Sangre entre ¡®galets¡¯
Pelea a pu?aladas en plena Rambla de Catalunya de Barcelona
La Navidad se top¨® ayer de frente con la violencia y la muerte. Centenares de personas que nos dedic¨¢bamos a efectuar las compras navide?as en pleno centro de Barcelona nos encontramos con una escena truculenta que contrastaba escalofriantemente con el ambiente del lugar y las fechas. Un despliegue masivo de polic¨ªa municipal, mossos y servicios m¨¦dicos ocupaba un lado de la Rambla de Catalunya por debajo de Consell de Cent, justo enfrente de la Casa del Libro y de uno de los enormes galets de pasta de sopa dorados instalados en la ciudad como decoraci¨®n con motivo de las fiestas.
Much¨ªsima gente se arremolinaba tras la cinta de seguridad colocada por la polic¨ªa. La escena que se abr¨ªa ante nuestros ojos era digna de un filme policiaco, de CSI, de Chicago; desde luego no de una tarde de paseo: los sanitarios se inclinaban fren¨¦ticamente sobre un hombre tendido en la acera, esforz¨¢ndose por mantenerlo con vida. Otro hombre, en camiseta imperio, deambulaba al lado con el abultado vientre al aire mostrando una herida espantosa y sangrando copiosamente por ella y por otra en el cuello; le hab¨ªan colocado una v¨ªa pero segu¨ªa all¨ª junto al portal en estado de shock. Los mossos identificaban a varios individuos.
En el corro de curiosos, reinaba un silencio asustado punteado de preguntas en voz baja y atravesado por rumores, porque las fuerzas de seguridad no soltaban prenda. ¡°Ha sido una pelea de la mafia rusa¡±. ¡°?C¨®mo lo sabe?¡±. ¡°?No ve el aspecto?¡±. ¡°Que no, que son rumanos¡±. ¡°?Armenia?, ?y eso d¨®nde est¨¢?¡±. Hab¨ªa gente que contaba con informaci¨®n de primera mano: ¡°Un hombre ha sacado un cuchillo y ha empezado a pinchar a un grupo, de repente todo era gritos y sangre¡±. Las miradas permanec¨ªan fijas en la escena tr¨¢gica que se segu¨ªa desarrollando. Por fin lleg¨® una ambulancia medicalizada. Entre varios sanitarios y hombres de paisano ¨Cun m¨¦dico grit¨®: ¡°?Hay demasiada gente aqu¨ª, fuera!¡±- cargaron al hombre que estaba inerte en el suelo y lo colocaron en una camilla. Pas¨® ante nuestros ojos, rostro ceniciento, cadav¨¦rico. ¡°Est¨¢ muerto¡±, sentenci¨® alguien. Aferramos nuestros paquetes de Navidad con fuerza, sintiendo su tacto falsamente tranquilizador.
Esas cosas no deb¨ªan pasar en Navidad, en Rambla de Catalunya, entre las tiendas luminosas. El mundo de verdad hab¨ªa invadido nuestro peque?o espacio de inquietudes triviales y compras de ¨²ltima hora como una hemorragia de realismo. La multitud se dispers¨® cabizbaja para regresar a lo suyo mientras los charcos de sangre comenzaban a secarse en la acera y la Navidad trataba de volver.
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