Predicando Beethoven en Torroella
El pianista ingl¨¦s Paul Lewis interpreta cuatro sonatas del compositor
El director, pianista y compositor Hans von B¨¹low (1830 - 1894) afirm¨® en una ocasi¨®n que mientras el Clave bien temperado de Johann Sebastian Bach era el Antiguo Testamento de la m¨²sica para teclado, el conjunto de las 32 sonatas para piano de Beethoven eran su Nuevo Testamento.En efecto, el conjunto monumental, inmenso, de las sonatas de Beethoven constituyen una especie de acto fundacional del piano moderno.
Paul Lewis (Liverpool 1972), aunque no desde?a otros profetas mayores de la tecla como Schubert y Liszt, es un predicador del Nuevo Testamento. Se ha enfrentado y ha grabado en disco la totalidad de los conciertos para piano y la integral de las sonatas de Beethoven y, en este terreno, es una autoridad.
El Beethoven de Lewis es fundamentalmente equilibrado. Una articulaci¨®n ligera y f¨¢cil unida a un uso del pedal prudente, proporciona al sonido una superficie cristalina, transparente, sin turbiedades. Ello podr¨ªa dar lugar a un Beethoven bonito pero epid¨¦rmico; sin embargo, un uso acertado del silencio prolongado, ocasionales ataques del acorde desde atr¨¢s, en profundidad, y un fraseo de alcance largo y dibujo n¨ªtido, da grosor, temperatura y poder a ese tocar. La facilidad, brillantez y nitidez en la resoluci¨®n de los pasajes de agilidad que produce la sensaci¨®n agradable de que el solista a¨²n est¨¢ lejos de haber alcanzado su l¨ªmite de revoluciones por minuto, completa el bello tocar beethoveniano de Lewis.
Para su predicaci¨®n en el estival de Torroella de Montgr¨ª, mos¨¦n Lewis eligi¨® cuatro sonatas, dos centrales, la N¨²m. 13 y la N¨²m. 14, la celeb¨¦rrima Claro de luna, enmarcadas por dos sonatas finales, la N¨²m. 30 y soberbia N¨²m. 32, la ¨²ltima sonata de Beethoven.
La 30 sirvi¨® para irnos conociendo, para establecer el puente, el contacto entre su tocar y nuestro entender, el nos fue explicando sus c¨®digos y nosotros los fuimos interiorizando. En la 13 y en la 14 nos hicimos amigos, le agradecimos que no hiciera melodrama en el Adagio sostenuto de la Claro de luna pues habr¨ªa provocado aquellos llantos silenciosos, algo cursis y, en p¨²blico, harto inc¨®modos, que afectan a algunos esp¨ªritus sensibles cuando les tocan la Claro de luna.
En la 32 se alcanz¨® la comuni¨®n, Lewis nos meti¨® a todos dentro del piano y nos hizo viajar, deteni¨¦ndose en detalles, en paisajes sonoros bell¨ªsimos, por una de las mejores partituras del viejo y querido cascarrabias. Am¨¦n.
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