Intermitentes como el orvallo
La gallega y los madrile?os afrontan las inclemencias de una noche ingrata pero solo consiguen entregar algunas r¨¢fagas de brillo
Llegaban las gentes con cuerpo de verbena tardoestival, pero los ¨²nicos que este jueves hicieron el agosto en Las Ventas fueron los vendedores de esos coloristas chubasqueros de urgencia que, a cuatro euros la unidad, parecen gigantescas bolsas de basura con mangas. Y as¨ª, el pobre Depedro tuvo que lidiar con una plaza casi vac¨ªa por efecto de la lluvia y las aglomeraciones en la entrada, mientras tanto Los Secretos como Luz Casal, ya ante casi 10.000 espectadores, trataban de capear el temporal con voluntad encomiable y resultados intermitentes. Como el orvallo.
Era la primera vez de Luz en Madrid desde que publicara Almas gemelas?y el Ministerio de Cultura le concediera el Premio Nacional de las M¨²sicas Actuales, as¨ª que ten¨ªa sentido su te¨®rica condici¨®n de cabeza de cartel. Otra cosa es que este albero antip¨¢tico sea, al margen de inclemencias sobrevenidas, el lugar m¨¢s propicio para su actual propuesta. Luz quiso ser tan emp¨¢tica que asom¨® con chubasquero de pl¨¢stico y se comprometi¨® a ¡°trabajar por una noche inolvidable¡±, pero no se la vio entrar en calor hasta la sexta pieza, Besar¨¦ el suelo, desgranada con esa emoci¨®n tan suya, enf¨¢tica pero no engolada. Es una expresividad que invita a lugares m¨¢s recogidos y a cubierto, pero las cosas vinieron dadas as¨ª.
La gallega acredita muchas horas de vuelo y en ella confluyen furia y ternura, lo que suele ser garant¨ªa de logros importantes. Pese a ello, su arranque fue un resbal¨®n en toda regla. Almas gemelas?y Dame un beso?son rancheras de mentirijilla, edulcoradas y con teclados tan espeluznantes como los de una orquesta de hotel decadente, mientras que Entre mis recuerdos?son¨® afectad¨ªsima con esos retardandos?agarrotados y desmedidos. Hubo que esperar a No me importa nada?o Es por ti?para reencontrarse con la mejor int¨¦rprete, esa que domina la situaci¨®n desde el epicentro del lugar y se regodea con cada estrofa. As¨ª sucedi¨® especialmente en el caso de Un nuevo d¨ªa llegar¨¢, que tiene algo de karma esperanzado y se erige, con las mismas, en met¨¢fora de esta mujer valiente.
Los Secretos son, por su parte, una baza tan segura como una carrocer¨ªa alemana. Aunque escasee la qu¨ªmica: ?lvaro Urquijo se ha instalado en una humildad impostada que deriva en petulancia cuando anuncia que D¨¦jame¡¯¡°no es una canci¨®n nuestra, sino que le pertenece al pueblo¡±. Y no, tampoco andaba sobrada de glamour?esa dedicatoria de Ojos de perdida?a los compa?eros del cole. Pero luego entramos en harina y ah¨ª siguen refulgiendo la precisi¨®n pop (con una pizca de pimienta vaquera) de Pero a tu lado, el aire malherido de Buena chica, el encanto biso?o de la inici¨¢tica y deliciosa Otra tarde.
Vista su resistencia a las adversidades (incluso a las de relevancia pasajera, como las meteorol¨®gicas), habr¨¢ que alabar y aplaudir la longevidad de estos madrile?os. No es f¨¢cil acreditar treinta y tantos a?os en la hoja de servicios, mantener a raya las canas y seguir saltando con jovialidad manifiesta. La atemporalidad de su escritura, sobre todo entre 1985 y 1995, les sostiene en unos niveles elevados aunque no acompa?e el carisma. Solo as¨ª se pueden lidiar las destemplanzas y salir airoso de la faena. O rematar ya sin lluvia la noche con un Siempre hay un precio, conjunto entre Los Secretos y Luz, que a Enrique Urquijo le habr¨ªa sonado de f¨¢bula.
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