?... se acab¨® la rabia?
La tentaci¨®n del regodeo de quienes no pudieron vencer al ex presidente est¨¢ provocando excesos ret¨®ricos
Los efectos de la enorme explosi¨®n que sacudi¨® la vida p¨²blica catalana el pasado 25 de julio est¨¢n siendo tan diversos como poli¨¦drico y complejo fue el papel jugado por Jordi Pujol i Soley en la historia de Catalu?a y de Espa?a a lo largo de los ¨²ltimos cuarenta a?os: el ide¨®logo, el antifranquista, el gobernante, el l¨ªder de partido, el pater patriae, el imbatido reclamo electoral, el king's maker de la pol¨ªtica espa?ola, el vendedor internacional de la catalanidad, etc¨¦tera.
As¨ª, son observables y comprensibles la desolaci¨®n de muchos, la inquietud de bastantes, la orfandad de no pocos, el estupor de casi todos...; pero tambi¨¦n la indisimulada satisfacci¨®n de aquellos que, no habiendo podido vencerle en su d¨ªa, contemplan ahora maravillados c¨®mo su viejo y correoso enemigo se ha hecho el harakiri.
Entre estos ¨²ltimos, la tentaci¨®n del regodeo est¨¢ provocando cierto n¨²mero de excesos ret¨®ricos. ?O no es un exceso que do?a Ana Botella de Aznar aproveche el caso Pujol para cargar contra ¡°la mentira del nacionalismo¡±, ella, la esposa del Cid Campeador del nacionalismo espa?ol, del reconquistador de Perejil, del patr¨®n de FAES? ?No es excesivo que se escandalicen ante el fraude fiscal pujoliano los examigos y beneficiarios de B¨¢rcenas, los protectores de Correa, los correligionarios de Jaume Matas? ?Y no lo es que se rasguen las vestiduras los m¨¢ximos dirigentes del partido que, desde 1982, tiene montada en Andaluc¨ªa una red caciquil-clientelar digna del PRI mexicano, con cientos y cientos de millones desviados del erario p¨²blico?
Tambi¨¦n determinados articulistas y opinadores tradicionalmente hostiles al nacionalismo catal¨¢n tienden a pasarse de frenada. De repente, una asombrosa l¨®gica (no s¨¦ si jur¨ªdica o com¨²n) permite a algunos inferir de la reciente confesi¨®n de Pujol que ya lo de Banca Catalana fue un fraude, dijera lo que dijese entonces la justicia y, desde luego, al margen de lo sucedido m¨¢s tarde con Bankia o con Caixa Catalunya. Intelectuales muy respetables se han entregado al ejercicio tramposo y falaz de buscar viejas citas elogiosas sobre Pujol y presentarlas, a la luz de hechos sabidos d¨¦cadas despu¨¦s, como complicidades con el presunto latrocinio. Todo ello, sin duda, con la ¨ªntima esperanza de que la lapidaci¨®n de Pujol deslegitime toda su obra, desde Converg¨¨ncia a TV3, los Mossos d'Esquadra o la inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica y, en un efecto domin¨®, se lleve por delante el denostado proceso soberanista. ¡°Muerto el perro, se acab¨® la rabia¡±.
Se trata, a mi modesto juicio, de una manera anticuada, decimon¨®nica, de analizar la realidad. Por aludir a un caso hoy olvidado, ya no estamos en los tiempos de Charles Parnell, el ¡°rey sin corona de Irlanda¡±, cuya ca¨ªda en desgracia en 1890 a causa de un esc¨¢ndalo de adulterio paraliz¨® durante una d¨¦cada la lucha por el autogobierno irland¨¦s. La pol¨ªtica de notables y los liderazgos carism¨¢ticos son historia, y desde el oto?o de 2012 es evidente para quien no tenga los ojos cerrados que la din¨¢mica independentista se mueve de abajo arriba, no de arriba abajo.
Jordi Pujol i Soley no era en absoluto un mascar¨®n de proa de esa din¨¢mica. Por m¨¢s que haya quien, entra?ablemente conspiranoico, interprete toda la labor pol¨ªtica del expresidente como una preparaci¨®n secreta para el d¨ªa de la independencia, lo cierto es m¨¢s bien lo contrario.
Si desde 1980 el pujolismo ha significado algo, ese algo era conllevancia, una pol¨ªtica autonomista muy refractaria a reformar el Estatuto, vocaci¨®n de bisagra en Madrid y, siempre que fuese posible, peix al cove. Pujol ha sido un converso de la pen¨²ltima hora ¡ªy siempre subrayando lo dif¨ªcil de la empresa¡ª a la viabilidad de un Estado propio. Que tal conversi¨®n ¡ªparalela a la de tant¨ªsimos ciudadanos de a pie¡ª haya confortado en su osad¨ªa a algunos de estos ciudadanos es muy probable. Que Pujol fuese la clave de b¨®veda del proceso resulta insostenible.
Por otra parte, el catalanismo no ha tenido nunca un Partido Nacionalista Vasco; quiero decir, un partido-comuni¨®n, totalizante, a ratos casi ¨²nico. Converg¨¨ncia no lo fue ni siquiera en sus a?os ¨¢lgidos, de s¨®lidas mayor¨ªas absolutas (1984-95), mucho menos ahora. Alguien puede percibirlo como un handicap; a mi me parece m¨¢s bien una garant¨ªa de pluralismo, de transversalidad..., y una defensa frente a los riesgos en materia de liderazgo. Como la Medusa de la mitolog¨ªa, el soberanismo tiene tantas cabezas, que no resultar¨¢ f¨¢cil decapitarlo.
En fin, convendr¨ªa no perder de vista que el d¨¦ficit fiscal catal¨¢n sigue triplicando al de Madrid, seg¨²n recordaba aqu¨ª semanas atr¨¢s un Xavier Vidal-Folch poco sospechoso de pujolismo. Y que un d¨ªa de estos habr¨ªa que empezar a aplicar la Ley Wert. Y que, seg¨²n ha dicho Montoro, la nueva financiaci¨®n auton¨®mica ahora ¡°no toca¡±. Y que Rajoy mantiene cerrada a cal y canto cualquier hip¨®tesis de reforma constitucional o de tercera v¨ªa... El golpe moral que el caso Pujol ha infligido al soberanismo es duro, pero no tanto como para borrar la tozuda realidad.
Joan B.Culla i Clar¨¤ es historiador.
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