Programas, promesas y disparates
Hay quien envuelve el aire con papel de celof¨¢n. Y nos lo quiere vender
La subasta ha empezado. La campa?a electoral en la ciudad de Madrid se est¨¢ caracterizando, en gran medida, por una carrera de incompetencias, inconsistencias e inconsciencias. Tambi¨¦n de ausencias. El escenario abierto y la amenaza ?real? de que las dos fuerzas que han protagonizado la pol¨ªtica madrile?a en las ¨²ltimas d¨¦cadas sean sustituidas, total o parcialmente, por las fuerzas emergentes, est¨¢ provocando una escalada de ofertas tan incomprensible como peligrosa. La rivalidad pol¨ªtica se desplaza hacia la pugna por la sonoridad.
Los programas dan paso a las promesas y, estas, a las ocurrencias. Lo importante es reemplazado por lo urgente, y ahora, en otra vuelta de rosca, por lo inmediato e instant¨¢neo.
Este escenario efervescente es el camino m¨¢s r¨¢pido para la pol¨ªtica vaporosa. Todo se consume con gran rapidez. Las palabras se desvanecen una vez utilizadas en el combate puntual del corte del d¨ªa. Cuando esto sucede, lo superficial acaba, irremediablemente, en irrelevante. Este es el gran riesgo, que nada de lo que se diga parezca realmente dicho en serio, con la justificaci¨®n, precisamente, de que estamos en campa?a. Y ya se sabe: es tiempo de promesas no cuantificadas ni justificadas. Pero una promesa puede ser un deseo, un objetivo por alcanzar. Una ocurrencia es justo lo contrario: es un atajo sin salida, un artificio para maquillar y camuflar la inanidad. Una ocurrencia no es un sue?o; es una pesadilla, un mal sue?o. O pura banalidad.
Cuando las ofertas pol¨ªticas se desgajan de lo razonado, se deslizan hacia el est¨®mago de los electores. Y se ofrecen como fast food pol¨ªtico, comida r¨¢pida para enga?ar a las v¨ªsceras. Las propuestas se tragan sin masticar, y las digestiones son pesadas y dolorosas.
Prometer todo es una lamentable garant¨ªa de no realizar nada, por no saber c¨®mo hacerlo, priorizarlo y sostenerlo. Pero decir cualquier cosa ocurrente es sin¨®nimo de algo peor. Es la evidencia m¨¢s palmaria de que te has transmutado: de pol¨ªtico a vendedor. Adi¨®s a la pedagog¨ªa y al proyecto. Se abraza la verborrea y el oportunismo.
El populismo busca soluciones simples a problemas complejos, confundiendo al elector. As¨ª, lo que es posible con acuerdo y esfuerzo parece asequible, sin costes ni plazos, por el mero hecho de pronunciarlo o desearlo. No, la pol¨ªtica no es un ejercicio de trucos ama?ados, sino de compromisos compartidos. Pero hay algo peor que el populismo: el solipsismo. Hay quien envuelve el aire con papel de celof¨¢n. Y nos lo quiere vender.
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