica esta etiqueta que solo compete a la m¨²sica occidental. Dadan, ideado en 2009 por Tamasabur? Band?, director art¨ªstico de Kod?, tiene tambi¨¦n mucho de experiencia cat¨¢rtica, depurativa, de estar asistiendo a la recreaci¨®n de la fundaci¨®n misma de la m¨²sica primigenia, cuando quiz¨¢ la m¨²sica, antes que melod¨ªa o armon¨ªa, era s¨®lo latido, pulsaci¨®n y, por ello, se vinculaba directamente a la vida, la vida que late.
Se dice que el taiko, el gran tambor de 1,3 metros de di¨¢metro, reproduce la percepci¨®n que el feto tiene del latido del coraz¨®n de la madre. Quiz¨¢ sea verdad o quiz¨¢ no, pero dos asientos a mi izquierda, un ni?o de no m¨¢s de siete a?os que al principio del concierto hab¨ªa estado dando la tabarra preguntando cosas, mediada la sesi¨®n, cuando los tres taikos del espect¨¢culo hac¨ªan temblar hasta los cimientos el Espai Ter, el auditorio de Torroella de Montgr¨ª, el angelito dorm¨ªa como un bendito, resoplaba, dorm¨ªa en un sue?o profundo. ?Casualidad?.
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