Los ancestros de los vascos dorm¨ªan en Madrid
La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando descubre en sus s¨®tanos un ajuar funerario con 25 huesos del dolmen alav¨¦s de Aizkomendi
Una caja negra con filetes dorados, sin identificar desde hace casi dos siglos, acaba de ser descubierta en los dep¨®sitos de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En su interior esconde una joya antropol¨®gica: se trata de 25 huesos humanos de distintos cuerpos de varones de diferentes edades. Los expertos creen que proceden de la etapa de transici¨®n del Neol¨ªtico tard¨ªo al Calcol¨ªtico, hace unos 5.000 a?os. Forman parte de un ajuar funerario hallado en 1831 en el interior del dolmen de Eguilaz, hoy Aizkomendi, situado en la provincia de ?lava, junto a la carretera que une Vitoria y Pamplona.
Puede tratarse de los restos humanos de los pobladores m¨¢s antiguos de los que se tiene noticia en Euskadi. Su dataci¨®n, nunca realizada con el instrumental sofisticado hoy a mano, permitir¨¢ descifrar, gracias al col¨¢geno que conservan, numerosos enigmas que a¨²n subsisten respecto a los pobladores prehist¨®ricos del territorio vasco.
Los forenses creen que los restos datan de hace 5.000 a?os
La sorpresa fue enorme cuando un grupo de j¨®venes licenciados en Prehistoria y Arqueolog¨ªa, que realizan pr¨¢cticas en la Real Academia de Bellas Artes bajo la supervisi¨®n de la coordinadora Carmen Alonso, de la Universidad Complutense, acomet¨ªan el inventario de arqueolog¨ªa del archivo de la Academia. Un informe fechado en Vitoria en agosto de 1845 consignaba el env¨ªo a Madrid de un ajuar funerario hallado dentro del dolmen de Eguilaz, descubierto en 1831. Tras examinar el texto, los licenciados localizaron la caja negra y dorada abandonada y la abrieron: en su interior se encontraban fragmentos de cr¨¢neos, mand¨ªbulas dentadas, molares, dientes, clav¨ªculas, h¨²meros, v¨¦rtebras, esc¨¢pulas, falanges¡ Todo un repertorio ¨®seo razonablemente bien conservado.
Los hab¨ªa casi ¨ªntegros, mientras otros se mostraban fragmentados en grandes piezas. Se cree que pertenecieron a seres humanos que poblaron la llanada alavesa de pasto y cereal, regada por un afluente del arroyo Santa Luc¨ªa, hace cinco milenios.
El misterio de los d¨®lmenes
A¨²n hoy persisten las dudas sobre c¨®mo los hombres y mujeres prehist¨®ricos se las ingeniaron para construir los d¨®lmenes, dado el tama?o y tonelaje de las piedras empleadas en su erecci¨®n. El dolmen alav¨¦s de Eguilaz, hoy denominado de Aizkomendi, pertenece a un tipo de gran tama?o de esta construcci¨®n prehist¨®rica megal¨ªtica. Los primeros pobladores del Planeta acostumbraban a evocar con los d¨®lmenes la memoria de los difuntos. En su entorno se sepultaba generalmente a los varones y, entre estos, a los nobles y a los guerreros. La acci¨®n de sepultar se realizaba, a veces, tras su incineraci¨®n. Las cenizas se dejaban en su interior o bien en su contorno. La evocaci¨®n funeraria no obedec¨ªa ¨²nicamente al deseo de honrar a los difuntos, sino adem¨¢s, en ocasiones, persegu¨ªa defender a los vivos de su influencia, en el caso de que en vida los sepultados hubieran seguido conductas temibles. As¨ª lo se?al¨® en su d¨ªa el pensador rumano Mircea Eliade, experto en historia de las religiones. Otro de los enigmas de la cultura dolm¨¦nica es su enorme difusi¨®n: en la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica existen d¨®lmenes en el Pa¨ªs Vasco y Galicia, en Andaluc¨ªa y Portugal. Pero tambi¨¦n fueron erigidos en lugares tan distantes como Kerala, en la India, y Jap¨®n.
Hasta el primer tercio del siglo XIX, los huesos permanecieron dentro del dolmen de Eguilaz, amontonados hasta una altura de metro y medio, en el oscuro interior de la construcci¨®n megal¨ªtica funeraria, que permanec¨ªa enterrada. Fue precisamente entonces, 1831, cuando en un predio del propietario alav¨¦s ?ngel L¨®pez de Muniain, durante unas obras locales, bajo una colina de tierra de unos seis metros de altura, fue hallada una enorme piedra caliza dispuesta horizontalmente. Tras proseguir la excavaci¨®n, bajo el t¨²mulo de prieta y compacta arena surgi¨® en el suelo un grupo de piedras hincadas verticalmente, de tres metros de altura por 70 cent¨ªmetros de espesor, todas de pesada caliza, ¡°salvo una de silicio¡±, seg¨²n el informe de la ¨¦poca enviado junto con la muestra ¨®sea a la Real Academia de Bellas Artes.
Entre todas las grandes piedras dispuestas de canto soportaban la losa horizontal de cuatro metros de longitud que serv¨ªa de cubierta al recept¨¢culo funerario, cuyo di¨¢metro era de unos sesenta metros. Un corredor de hasta seis metros de largo, que part¨ªa del per¨ªmetro del t¨²mulo, permit¨ªa acceder al interior del dolmen, que se encontraba lleno de huesos. En su contorno, entre los restos de fogatas y hogueras, fueron asimismo descubiertas lascas de piedra, lanzas, puntas de flechas y p¨¦treos abalorios brillantes, perforados para ser encordados, uno de ellos de color verde muy vivo. Algunas lascas mostraban forma de dientes de sierra: con certeza, los difuntos hab¨ªan sido guerreros. La caja negra no conten¨ªa ni la piedra verde ni las lanzas y lascas.
En 1845 se ampli¨® la excavaci¨®n al contorno. Ya en 1965, Jos¨¦ Miguel Barandiar¨¢n, de la Academia de Euskadi, realiz¨® nuevas investigaciones en la zona. El t¨²mulo fue explanado y el dolmen comenz¨® a recibir visitas, dada la cercan¨ªa a la carretera que une Vitoria con Pamplona. Pero 25 de los huesos hallados dos siglos atr¨¢s permanec¨ªan varados y sin identificar en la sede acad¨¦mica madrile?a desde tres lustros despu¨¦s del descubrimiento del dolmen en 1831. Nadie mostr¨® inter¨¦s desde entonces por los valiosos vestigios humanos prehist¨®ricos de Aizkomendi/Eguilaz.
Comoquiera que en el primer tercio del siglo XIX no exist¨ªa ninguna instituci¨®n local o regional vasca para hacerse con el ajuar funerario, como tampoco funcionaban centros arqueol¨®gicos o paleontol¨®gicos de ning¨²n tipo, las autoridades municipales de Eguilaz, denominado hoy Aizkomendi, informaron del hallazgo a un pu?ado de estudiosos vascos, entre ellos el arquitecto Miguel Madinabeitia, que alz¨® un plano del entorno del dolmen. Luego, entraron en contacto con acad¨¦micos madrile?os de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. A Madrid fueron enviadas, junto con el informe del hallazgo, muestras de los huesos, que se atribuyeron entonces a unos setenta varones adultos y j¨®venes, presumiblemente guerreros, sin que se encontrara entre aquellos osamenta alguna de mujeres. Se cree que el ¨²ltimo enterramiento dentro del dolmen de Aizkomendi ¡ªque al parecer fue utilizado posteriormente para sepultar un reducido n¨²mero de difuntos fuera del camposanto cristiano local¡ª tuvo lugar en 1813 y correspondi¨® a un soldado en fuga de las tropas de Napole¨®n muerto en combate tras la batalla de Vitoria. Una parte muy importante de las osamentas originales desapareci¨® y otra cuota, menor, fue la enviada a Madrid, donde ha permanecido indemne hasta estos d¨ªas.
Para despejar las inc¨®gnitas sobre la edad real de los huesos hallados, desde la Real Academia de Bellas Artes se entr¨® este jueves en contacto con el Museo Arqueol¨®gico Regional, que dirige Enrique Baquedano desde su sede de Alcal¨¢ de Henares. Tras las gestiones de Baquedano con Juan Luis Arsuaga, emblema cient¨ªfico del yacimiento de Atapuerca, que estos d¨ªas se encuentra en Francia, el arqueo-paleont¨®logo design¨® a dos cient¨ªficas de su equipo, Laura Rodr¨ªguez y Rebeca Garc¨ªa, de la Universidad de Burgos, para que en la tarde del jueves examinaran los huesos.
El punto de vista de ambas especialistas, tras su examen de las 25 piezas ¨®seas el pasado jueves en la Real Academia de Bellas Artes, es que ¡°los huesos corresponden a varios homo sapiens¡± muy presumiblemente de la ¨¦poca se?alada, entre el Neol¨ªtico y el Calcol¨ªtico, y que su estado de conservaci¨®n es ¡°verdaderamente bueno¡±. ¡°Es preciosa la manera en que se han conservado¡±, dice con entusiasmo Laura Rodr¨ªguez, que no obstante precisa: ¡°La dataci¨®n exacta requerir¨¢ un an¨¢lisis m¨¢s detallado¡±. Del hallazgo fue informado tambi¨¦n Francisco Etxeberria, que dirige el equipo forense que busca en Madrid los restos de Cervantes en la cripta del convento de las religiosas trinitarias.
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