El factor Modiano
El escritor pone una luminosa poes¨ªa sobre la verg¨¹enza hist¨®rica que signific¨® el colaboracionismo en Francia
Siete d¨ªas paseando por Viena (donde por cierto, tratan muy bien a los turistas, donde no vi ninguna pancarta maldiciendo su presencia y donde el 90% de la poblaci¨®n, sin distinci¨®n de edad, habla un ingl¨¦s muy apa?adito) me hicieron descansar del proceso. Siete d¨ªas viendo ni?os y ni?as muy educados, ni?os y ni?as, por ejemplo, que no ponen los pies sobre los asientos de los buses, metros o tranv¨ªas (porque si los pusieran, a diferencia de aqu¨ª, seguro que sus padres r¨¢pidamente se lo se?alar¨ªan), me hicieron preguntarme por el funcionamiento del sistema educativo austriaco, que siempre se habla del finland¨¦s, con raz¨®n, claro.
Todo eso y los bustitos (a los que soy muy aficionado) de Mozart, Beethoven y la emperatriz Siss¨ª que me traje de la antigua capital del imperio austro-h¨²ngaro, me hicieron aparcar, durante unos lluviosos d¨ªas, el carnavalesco 9 de noviembre. Dispuesto a ponerme al d¨ªa en pol¨ªtica interior, entre noticias sobre el ¨¦bola y los diez fallecidos, en Catalu?a, por la legionella (de la que no veo que se haga en Catalu?a un seguimiento pormenorizado, dada la gravedad de la cuesti¨®n) recibo la noticia del premio Nobel de literatura.
Para m¨ª, gran noticia. Leo que se lo otorgaron a Patrick Modiano y no me lo puedo creer. Todav¨ªa lo sigo disfrutando. Y ni siquiera la convocatoria del nuevo picnic consultivo (sin cambiar la pregunta) en lugar del m¨¢s ceremonioso pero no menos impracticable anunciado en diciembre de a?o pasado, me hacen desistir de hablar de Patrick Modiano.
Tengo que decir que Patrick Modiano es de mi quinta. Tenemos la misma edad. Comenc¨¦ a leer sus libros hace muchos a?os. Casi al mismo tiempo que ¨¦l los publicaba, yo los le¨ªa. Un d¨ªa descubr¨ª que, desde Buenos Aires, no a?oraba el Par¨ªs que fantase¨¢bamos los porte?os. Yo a?oraba el Par¨ªs de Modiano. Para m¨ª Modiano se convirti¨® en un factor vital. Antes de ¨¦l, estaba enamorado del Par¨ªs progre-bohemio de los a?os treinta. Le¨ªa y rele¨ªa a Hemingway cuando contaba lo feliz que se era en Par¨ªs, escribiendo en los bares y comiendo queso regado con un buen Burdeos. Pero enseguida se adhiri¨® a mi alma el factor Modiano. Por alguna raz¨®n que todav¨ªa no logro encontrar, siempre me convenci¨® m¨¢s Modiano que la versi¨®n que nos daba Julio Cort¨¢zar de su particular Par¨ªs. Un d¨ªa aprend¨ª que Cort¨¢zar era para entrar en otro mundo. En otros mundos.
Todo lo que nos cont¨® siempre Modiano fue cierto, el cabr¨®n no se invent¨® nada¡±
Leyendo a Modiano entend¨ª la poes¨ªa de Baudelaire. Entend¨ª Najda de Breton. Y los poemas de amor de Paul ?luard. Y sobre todo, leyendo a Modiano, conoc¨ª a personajes que nunca imagin¨¦ que existieran. Gente sospechosa que se te acerca y te acompa?a a comprarte unos zapatos nuevos, dado que los que llevas est¨¢n agujereados por tu estricta pobreza, y los sufraga de su bolsillo. Todo ello pasa en un bar. Son los a?os sesenta. Tenemos veinte a?os. Y ese bar pasa en una de las novelas m¨¢s hermosas que le¨ª suyas, Una juventud. Cuando un amigo m¨ªo (y de la misma quinta) ley¨® Un pedigr¨ª, me dijo: ¡°Todo lo que nos cont¨® siempre Modiano fue cierto, el cabr¨®n no se invent¨® nada¡±.
Yo creo que mi amigo emple¨® ese enf¨¢tico y deslenguado entusiasmo como si acabara de descubrir que era posible, que era verdad que se pod¨ªa poner una luminosa poes¨ªa sobre tanta verg¨¹enza hist¨®rica (el colaboracionismo), sobre tanta miseria y sobre esa constelaci¨®n de canallas, supervivientes y azarosos salvadores que pululaban por las calles de la posguerra parisina. Era verdad. Mi amigo no ley¨® nada mal. En Pedigr¨ª est¨¢n los fundamentos humanos, ¨¦ticos y liricos de su literatura anterior y posterior a esa inmensa autobiograf¨ªa. Siempre que releo o recuerdo ese libro, es como ver una pel¨ªcula de Marcel Carn¨¦ o leer un poema de Jacques Pr¨¦vert. Nunca como en ese libro, vi retratada a una persona buena, consciente de la delicada materia que ten¨ªa entre manos (su padre semidelincuente y su madre bastante olvidadiza de sus obligaciones maternales): una persona buena que sin ira ni resentimiento aborda su pasado m¨¢s ¨ªntimo.
Lo ¨²nico que desee fue que Patrick Modiano no tuviera el mal gusto de rechazar el premio. El mal gusto y la mezquindad. No solo se es generoso dando sino tambi¨¦n aceptando (?Cu¨¢nto nos ense?¨® Malinowski sobre el rol del don, el dar y el recibir, como motor de las sociedades del Pac¨ªfico Occidental!). Sartre incurri¨® en esa falta, perdonable como ser humano, pero imperdonable como intelectual. Ahora s¨¦ que el temor fue infundado. Como el de alguien que nunca hubiera le¨ªdo sus libros. Porque en sus novelas hay gente de distinta condici¨®n moral. Gente muy irresponsable. Incluso peligrosa. Pero no recuerdo ning¨²n personaje, ficticio o real, que me llamara la atenci¨®n por su falta de generosidad.
Y perdone el lector mi lata de hoy con el gran Modiano.
J. Ernesto Ayala-Dip es cr¨ªtico literario
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