?Dos naciones?
Asistimos al nacimiento de un nuevo sistema de partidos y movimientos pol¨ªticos donde lo viejo s¨®lo subsistir¨¢ si se transforma
Recientemente, ante el debate abierto por la abdicaci¨®n del Rey sobre la posibilidad de instaurar una Rep¨²blica, un consejero de la Generalitat afirm¨® en un tuit: ¡°?Monarqu¨ªa? ?Rep¨²blica? ?Catalu?a!¡±. No cit¨® la fuente de esa frase, que no era otra que el patriarca del catalanismo conservador: Francesc Camb¨®. Quiz¨¢s no lo hizo porque dos a?os despu¨¦s de que el insigne prohombre afirmara tal contundente verdad, era nombrado Ministro de Hacienda del Gobierno de Alfonso XIII. Ciertamente, m¨¢s de una sombra de duda se cierne sobre la posibilidad de que el catalanismo conservador pueda pilotar una ruptura catalana, a pesar de la intensidad de su gestualidad.
Dec¨ªa Josep Tarradellas, ¨²ltimo presidente de la Generalitat republicana y primero de la restaurada en 1977, que en pol¨ªtica se puede hacer de todo menos el rid¨ªculo. Es de esperar que esta lecci¨®n quedase clara para sus sucesores, aunque en el caso de Pujol esto cada vez parece m¨¢s incierto. Todo ello se har¨¢ m¨¢s n¨ªtido a partir del 9-N. Pero, en todo caso, hay dos terremotos pol¨ªticos en Catalu?a que ultrapasan la fortuna de Conv¨¨rgencia, e incluso la de aquellos que le dan apoyo en el af¨¢n de sustituirla como partido dominante del catalanismo. Un relevo que se mueve en una d¨¦bil frontera que no aparece asegurar ninguna mayor¨ªa absoluta.
El primero de estos terremotos lo vivimos el 11-S de 2012. No tan s¨®lo por la din¨¢mica pol¨ªtica que inauguraba, sino por lo que parece significar: un cambio en la corriente central del catalanismo, el paso de ser una propuesta b¨¢sicamente de reconstrucci¨®n de Espa?a hacia el independentismo. La fuerza de este cambio y su permanencia es a¨²n dif¨ªcil de valorar, el tiempo hist¨®rico es en este sentido todav¨ªa corto. Pero implica que incluso la tradici¨®n federal, que en sus ra¨ªces es previa al propio nacimiento del catalanismo, deber¨ªa volver a beber en el manantial de sus or¨ªgenes a mediados del siglo XIX. En el de los Abd¨® Terrades, los Pi i Margall y los Fernando Garrido, cuando esta propuesta part¨ªa de soberan¨ªas plenas y m¨²ltiples, y no de la mera idea de descentralizaci¨®n de competencias. S¨®lo as¨ª podr¨¢ converger con la fuerza de una corriente que marca el sino de una gran parte de la sociedad catalana. Aunque ese reto no ata?e s¨®lo a los sectores y tradiciones pol¨ªticas que no tienen su origen en el independentismo.
Parte de ese nuevo torrente pol¨ªtico dio por supuestas muchas cosas que se han mostrado err¨®neas. Entre otras, se supon¨ªa que parte de las clases populares del ¨¢rea metropolitana, entre las que se intu¨ªa poca inclinaci¨®n hacia las tesis independentistas, hab¨ªan quedado pol¨ªticamente neutralizadas. La crisis del partido que tradicionalmente hab¨ªa recabado m¨¢s votos de ellas, el PSC, las habr¨ªa dejado hu¨¦rfanas. Lo sintetizaba Jordi Graupera, una de las mentes de referencia del nuevo independentismo, ¡°El expolio econ¨®mico, la crisis y la inmigraci¨®n reciente los ha dejado como los white trash de Stowe: compiten, sin recursos, con los nuevos esclavos sin papeles. Y como nunca ha hecho falta que votaran para apropi¨¢rselos, hoy cuesta mucho hacerlos valer electoralmente, a no ser que apuesten por la v¨ªa Albiol o Anglada. Carne de ca?¨®n, de nuevo¡±. Y cierto es que la crisis del socialismo, en su forma ya casi completa de socioliberalismo, ha creado un vac¨ªo pol¨ªtico. Lo que ya no lo es, es que este sector de la sociedad catalana sea, o haya sido nunca, carne de ca?¨®n. No lo fue durante el antifranquismo, donde cre¨® los principales movimientos sociales contra el r¨¦gimen y con ello transform¨® Catalu?a, y no lo es ahora.
De las placas tect¨®nicas de la crisis est¨¢n surgiendo nuevos fen¨®menos pol¨ªticos en el marco del otro gran terremoto. Tal es el caso de Podemos, al que algunas encuestas ya sit¨²an como segunda o tercera fuerza de Catalu?a, y lo que est¨¢ por venir. John Dos Passos escribi¨® en 1936, en su trilog¨ªa sobre los EE UU y ante la escisi¨®n social producida por la Gran Depresi¨®n: ¡°Sin duda somos dos naciones¡°. Se refer¨ªa a una escisi¨®n basada en la injusticia social que en su extremo hac¨ªa imposible hablar de una misma naci¨®n norteamericana. Ciertamente en nuestro caso la escisi¨®n en las afinidades identitarias no es una escisi¨®n de clase, pero los diversos proyectos en juego en los diferentes proyectos nacionales s¨ª que se relacionan con esa divergencia, para superarla o para agrandarla seg¨²n los casos y los intereses implicados en cada uno de ellos. Existen en este sentido tambi¨¦n aqu¨ª las dos naciones que indicaba Dos Passos.
Es una lecci¨®n que cabe no olvidar para cada uno de los actores. Asistimos en el magma de una crisis social, cultural, pol¨ªtica y nacional, al nacimiento de un nuevo sistema de partidos y movimientos pol¨ªticos, donde lo viejo s¨®lo podr¨¢ subsistir si se transforma. Un sistema donde la clave, m¨¢s all¨¢ de las frases grandilocuentes de camino hacia un ministerio mon¨¢rquico o en la defensa de un proyecto de gesti¨®n neoliberal fracasado, se encuentra en la relaci¨®n que establezcan las principales fuerzas tect¨®nicas del pa¨ªs en el reconocimiento de las soberan¨ªas plenas y m¨²ltiples, en la certeza de que hay una profunda escisi¨®n que debe ser superada.
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