?Qu¨¦ son unas plebiscitarias?
Es bastante com¨²n en Europa y en Espa?a que elecciones legislativas ordinarias tomen connotaciones de consulta
Ya desde antes, pero sobre todo a partir del pasado 25 de noviembre, cuando el presidente Artur Mas formul¨® su propuesta de celebrar unas elecciones plebiscitarias como alternativa al refer¨¦ndum que el Estado no permite llevar a cabo, ese concepto ¡ªel de elecciones plebiscitarias ¡ª ha sido objeto de intenso debate, de severas cr¨ªticas, se le han atribuido connotaciones totalitarias... Aun la pasada semana, en una entrevista a Europa Press, el expresidente Jos¨¦ Montilla aseveraba que ese tipo de comicios ¡°no existe¡± y, al mismo tiempo, que ¡°no es propio de reg¨ªmenes democr¨¢ticos¡±. Montilla a?ad¨ªa que hoy, en Catalu?a, ¡°afortunadamente las personas no pueden ser obligadas a escoger s¨®lo entre dos listas electorales¡±.
Si la confusi¨®n ha llegado tan arriba, tal vez merezca la pena intentar algunas consideraciones aclaratorias. En primer lugar, la de plebiscitarias no es una categor¨ªa jur¨ªdica, sino pol¨ªtica, o quiz¨¢ mejor hist¨®rico-pol¨ªtica. Que unas elecciones adquieran car¨¢cter plebiscitario no depende tanto ¡ªa veces, en absoluto¡ª de la voluntad de quien las convoca como del uso que de ellas hacen los electores, en raz¨®n de un contexto pol¨ªtico, de unas circunstancias hist¨®ricas determinadas.
De hecho, es bastante com¨²n que elecciones legislativas ordinarias tomen connotaciones de plebiscito. Las generales espa?olas de octubre de 1982 fueron en buena medida un refer¨¦ndum a favor del cambio, de la ruptura hist¨®rica que representaba en aquel momento la llegada al poder del PSOE de Felipe Gonz¨¢lez. Las generales de marzo de 2004 resultaron, sobre todo en Catalu?a, un espectacular plebiscito contra Aznar y los desafueros de la mayor¨ªa absoluta del PP, culminados con las mentiras del 11-M. En fin, ?acaso las elecciones griegas del pr¨®ximo d¨ªa 25 no van a ser un plebiscito entre la aceptaci¨®n y el rechazo de los dictados de la troika? ?Han o¨ªdo a alguien que se sorprenda o se escandalice por ello?
A la hora de hallar en el pasado antecedentes o ejemplos de comicios plebiscitarios, resulta absurdo buscarlos en sistemas cesaristas o bonapartistas, y muy sectario aludir a las elecciones al Reichtag convocadas por Hitler el 5 de marzo de 1933 ¡ªque ya no fueron libres¡ª, cuando la historia catalana y espa?ola ofrece un ejemplo mod¨¦lico de elecciones que la ciudadan¨ªa convirti¨® en plebiscito; y no sobre un tema menor, sino sobre la continuidad o la ca¨ªda de un r¨¦gimen multisecular: las municipales del 12 de abril de 1931.
Se puede estar a favor o en contra de la idea de unas plebiscitarias. Lo que no se puede es presentar tal planteamiento como una ocurrencia de Mas
En aquel caso, el Gobierno convocante ¡ªel del almirante Aznar¡ª no pretend¨ªa ning¨²n refer¨¦ndum, sino reestabilizar la monarqu¨ªa de Alfonso XIII, muy desacreditada por su complicidad con la dictadura de Primo de Rivera. Se trataba, tras ocho a?os de estado de excepci¨®n, de regresar a la ¡°normalidad constitucional¡±. Y, para ello, los pr¨®ceres mon¨¢rquicos optaron por unas elecciones municipales ¡ªlas de menor carga pol¨ªtica, se dijeron¡ª que confiaban en ganar merced a los procedimientos habituales de aquel r¨¦gimen; o sea, clientelismo y caciquismo.
Sin embargo, el pueblo soberano ¡ªsobre todo, el de las ciudades¡ª estaba en otra onda, y resolvi¨® convertir aquellos anodinos comicios formalmente locales en un plebiscito sobre monarqu¨ªa o rep¨²blica. ?Con s¨®lo dos listas para escoger, una en cada sentido? Para tranquilidad del molt honorable Jos¨¦ Montilla, apresur¨¦monos a aclarar que no. Aunque las fuerzas antimon¨¢rquicas, conscientes del envite, procuraron agruparse en una gran Coalici¨®n Republicano-Socialista de ¨¢mbito estatal, su unidad no fue ni perfecta ni general; tampoco la de los mon¨¢rquicos.
En Catalu?a, much¨ªsimo menos. Para limitar el an¨¢lisis a la ciudad de Barcelona, en ella se ofrecieron a los electores como m¨ªnimo cuatro opciones inequ¨ªvocamente hostiles a la monarqu¨ªa: la flamante Esquerra Republicana coaligada con la Uni¨® Socialista, el intelectual Partit Catalanista Republic¨¤, la espa?olista Coalici¨®n Republicano-Socialista (el PSOE m¨¢s Lerroux, para simplificar) y una lista Republicana Aut¨®noma de radicales disidentes; eso, sin contar dos candidaturas comunistas, la del Bloc Obrer i Camperol y la del Partido Comunista de Espa?a. Con la permanencia del rey se alineaban la Lliga Regionalista y una Uni¨®n Patri¨®tica Mon¨¢rquica de extrema derecha; y hab¨ªa adem¨¢s (se votaba por distritos) francotiradores aqu¨ª y all¨¢.
Esta indiscutible pluralidad de ofertas, en todo caso, no empa?¨® ni hizo menos rotundo el resultado del plebiscito: en Barcelona, unos 96.000 votos republicanos por 33.000 mon¨¢rquicos, traducidos en 38 concejales sobre 50. En el conjunto espa?ol, una n¨ªtida victoria num¨¦rica y pol¨ªtica de los favorables al cambio de r¨¦gimen, que el mismo presidente Aznar (don Juan Bautista) admiti¨® a la ma?ana siguiente, al declarar a la prensa que ¡°el pa¨ªs se acost¨® mon¨¢rquico, pero se ha levantado republicano¡±. El propio Alfonso XIII tard¨® treinta y seis horas m¨¢s en sacar id¨¦nticas conclusiones, y acto seguido tom¨® el camino del exilio v¨ªa Cartagena.
El presente es muy distinto, s¨ª. Y se puede estar a favor o en contra de la idea de unas plebiscitarias, por descontado. Lo que no se puede es presentar tal planteamiento como una ocurrencia de Mas, inspirado por Carl Schmitt.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador
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