La ciudad de los muertos perdidos
Un equipo forense anunci¨® esta semana que cree haber hallado los huesos de Cervantes. Pero los del autor del ¡®Quijote¡¯ no son los ¨²nicos que han desaparecido: Quevedo, Lope, Calder¨®n... la lista es escandalosa
Nueve cipreses. Nueve custodios verdes, velan muy cerca de la estaci¨®n de Atocha, entre las calles de ?ncora y M¨¦ndez ?lvaro, pero no tienen cuerpos a los que atender. Son el ¨²ltimo vestigio del desaparecido cementerio donde fue enterrado Calder¨®n de la Barca, el camposanto de San Nicol¨¢s. En la cercana parroquia de San Sebasti¨¢n tampoco queda rastro de los nichos. ¡°Aqu¨ª fue sepultado Lope de Vega. Gran poeta y padre del teatro hispano¡±, reza una inscripci¨®n en la entrada de esta bas¨ªlica. Y no miente. All¨ª se enterr¨® al genial dramaturgo del Siglo de Oro. Pero nadie sabe d¨®nde est¨¢n sus huesos. Ni los de Calder¨®n, ni los de Quevedo, ni los de Vel¨¢zquez, ni los de Juan de Herrera¡ En Madrid, los muertos se pierden.
¡°En Espa?a hemos perdido a todos los muertos ilustres del Siglo de Oro¡±, explica Nieves Concostrina, periodista especializada en el T¨¢natos. ¡°Pero el problema no ha sido de Madrid o de Espa?a, sino de la Iglesia¡±, contin¨²a. Durante varios siglos, la gesti¨®n de la muerte fue patrimonio de esta instituci¨®n, que se encargaba de dar sepultura y cuidar tanto del alma del difunto como de sus restos mortales. ¡°Cobraban por enterrarte en sus cementerios¡±, dice Concostrina. ¡°Y como su ¨²nica intenci¨®n era recaudar, cuando las criptas se llenaban, desahuciaban los cuerpos que hab¨ªa sin ning¨²n tipo de miramiento ni cuidado. Daba igual que fuera un literato, un fil¨®sofo o un arquitecto, se mov¨ªa todo para alojar al nuevo pagador¡±, agrega. Debido a esa ¡°desenfrenada venta de sepulturas¡±, hace tiempo que en la ciudad se perdi¨® el rastro de algunos de los cuerpos m¨¢s ilustres de Espa?a.
Ese desinter¨¦s por las osamentas se evidenci¨®, de manera preocupante, en 1837. Ese a?o se propuso la creaci¨®n del Pante¨®n de los Hombres Ilustres, en el antiguo terreno que ocupaba la iglesia de San Francisco El Grande. Tras la desamortizaci¨®n de Mendiz¨¢bal, el espacio deb¨ªa pasar de propiedad sacra a gesti¨®n civil y se propuso cambiar el culto a Dios por un tributo a los cuerpos que albergaron las mejores mentes del pa¨ªs. Para ello, se iban a trasladar exquisitos cad¨¢veres al mausoleo. No encontraron ninguno. ¡°Fueron a buscar a Lope, pero no estaba porque le echaron del nicho para enterrar a la hermana del vicario de Madrid¡±, cuenta Concostrina. ¡°La gesti¨®n que la Iglesia ha hecho de la muerte ha sido totalmente vergonzosa¡±.
Aunque a partir del siglo XVIII Carlos III prohibi¨® realizar entierros en el interior de las parroquias, muchas de ellas erigieron peque?os cementerios aleda?os a sus terrenos. A medida que la piel de la capital cambiaba, bien la destrucci¨®n de inmuebles por los incendios o bien por la recalificaci¨®n de las tierras, estas sepulturas desaparec¨ªan bajo los nuevos cimientos. En el mejor de los casos eran trasladadas, pero en la mudanza, muchas osamentas tambi¨¦n desaparec¨ªan. ¡°Yacen ignorados en alg¨²n rinc¨®n o s¨®tano de la Casa Consistorial¡±, escrib¨ªa Mesonero Romanos en referencia al paradero de los huesos del navegante Jorge Juan en su libro El antiguo Madrid, de 1861.
A pesar de la falta de grandes nombres de la cultura, el Pante¨®n de los Hombres Ilustres se inaugur¨® junto a la bas¨ªlica de Atocha. El conjunto, con esculturas de Benlliure, se llen¨® de pol¨ªticos: Prim, Sagasta, C¨¢novas del Castillo¡ ¡°No tiene nada que ver con otros panteones del resto de Europa¡±, apunta Nacho Vleming, historiador del arte, ¡°en este solo hay pol¨ªticos, nadie relacionado de verdad con la cultura¡±. Este monumento, a cargo de Patrimonio Nacional, es el que menos visitas recibe de todos los lugares que gestiona la instituci¨®n. A pesar de esa aparente falta de inter¨¦s, otras sepulturas, como la de Lope, Calder¨®n o Cervantes, aun sin cuerpo presente, llaman la atenci¨®n del p¨²blico.
¡°La voluntad de don Miguel de Cervantes no fue irse a otro sitio, quiso quedarse aqu¨ª y aqu¨ª tendr¨¢ que estar¡±, dijo hace unos d¨ªas Amanda de Jes¨²s, madre superiora del convento de las Trinitarias Descalzas. La ¨²ltima semana este centro espiritual parece un sal¨®n de eventos. Una tumba con las iniciales M. C. y un f¨¦mur han revolucionado la vida de las monjas. Al parecer, los restos son de Cervantes (o no). A pesar de esa inc¨®gnita, desde hace a?os una placa anuncia en la puerta del convento que all¨ª fue enterrado el insigne escritor. No hab¨ªa prueba cient¨ªfica de que all¨ª segu¨ªa. Ahora tampoco. ¡°Todo este l¨ªo es porque las religiosas perdieron a Cervantes. El cuerpo del escritor no se ha volatilizado solo¡±, denuncia Concostrina. ¡°En un momento dado le arrumbaron con una decena de personas m¨¢s y le perdieron el rastro¡±.
El turismo necrol¨®gico, de cementerios o de tumbas de personajes interesantes, es rentable. ¡°Visitar la tumba de Shakespeare o la de Eva Per¨®n deja dinero. Los muertos ilustres son un atractivo para la ciudad¡±, cuenta Clara Reina, licenciada en turismo. ¡°Mientras Europa lleva tiempo valorando la muerte en sus aspectos culturales o art¨ªsticos, en Espa?a siempre ha habido una aproximaci¨®n emocional y tamizada por la religi¨®n¡±, opina. En Espa?a, la muerte se celebra el D¨ªa de Todos los Santos y el contiguo D¨ªa de los Difuntos. El resto del a?o, los muertos se dejan en paz.
¡°Somos unos paletos; unos catetos¡±, se queja Concostrina, que colabora desde hace a?os en la cuidada revista Adi¨®s, que se distribuye en tanatorios y funerales. Cementerios como el de La Recoleta, en Buenos Aires, con los restos de Evita; el de Dorotheenstadt, en Berl¨ªn, donde yacen Brecht o los hermanos Grimm, o el de P¨¨re-Lachaise, en Par¨ªs, con la visitad¨ªsima tumba de Jim Morrison, ofrecen paseos guiados, con paradas en sus sepulturas m¨¢s prestigiosas. En Madrid es complicado encontrar un gu¨ªa que descubra los secretos de La Almudena. En la necr¨®polis del este, uno de los cementerios m¨¢s grandes de Europa, reposan Baroja, Gald¨®s, Arturo Soria, los nobeles Aleixandre y Ram¨®n y Cajal o la folcl¨®rica Lola Flores, junto a su hijo. Pocos turistas los visitan.
¡°Ahora que busquen a Lope de Vega¡±, espeta Concostrina. O a Claudio Coello, o a Vel¨¢zquez, o a Fray Bartolom¨¦ de las Casas, o a Quevedo, o a Calder¨®n. Ser¨¢ por muertos perdidos. Mientras tanto, cipreses an¨®nimos, custodios del Hades, sorprenden de vez en cuando en alguna esquina de la ciudad. Marcaban las tumbas. Alguna de ellas, quiz¨¢, pertenec¨ªa a alg¨²n hombre, o mujer, ilustre.
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