El ¡®ruso¡¯ al que odiaba G¨®mez
Lissavetzky deja la pol¨ªtica por falta de apoyo interno en un PSM en guerra constante
A Jaime Lissavetzky le llaman el rusopor su apellido (su padre es ucranio) pero es m¨¢s madrile?o que el oso del madro?o y m¨¢s socialista de lo que convendr¨ªa a sus ambiciones pol¨ªticas. Su carrera est¨¢ trufada de servicios dif¨ªciles al partido y magras recompensas. El pr¨®ximo mes de mayo se marchar¨¢ a casa (¡°doy por terminada mi presencia en la primera l¨ªnea pol¨ªtica¡±, anunci¨® el lunes), llev¨¢ndose consigo su deseo imposible de concurrir a las elecciones municipales de 2015 y la tristeza ¡ªcompartida por los numerosos ciudadanos que le paran a¨²n por la calle para preguntarle, entre la indignaci¨®n y la desesperanza, por qu¨¦ se retira¡ª de no haber podido ni siquiera presentarse a las primarias socialistas del pr¨®ximo 19 de octubre.
Lissavetzky regres¨® a la arena madrile?a en agosto de 2010, instado por el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Jos¨¦ luis Rodr¨ªguez Zapatero. Se postul¨® como candidato al Ayuntamiento, y nadie le plant¨® cara en las primarias pese a concitar la animadversi¨®n feroz del l¨ªder regional madrile?o, Tom¨¢s G¨®mez y sabiendo que el objetivo era lograr el gobierno en Madrid cuatro a?os m¨¢s tarde. Su enfrentamiento con G¨®mez cuaj¨® con el apoyo de Lissavetzky a Trinidad Jim¨¦nez, la candidata impulsada por la direcci¨®n nacional del PSOE para desplazar a G¨®mez en las primarias regionales. Jim¨¦nez perdi¨®, pero G¨®mez (que ha ganado todos sus enfrentamientos internos y ha perdido todas sus elecciones) nunca se lo perdon¨®. No pudo conformar una candidatura alternativa a Lissavetzky en esas primarias, pero teji¨® una lista electoral trufada por sus afines, de forma que, cuando ¨¦ste sali¨® derrotado, encontr¨® un equipo hostil para cumplir su promesa de cuatro a?os de oposici¨®n.
Con 15 concejales y solo tres o cuatro de su parte, su primer esfuerzo fue ganarse la confianza del Grupo Municipal, o al menos de una mayor¨ªa.
Lo consigui¨®, en gran parte gracias al trabajo de denuncia y diaria en cada barrio de la ciudad, que impulso la sensaci¨®n creciente tanto en el partido como en la calle de que el PP pod¨ªa perder la alcald¨ªa tras casi un cuarto de siglo de gobierno ininterrumpido con mayor¨ªa absoluta.
El principal logro de Lissavetzky fue conformar, con ?ngel P¨¦rez (IU) y David Ortega (UPyD), un frente com¨²n de oposici¨®n al PP. En la encuesta de Metroscopia para EL PA?S del pasado mes de mayo, Lissavetzky obten¨ªa 15 esca?os y el 23,4% de votos; P¨¦rez sumaba 14, con el 20,8%; y Ortega siete, con el 11,6%. Juntos, superaban de largo los 21, con el 32,5% de votos, de la alcaldesa, Ana Botella (PP). Aquel escenario se disolvi¨® sin embargo en cuesti¨®n de semanas. En las elecciones europeas del 25 de mayo, el PP obtuvo en la capital el 34,4% de votos, pero el PSOE baj¨® al 18,2% e IU se qued¨® en el 10,2%. El responsable fue Podemos, que se convirti¨® en la tercera fuerza en la ciudad con el 10,4%. UPyD obtuvo el 9,6%.
La renuncia de P¨¦rez a repetir como candidato de IU, anunciada ya en marzo de 2013 pero con visos de posible revocaci¨®n hasta entonces, abri¨® un proceso en IU para converger dentro de la plataforma Ganemos con grupos sociales y, en ¨²ltima instancia, con Podemos. Lissavetzky qued¨® as¨ª a expensas de mantener al PSOE como primera fuerza de la oposici¨®n, pero sigui¨® confiando en poder gobernar con apoyo de UPyD.
Las elecciones europeas se llevaron por delante, sin embargo, a Rubalcaba, secretario general del PSOE y ¨²nico contrapeso con el que contaba ante la hostilidad de G¨®mez y sus intentos por desplazarle en favor de su propio candidato, el diputado regional Antonio Miguel Carmona.
Lissavetzky mantuvo su neutralidad en las primarias para elegir al nuevo secretario general del PSOE, entre Eduardo Madina y Pedro S¨¢nchez. G¨®mez, en cambio, se volc¨® con S¨¢nchez. Y S¨¢nchez, que anteriormente hab¨ªa mantenido sus propios enfrentamientos con G¨®mez (intent¨® incluso montar una candidatura para disputarle el puesto en la Comunidad), le recompens¨® dej¨¢ndole hacer.
Primero le meti¨® en su Ejecutiva, de la que sali¨® por cierto Lissavetzky. Y finalmente, hace una semana, le puso al frente de la Comisi¨®n de Garant¨ªas Electorales. Pese al silencio p¨²blico de S¨¢nchez y su pretendida neutralidad, el mensaje cal¨® en Madrid.
Los apoyos que Lissavetzky hab¨ªa tejido entre militantes y secretarios generales de distrito de cara a las primarias se resquebrajaron ante la falta de respaldo de S¨¢nchez. ¡°Son nuevos tiempos¡± y ¡°lo mejor para el partido¡± era retirarse, se?al¨® Lissavetzky el lunes.
La otra opci¨®n era una guerra fratricida y contraria a los deseos de S¨¢nchez, que ha presionado al PSM para remendar las profundas disensiones internas abiertas durante la etapa de G¨®mez. No ser¨¢ Lissavetzky quien ponga trabas. Se le ofrecieron mediante intermediarios de peso prebendas para asegurar su retirada. No acept¨®; ni siquiera lo reconoci¨®.
La semana que viene cumple 63 a?os y el pr¨®ximo mes de mayo, tras las elecciones, se marchar¨¢ a casa, despu¨¦s de m¨¢s de 30 a?os dedicados a la pol¨ªtica.
Dej¨® su carrera como qu¨ªmico en el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas para ser diputado regional en 1983, tras las primeras elecciones regionales de la democracia; form¨® parte del gobierno de Joaqu¨ªn Leguina y se puso al frente de la entonces Federaci¨®n Socialista Madrile?a para pacificarla (ha cambiado de nombre, ahora es el PSM, pero nadie ha logrado pacificarla). Salt¨® a la pol¨ªtica nacional como diputado en 2000 y ejerci¨® como secretario de Estado para el Deporte entre 2004 y 2010, la etapa de oro del deporte espa?ol. Nunca estuvo mejor que entonces, y lo dej¨® para regresar a su ciudad, Madrid, donde s¨®lo le esperaban cuchillos. El acuerdo entre G¨®mez y S¨¢nchez decidi¨® su futuro.
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