Tal como ¨¦ramos
Aqu¨ª hay m¨¢s fastos oficiales del lejano 1714 que memoria de un pasado reciente como es el de la lucha antifranquista
En la pasada gala de los Goya me llam¨® la atenci¨®n que las tres canciones que se escucharon en el escenario, actualizadas en sus arreglos e interpretadas por voces de hoy, eran canciones que no solo estuvieron de moda durante el franquismo sino que, en alg¨²n caso, tuvieron ¨¦xito en las versiones de cantantes claramente identificados con dicha etapa (como el inefable Raphael).
Me sorprendi¨® un poco, dec¨ªa, pero luego pens¨¦ que tal vez ten¨ªa algo de saludable, tras tantos a?os de enga?osa identificaci¨®n entre todo lo ocurrido durante el franquismo y el franquismo mismo. No me desagradaba fantasear la hip¨®tesis de que alguien hubiera dise?ado el acto con la intenci¨®n de escenificar no tanto una reconciliaci¨®n con aquella etapa como un reencuentro. Un reencuentro que perseguir¨ªa rescatar algo que la enga?osa identificaci¨®n se?alada habr¨ªa intentado impedir, a base de propiciar su olvido. Me refiero a las experiencias vividas por muchos durante aquellos a?os, ¨¢mbito que Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n gustaba denominar, unamunianamente, la intrahistoria.
Parte de esa intrahistoria la podemos interpretar, sin duda, en clave casi pol¨ªtica, como hac¨ªa el autor de Cr¨®nica sentimental de Espa?a cuando, por ejemplo, analizaba los mensajes ocultos en las letras de muchas de las canciones populares de la ¨¦poca, como las coplas de Concha Piquer, en las que, al trasluz, pod¨ªa encontrarse una descripci¨®n poetizada de las duras realidades que la censura se esforzaba en ocultar. Pero tal vez otra parte de esa intrahistoria transcurr¨ªa por diferentes cauces, o su contaminaci¨®n pol¨ªtica era menor, o expresaba, m¨¢s que una concreta coyuntura social, la visi¨®n del mundo de aquel momento hist¨®rico.
Reconstruir verazmente esa otra regi¨®n del imaginario colectivo durante la ¨²ltima etapa del franquismo, intentando reducir al m¨ªnimo el autoenga?o en cualquiera de sus variantes (incluida la ¨¦pica, empe?ada en convencernos, contra toda evidencia, de que viv¨ªamos en un pa¨ªs abarrotado de antifranquistas), probablemente tenga mucho de tarea pendiente. En la que nos jugamos algo m¨¢s que el conocimiento de nuestro pasado: nos jugamos el conocimiento de nosotros mismos, con las contradicciones, incoherencias y desfallecimientos que nos constituyen en seres humanos.
Como en otros ¨¢mbitos, tambi¨¦n en el de la necesidad del reencuentro con el pasado las cosas en Catalu?a se han desarrollado de manera peculiar: aqu¨ª hay m¨¢s fastos y celebraciones oficiales conmemorativas del lejano 1714 que memoria de un pasado reciente, y del que tanto podr¨ªamos aprender, como la lucha antifranquista. Se dir¨ªa que algunos se han propuesto construir, adem¨¢s de estructuras de Estado, estructuras de imaginario colectivo, acordes no con lo que hubo sino con lo que desear¨ªan que hubiera habido. Probablemente por esa raz¨®n una de las primeras iniciativas del gobierno de CiU en cuanto regres¨® al poder fue la de, con la excusa de la crisis, desmantelar el Memorial Democr¨¤tic impulsado por Miquel Caminal, porque a los nuevos gobernantes les desagradaba tener que confrontarse con lo que signific¨® ¡ªy, sobre todo, quien protagoniz¨® y quien se escaqueaba sistem¨¢ticamente¡ª la resistencia antifranquista en Catalu?a.
?Y qu¨¦ hay de la regi¨®n de la intrahistoria relacionada con la vida privada y las dimensiones m¨¢s personales? En Catalu?a es mencionada de manera escasa, entre otras razones porque por aquella ¨¦poca a¨²n no exist¨ªa TV3, depositaria oficial y exclusiva de la narrativa de pasado de la sociedad catalana. Rep¨¢rese en que los a?os sesenta y primeros setenta apenas son evocados en ella si no es para aludir a episodios relacionados con las reivindicaciones nacionales o ling¨¹¨ªsticas, pero casi nunca para reconstruir la realidad completa y compleja de nuestras vidas y experiencias de entonces. Imagino que porque habr¨ªa que echar mano de determinadas fuentes documentales (el archivo de RTVE, pel¨ªculas, diarios y revistas de la ¨¦poca, etc¨¦tera). Y a muchos les incomodar¨ªa la imagen que les devolver¨ªan tales espejos. Se ver¨ªan sin duda mucho mejor adaptados a aquel mundo de lo que ahora les gustar¨ªa recordar.
Y si alguien cree que exagero, que acuda a las p¨¢ginas del n¨²mero de primavera de 2014 de la revista L?Aven?, donde encontrar¨¢ una reveladora entrevista con Artur Mas. En ella explica no s¨®lo c¨®mo vivi¨® el franquismo su entorno familiar (¡°es van anar acomodant a aquelles condicions, que eren les que eren¡±) sino tambi¨¦n las razones por las que ¨¦l mismo, lejos de tomar conciencia pol¨ªtica cuando ingres¨® en una universidad en plena efervescencia en 1974, no lo hizo hasta los noventa. Seg¨²n sus propias palabras, porque ¡°s?hi feia gaireb¨¦ de tot, excepte classes¡±, y ¨¦l pertenec¨ªa a un sector de estudiantes bien definido, cuyo perfil muchos lectores recordar¨¢n con nitidez. Eran los presuntos apol¨ªticos que sol¨ªan repetir que ellos iban a la facultad ¨²nicamente a estudiar.
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Contempor¨¢nea en la UB.
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