Apolog¨ªa del melodrama

Los fisonomistas ganar¨ªan credibilidad con Paul Janeway. Con su rostro de formas redondeadas, las lentes negras, el copete alborotado, los primeros indicios de debilidad capilar y ese traje gris de mangas manifiestamente cortas, le tomar¨ªan por un administrativo bancario. As¨®mbrense: lo era. Ignoramos si sus clientes habr¨¢n perdido a un contable diligente y aplicado, pero el soul sure?o ha ganado a un animal esc¨¦nico maravilloso, furibundo. Un tipo capaz de desga?itarse, arrojar sus zapatos con Broken bones and pocket change y arrodillarse en se?al de s¨²plica (ay, qu¨¦ malo el desamor) mientras sus seis m¨²sicos incendian la escena y convierten la noche en una apolog¨ªa del melodrama.

Existen milagros agradecidos, como que el Teatro Barcel¨® se llene un lunes con una banda debutante, pero la irrupci¨®n del septeto de Birmingham (Alabama) merecer¨¢ hueco en la memoria de muchos. Su ¨²nico disco, Half the city, era buen augurio, pero hay que tenerle cerca para corroborar que Janeway es uno de esos blancos con tanta carga gen¨¦tica negra como Aretha Franklin. A veces parece una versi¨®n mejorada de Mick Hucknall; otras (It¡¯s midnight), el muchacho que enfervorece a los feligreses; casi siempre, el pen¨²ltimo gran hallazgo del sello Stax. Solo se le ve algo acobardado cuando recrea Shake, de Sam Cooke: los mitos nunca son f¨¢ciles de gestionar. Pero su doble acercamiento a Otis Redding (I¡¯ve been loving you too long, un prolongado Try a little tenderness) entr¨® en lo sencillamente irreprochable.

Los Broken Bones tambi¨¦n son capaces de traducir otras piezas ajenas m¨¢s inesperadas, como la irreconocible Fake plastic trees (Radiohead) o Moonage daydream, de Bowie. Su guitarrista juguetea incluso con Stealin¡¯ time, de ?Gerry Rafferty! Pero el material propio, desde I¡¯m torn up a Call me, tiene toda la legitimidad y toda la enjundia. Como su secci¨®n de metales: qu¨¦ trombonista, Ben Griner. Regresen ustedes cuando gusten.