Los ¡®raphaelitas¡¯ toman la Gran V¨ªa
El cantante se encierra 21 noches en un teatro con sus incondicionales
Hay artistas que no tienen fans sino fieles. Que no cuentan con admiradores, sino con creyentes. Que no arrastran a seguidores, sino a devotos. Una peque?a y variopinta multitud de adeptos se congreg¨® anoche como un solo disc¨ªpulo para asistir a la primera de las 21 apariciones que su deidad, Rafael Martos, Raphael para el siglo XX y lo que va de XXI, tiene apalabradas ¡ªy vendidas¡ª de mi¨¦rcoles a s¨¢bado en el Teatro Compac Gran V¨ªa.
Ya se sabe que la fe mueve monta?as y que en las divinidades se cree, o no se cree, y ah¨ª no hay ciencia que valga. A¨²n as¨ª, saltaba a la vista hasta del m¨¢s profano que los feligreses salieron en estado de gracia de la comuni¨®n con su ¨ªdolo. A fe que fue Una gran noche, como reza uno de los himnos de la secta. A fin de cuentas, el Esc¨¢ndalo y la Provocaci¨®n estaban fuera del templo, con la dimisi¨®n de una ministra y la inminente entrada en prisi¨®n de un expresidente de Diputaci¨®n como ¨²ltimas, que no ¨²nicas, par¨¢bolas del infame saqueo de los mercaderes de lo p¨²blico.
Raphael entr¨® en escena como entra ¨¦l en los sitios. Epatando a los burgueses, al pueblo llano y a los hipsters, que ya es epatar hoy en d¨ªa. Entr¨® Raphael en el Compac Gran V¨ªa como entr¨® en 1960, a los 16 a?itos, en el teatro donde Antonio el Bailar¨ªn y Augusto Alguer¨® le dieron el carn¨¦ de artista sin dejarle abrir la boca: ¡°?C¨®mo entrar¨ªa, hija m¨ªa, que me aprobaron sin ni siquiera o¨ªrme?¡±, tiene dicho ¨¦l en alguna entrevista. Acto seguido, el sumo sacerdote encar¨® al respetable y cant¨® 40 canciones como 40 salmos coreados vers¨ªculo a vers¨ªculo por la feligres¨ªa. Unos de alegr¨ªas. Otros, de penas. Todos, de rompe y rasga. Seleccionados entre los 300 temas que forman el repertorio de sus 55 a?os de carrera. Muchos, cortados y cosidos a su medida por Manuel Alejandro, su compositor de cabecera y, ¨²ltimamente, casi su ¡°bi¨®grafo¡±, seg¨²n confes¨® a la parroquia antes de proclamar que, a estas alturas, despu¨¦s de verles las orejas a tantos lobos, su canci¨®n fetiche es Gracias a la vida.
Que le ha dado tanto, le falt¨® decir. Aunque, viendo las fotograf¨ªas que le sirvieron de fondo para cantar Yo sigo siendo aqu¨¦l, cabe certificar que los a?os le han respetado el grueso del chorro de voz, lo m¨¢s vistoso del pelazo salpicado ahora de nubes y claros, y, sobre todo, el tip¨ªn marcado por un pantal¨®n, una camisita y un cintur¨®n de tachuelas al alcance de muy pocos setentones de 1,68 metros de estatura. Un hombre, Raphael, de talla discreta al lado del gigante en que se convierte en escena. Due?o y se?or, todav¨ªa, del poder de hacer que los vellos del pr¨®jimo, de tenerlos, dada la moda de la depilaci¨®n indiscriminada, se vengan irremediablemente arriba a¨²n en contra de la voluntad del m¨¢s agn¨®stico de la platea. Provocador de eso que llaman emoci¨®n, que ni se compra ni se vende y cuya llave, digan lo que digan, se tiene o no se tiene.
En la bancada, adorando al ex Ni?o de Linares la habitual mixtura de las noches de estreno. Invitados de campanillas, fan¨¢ticos religiosamente pasados por caja y, curiosamente, muchos presentadores estrella de televisi¨®n como Mar¨ªa Casado, conductora de Los Desayunos de Televisi¨®n Espa?ola, que se enteraban de la dimisi¨®n de Ana Mato en pleno oficio. Ninguno hizo adem¨¢n de perderse la misa por semejante anatema. Para un raphaelita, Raphael es lo primero. Ma?ana ser¨¢ otro d¨ªa.
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