La oportunidad Colau
La experiencia de la candidatura de Maragall en 1999 indica que no hay aportaciones peque?as cuando se trata de unir fuerzas ante grandes retos
La gestaci¨®n de la candidatura de Ada Colau para la alcald¨ªa de Barcelona ha aportado una importante novedad en la carrera para gobernar la capital de Catalu?a a partir de las elecciones municipales de mayo de 2015. Con ella hay, o habr¨ªa, si su apuesta se consolida, una rival de izquierdas potente y con posibilidades para alcanzar esta alcald¨ªa. Varias razones indican que se ha abierto una gran oportunidad para ese espacio pol¨ªtico. El alcalde que aspira a la reelecci¨®n se halla al final de su carrera y, como su antecesor, el socialista Jordi Hereu, no ha conseguido convertirse en un l¨ªder ciudadano. A su partido, CiU, que lleva tres a?os en declive electoral, le ha estallado una crisis que convierte la herencia pol¨ªtica de Jordi Pujol en un peso muerto capaz de hundirle. El partido socialista, por su parte, se halla en un profundo bache, el m¨¢s profundo de las ¨²ltimas d¨¦cadas.
Como sucedi¨® hace un mes y medio en las elecciones al Parlamento europeo con la figura de Pablo Iglesias al frente de Podemos, la emergencia de la plataforma Guanyem Barcelona configurada en torno a Ada Colau pone s¨²bitamente de relieve que hay un vac¨ªo de representaci¨®n pol¨ªtica, o, por lo menos, una clamorosa insuficiencia en un amplio espacio pol¨ªtico. Sin la apuesta de Colau, puede decirse que la batalla por la alcald¨ªa de Barcelona se planteaba como un episodio m¨¢s de la pugna entre partidos, cada uno con el objetivo de mejorar su cuota, claro est¨¢, pero formando un pelot¨®n en el que no destacaba ning¨²n favorito.
La positiva acogida recibida por Colau indica que, con ella, existen posibilidades ciertas de que la alcald¨ªa de la capital catalana vuelva a la izquierda. Aunque, esta vez, a una izquierda configurada de forma distinta a como lo estuvo a?os atr¨¢s con el predominio del PSC. Los promotores de la candidatura insisten en que no se trata solo de una nueva cita para la confrontaci¨®n entre partidos, sino que se persigue profundizar y dar una salida pol¨ªtica a las din¨¢micas de movilizaci¨®n social en clave municipal ya en curso en la capital catalana. De impulsar una confluencia del movimiento ciudadano en la propia plataforma Guanyem Barcelona y a esta, a su vez, con una candidatura de partidos de izquierda que quieren poner fin a la etapa protagonizada por CiU en ese ayuntamiento y romper con la burocratizaci¨®n en la que hab¨ªan ca¨ªdo los consistorios dominados por el PSC.
En realidad, Guanyem Barcelona remite a la f¨®rmula que hizo ampliamente mayoritaria a la izquierda en las primeras elecciones municipales democr¨¢ticas, las de 1979. La izquierda llevaba m¨¢s de una d¨¦cada plenamente imbricada en los movimientos sociales y vecinales que bull¨ªan en la ciudad. Eso fue lo que, al llegar al poder municipal, le permiti¨® cambiar profundamente la pol¨ªtica local. Esto fue lo que hizo posible el modelo Barcelona que, pasado el hito de 1992, languideci¨®.
Guanyem Barcelona remite a la f¨®rmula que hizo ampliamente mayoritaria a la izquierda en las primeras elecciones municipales democr¨¢ticas, las de 1979
Algunas de las dificultades de la apuesta de Guanyem Barcelona provienen de su propia ambici¨®n. No es f¨¢cil que los partidos renuncien a sus candidaturas en favor de una plataforma que no dirigen. Esta confluencia es posible, pero no es seguro que se materialice.
Quiz¨¢ sea oportuno recordar aqu¨ª y ahora que este intento recuerda, con todas las salvedades y diferencias del caso, el que en 1999 lanz¨® Pasqual Maragall para alcanzar la presidencia de la Generalitat. Evoca las posibilidades y tambi¨¦n los riesgos que, a fin de cuentas, lo hicieron insuficiente en aquella ocasi¨®n. La apuesta del ya ex alcalde de Barcelona significaba que, por primera vez en dos d¨¦cadas, el hasta entonces invicto Jordi Pujol iba a tener un rival de peso equiparable. Alguien con posibilidades veros¨ªmiles de ganar. Una figura susceptible no solo de obtener m¨¢s votos que ¨¦l, como efectivamente sucedi¨®, sino tambi¨¦n capaz de cambiar lo que en aquel a?o no se consigui¨®, el signo de la mayor¨ªa parlamentaria que, a fin de cuentas, determina quien ser¨¢ presidente. O alcalde, en los ayuntamientos.
Hubo que esperar a 2003. Maragall ide¨® para las elecciones al Parlament de 1999 una operaci¨®n compleja, destinada a ampliar su espacio pol¨ªtico como aspirante a la presidencia. En torno a su candidatura se articul¨® una plataforma ciudadana amplia, capaz de obtener apoyos m¨¢s all¨¢ del estricto ¨¢mbito electoral de su propio partido, el PSC. Y, adem¨¢s, una coalici¨®n de izquierdas.
Pero una de las lecciones que aquella batalla dej¨® es que, cuando se afrontan retos dif¨ªciles contra rivales potentes, hacen falta todas las aportaciones posibles. En 1999, solo una fuerza entre las llamadas a unirse se neg¨® a participar en la plataforma organizada por Maragall. Fue Izquierda Unida, entonces dirigida en Catalu?a por los seguidores de Julio Anguita. Alegaron la pureza de su izquierdismo, que les imped¨ªa aliarse con los reformistas, y prefirieron concurrir a las elecciones en solitario. Recibieron 44.454 votos, el 1,42%. No obtuvieron ning¨²n esca?o. Con solo 26.000 de estos votos, la plataforma de Maragall ya habr¨ªa obtenido un diputado m¨¢s y la izquierda habr¨ªa ganado. Se perdieron cuatro a?os.
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